El teatro nos abre el corazón: Veckío Mendoza

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  • El actor, director y dramaturgo desde el otro lado del océano ha abrevado las nostalgias, del mismo modo que ha consolidado su trabajo creativo

Hace más de diez años Veckío Mendoza cruzó el océano y llegó a Lisboa. Después a Mallorca. Lo hizo con todos esos recuerdos, sobre los que dice que ha ido gastando poco a poco y que cada vez que le llegan a su memoria, se les hace un agujerito.

Escribiendo teatro. Aunque también dirigiendo. Ha abrevado el hecho de hacer de lo regional, universal, tanto en el grupo de teatro Sa Murga Teatre, como en La Catrina. En Sinaloa ya había gestado su trabajo en tal disciplina con el grupo Ulises Teatro, así como en un libro en el que incluyó las obras de su autoría: El Quijote oxidado, Del por qué el arquitecto Molina y Cuquito nunca más volvieron al Santuario; y Crónica teatral, que escribió junto a Victoria Tatto.

Le ha sido maravilloso llegar a otro país, porque no lo conocía nadie. Podía ser lo que quisiera, siempre y cuando no olvidara quién era. No le ha sido fácil. Ha habido mucho de suerte, de voluntad y resistencia.

“Es como cuando llegas a una nueva casa, le quitaras lo que no te guste, te apropiarás de lo que te vaya bien y así irás construyendo tu hogar que, al final, por los vaivenes de la vida, termina siendo el sitio donde radica tu corazón.  Soy de los que constantemente encuentran la parte bella de la vida, aunque las cosas no vayan muy bien. Pero, bueno, cuando apagas la luz y sales del teatro y sabes que has hecho tu trabajo, eso, no hay duda, le da sentido a tu vida, te sitúa, te hace darte cuenta que lo que haces vale la pena”.

“Te haces de unas raíces acuáticas. Aprendes a cocinar, haces amigos y cómplices. Hoy en día encuentras a muchos en el camino que han dejado de vivir en su lugar de origen y otros que desearían dejarlo, pero no pueden. Con ellos y ellas terminas compartiendo nostalgias diversas. Creas familias que pueden durar una noche o toda una vida. Aunque ahora internet te ofrece sucedáneos de alivio de la nostalgia en menos de un segundo, lo cual, según los nutricionistas, no es muy recomendable”.

Hacer teatro

La tarea de Veckío Mendoza ha consistido en ofrecer herramientas para concretar historias que las comunidades, personas o actores desean contar. Ahora, atención: no todos quieren la versión de lo que pasó, sino de lo que quieren que hubiera pasado.

“El trabajo que hago ha evolucionado, creo, hacia un mundo que, siendo poético, puede arribar a varios sitios al mismo tiempo. Puede ser que me haya hecho -por lo que dure eso- una persona que habita varios contextos al mismo tiempo, porque se han articulado en mí. Pienso en español, pienso en portugués, en catalán y me muestran sus posibilidades como culturas/ lenguas. Hay cosas que en una cultura/ lengua se cierran y en otra se abren de una manera racional o más emocional”, señaló.

“Si nos abre el corazón, si logramos conectar con él en algún punto de nuestro ser, el teatro nos puede cambiar la vida, nos puede brindar salud mental y emocional si nuestras pasiones se manifiestan en su catarsis. Nos da certezas de quiénes podemos ser y lo que somos capaces de hacer para conseguirlo”.

En los tiempos de la mascarilla y la distancia entre unos y otros, el teatro, para Mendoza, puede dar la confianza de volver a relacionarnos con la totalidad de nuestro ser, no a medias, no recelosos por el otro. Cree que el teatro, como vehículo de acercamiento a lo humano, puede contribuir a generar estados anímicos más sensatos.

“El teatro es el lugar donde los enigmas tienden a descifrarse, porque en el teatro, a las cosas del mundo, se les ven las costuras. Nos equilibra, porque desde la perspectiva clásica, es en él donde se consigue armonizar lo apolíneo y dionisíaco de cada uno”, apuntó.

“Al convertir al que visita, el teatro en un espectador de su acontecer, le da la posibilidad de salir de sí mismo, de liberarse y pensarse en una situación dada con la que puede identificarse y de aquí sacar un conocimiento privilegiado de sí mismo, de forma segura, sin arriesgarse a ser preso o desterrado”.

No hay nada más enriquecedor para Mendoza que poder escribir y luego representarlo, puesto que dirigir ayuda a salir del proceso de escribir, que es estar consigo mismo. Escribir te ayuda a regresar a ti, diría.

“En uno eres tú: los libros, recuerdos, palabras. En el otro estás inmerso en la vorágine del grupo: personas, contactos. Sales de la cueva a la ciudad, al mundo. Al escribir estás solo, escribes para que tus ausencias se hagan presencias. Dirigir eres tú en medio de presencias que necesitan ausentarse para que las llene el personaje”.

En la obra dramática de Veckío, la temática del viaje la toca mucho. Sea sólo interior o de grandes distancias. También la memoria, esa que nos vuelve más sensibles, críticos e inteligentes frente a nuestro presente.

Sortear las nostalgias

Después de vivir en Portugal por ocho años, donde pudo experimentar mucho con la mezcla de las lenguas y del contexto mexicano-portugués, necesitó apropiarse de su nueva realidad. Por suerte, Lisboa se lo permitió.

“Es una ciudad que está impregnada de una inmensa creatividad. No por nada Fernando Pessoa, una vez situado en Lisboa, no vuelve a salir físicamente. Si yo tuviese el mundo en la mano, lo cambiaría, estoy seguro, por un boleto para la Calle de los Douradores.” (Libro del Desasosiego). Hay calles que son representaciones del mundo. Yo sentía lo mismo por la Calle Rosales en Culiacán”, comparó.

“Mi viaje sigue: ahora estoy en la mayor de las Islas Baleares, Mallorca, desde hace cinco años y medio. Aquí ha nacido mi hijo Lluc. De nuevo estoy apropiándome de tradiciones y lengua de los que me rodean. Puedo recorrerla en coche de proa a popa en cuarenta y cinco minutos. Como he sido un hombre al que le han bastado las calles para imaginar el mundo, una isla ahora me parece una infinidad. Es una evocación constante al paraíso. Aquí Robert Graves vivió y se inspiró. Es la isla donde nació Ramón Llull”.

Ahí Veckío puede tocar la guitarra y cantar algo de México: “Hasta que me callan”. O bien leer algún libro o escribir: “Eso me ayuda”.

“Puedo encender velas o simplemente hacerles otro agujerito a mis recuerdos”.

Pero no le es posible expatriar a la patria.

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