TRABAJADORES CULICHIS EN PARO, EN EMPALME 1906

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Muchos son los padecimientos de los trabajadores migrantes que, además de la nostalgia por su familia y el terruño, para colmo sufren penurias en tierra ajena.

Entre estas, los engaños con que, muchas veces, son contratados prometiéndoles salarios atractivos y prestaciones inciertas.

Se da actualmente –aunque no sea la regla – en nuestros campos hortícolas, y se dio en los años 50 y 60 con el abundante trabajo en la pizca del algodón en los campos desde Guasave a Hermosillo.

Y se dio a principios del siglo pasado, durante el Porfiriato, con la construcción de las vías férreas por toda la costa del Pacífico.

2. CORRÍAN RUMORES

En la edición del diario El Demócrata, el 17 de  junio de 1906, en Mazatlán, me topo con una notita con el cabeceado: «Huelga de trabajadores sinaloenses enganchados para Sonora».

Me llamó la atención, obviamente, porque las 180 personas fueron enganchadas en Culiacán, y además por razones familiares, porque los hechos sucedieron en Empalme, ese cruce de vías en Sonora, donde viven muchos parientes míos, descendientes de aquellas personas salidas de Culiacán en la primera mitad del siglo pasado y que en ese pueblo cambiaron su apellido por el de Arispuro.

Dice la nota que el día primero de ese mes, corrieron rumores en Guaymas sobre la huelga de trabajadores de Culiacán que laboraban en la construcción de la línea férrea de Cananea, Río Yaqui y Pacífico, quienes «se amotinaron y dieron muerte a dos capataces estadunidenses».

El rumor se hizo más creíble cuando salió hacia Empalme el jefe de la policía de Guaymas, con alguna de su gente.

3. FALSAS PROMESAS

Eran días en que era noticia la brutal represión contra los huelguistas de Cananea y el estado hervía en la inconformidad. Además, continuaba la guerra del Yaqui, en la que cientos de indígenas rebeldes fueron asesinados y deportados, en tiempos en que «el mejor indio era el indio muerto».

En Empalme, se supo después, los rumores no eran tan alarmantes: Los trabajadores sí se negaron a seguir laborando porque no les cumplieron lo prometido, pero no asesinaron a nadie.

Estas 180 gentes habían llegado hacía poco tiempo con la promesa de un pago diario de 1.75 centavos, además de alojamiento y los víveres necesarios «al precio ordinario de la plaza».

Pero en cuanto llegaron al campamento sufrieron la primera decepción: No hubo tal alojamiento, y tuvieron que pasar cuatro días a la intemperie, durmiendo donde podían y sin nada para comer, «por lo menos el primer día».

4. PA’ AMOLARLA DE ACABAR

Continuaron laborando con la esperanza de que poco a poco se arreglarían las cosas.

Pero todo empeoró al rayar su primer salario, cada diez días, un jueves,  y se toparon con que el sueldo era de 1.50 centavos diarios. De allí les descontaron .75 centavos diarios por los alimentos que les dieron (papas y frijoles), y 50 centavos más para pagar a un médico.

Inconformes, los trabajadores pidieron su liquidación para ir a buscarle por otro lado, pero la compañía se las negó ya que, para retener a los trabajadores, solía retener diez días de salario a cada nuevo trabajador.

«Como no se les liquidó, según deseaban, ni se les entregaron sus alcances, decidieron no entrar al trabajo, declarándose en huelga».

5. MEXICAN GREASERS

Y aunque, dice el informante, los jefes superiores de la compañía se muestran «deferentes» con los trabajadores, los segundones no hacían lo mismo.

«Hay un individuo, desgraciadamente de origen mexicano, un texano que influye mucho con los jefes, y que les ha hecho creer que es un exceso pagar a los trabajadores 14 reales diarios, siendo así -dice él- que en Sinaloa no pasan de ganar 75 centavos diarios».

Se creía que por intrigas de este fulano  no se les pagó lo prometido.

Había también un carpintero gringo, jefe de una cuadrilla de trabajadores, que trataba a los mexicanos «con la punta de la bota, al grado que ha indicado a los chinos que tienen establecido un restaurant en el Empalme, que no acepte que vayan a su fonda los mugrosos (greasers) mexicanos que, en su concepto, son peor que los negros».

El caso es que los trabajadores culichis estaban resueltos a dejar el trabajo, más aun cuando sabían que este sobraba en la región y era bien pagado.

6. PAGOS EN VALES

Respecto a la susodicha compañía constructora, el 28 de junio siguiente se publicaron notas «poco satisfactorias», sobre la desorganización que había en sus trabajos a causa de la forma de pago adoptada, mediante vales pagaderos cada mes, «después de mandar a Tucson la nómina mensual», para ser requisitada.

Ello provocaba que, durante todo ese tiempo, los obreros se vieran obligados a vender sus vales a la mitad de su valor para contar con efectivo.

Además muchas empresas que las surtían de víveres y otros insumos, dejaron de hacerlo porque les pagaban con el mismo sistema de vales, lo que motivaba retardos de hasta dos meses en los pagos, provocándoles mermas pues ellos debían surtirse a su vez con pagos en efectivo y al momento.

7. BURLA Y DESALIENTO

Del desenlace de aquel paro laboral de estos 180 trabajadores culichis, más adelante el diario publica en la portada un suelto más sobre el tema, con el título: «Otra huelga en Guaymas», y dice:

«A la huelga de los trabajadores de ferrocarril de Cananea a Río Yaqui y Pacífico y la sensacional de Cananea, tenemos que añadir otra que se efectuó el 4 de junio en el puerto de Guaymas».

Ese mediodía llegó a puerto, procedente de Mazatlán, el vapor Benito Juárez, entre cuyos pasajeros estaban 180 trabajadores enganchados en Culiacán para los trabajos del ferrocarril.

Al desembarcar estos, se toparon con sus paisanos que, días antes, habían parado labores en Empalme, y quienes, al no resolver su problema, informaron que no les convenía trabajar en esa compañía porque no respetaba sus compromisos.

Ello desalentó a los nuevos enganchados, que mejor se fueron a buscar trabajo en Hermosillo y otros se engancharon para ir a trabajar a las minas de El Tiro.

8. SUAVE EN LOS MODOS

Al comentar otra huelga que se suscitó esos días en una fábrica de Nogales, el diario se lamenta:

«Es de sentirse que la clase obrera continúe en esa pendiente peligrosa de las huelgas, pues debe comprender que sus condiciones actuales no son las que se requieren para sostener revelaciones (sic) contra el trabajo. Es mejor apelar a medios pacíficos, ya lo hemos dicho, pues hay un proloquio que dice: “suaviter in modo, fortiter in re” [suave en los modos, firme en lo principal]. Es práctico y eficaz» (junio 23 de 1906).

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