¿AMOR CON AMOR SE PAGA?

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  • La crisis financiera del Instituto Sinaloense de Cultura

Cuánto me hubiese gustado ver, en la lista de adeudos del Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), a Luis Fonsi, Los Ángeles Azules o Timbiriche. Pero esto ni siquiera tiene cabida en la imaginación, habidos los contratos lapidarios con que se manejan, vía sus managers o representantes, y quienes ni siquiera agendan fechas si no se les ha cubierto, en la mayoría de los casos, al menos el 50 por ciento de los honorarios. Ellos se contratan para no perder ni esperar. O hay dinero o hay dinero, truene o llueva, tiemble o esté parejo el suelo. Y si alguno solicitó orquídeas del Amazonas en el camerino, y en su lugar pusieron rosas a medio abrir, capaz que los escenarios se quedan sin show. Porque de que tienen exigencias caprichosas o estrafalarias, vaya que las tienen.

Pero descubro en el listado a la solidaria pintora Isaura Lizárraga Pulido, a la incansable Mayra Amezcua, al creativo Izmir Gallardo, o a la sonriente Georgina Martínez Montaño, y concluyo en que el asunto está medio al revés. Y lo mismo pienso al leer los nombres de Frank Meza, Juan Carlos Uribe, Dina Grijalva, Francisco Alcaraz, Julieta Montero, Mariano Meza, Alfonso Orejel y Élmer Mendoza, entre otros artistas y grupos sinaloenses.

Creo que el excelente trabajo periodístico de Karen Bravo, Francisco Cuamea e InnDaga, respecto a la crisis financiera por la que atraviesa el ISIC -recientemente publicado en Noroeste-, ha abierto la discusión en varios frentes; y uno de ellos, justamente, es la desprotección con que labora la comunidad artística y cultural local, que ofrece sus servicios sobre la promesa de remuneración, prácticamente bajo palabra, en la línea de no te preocupes, tú dale que luego yo te pago. O como la canción: a todos diles que sí, pero no les digas cuándo.

Otro frente es el que muestra a un director que ha dejado ver sobradas muestras de confianza, es decir, a un Papik Ramírez Bernal que, sin proponérselo, se puso a seguir, a pie juntillas, la misma frase que continuamente parafrasea el presidente Andrés Manuel López Obrador, esa que dice que amor con amor se paga, pues se puso a hacer y a hacer, a programar y a programar, a no detener la rueda de la oferta cultural, aunque sumara deudas por encima de otras deudas; pero el estribillo cancionero no hizo eco en la sensibilidad de sus superiores, no fue suficiente su actitud de aquí estoy, mira que no paro, correspóndeme, voltea a verme. Y el amor se ha quedado sin pago.

Por supuesto que es menester agregar que debió hacerle más fiesta a una de las máximas de la administración: observar el presupuesto y decidir a hasta dónde podía (y debía) estirar, intentando no afectar a terceros, haciendo los mayores esfuerzos para no generar expectativas de bienestar en artistas que viven de su trabajo, que no están incluidos en ninguna nómina y que basan su sobrevivencia tras ofertar su creatividad, en términos de decencia y respeto.

Sin embargo, queda una duda en el aire: ¿cuál habría sido la reacción, o por dónde correrían los resquemores de los artistas locales si, por detener la rueda de la oferta cultural (por falta de presupuesto), no hubiesen sido incluidos en las programaciones? No estoy cierto sobre una respuesta precisa, pero supongo (¡ay, Sabines!) que, de ello, pende un depende: que la rueda se hubiera detenido para tirios y troyanos, para angelitos azulitos y para Arte Escénico Todo Terreno, para timbiriches y para la Compañía de Teatro Sin Espacio, para la banda emesiana y para el Cuarteto Ventura. Y así.

Pero habría sido el acabose, un despropósito total, un paisaje de funcionarios, abanicándose, en tanto llegara la quincena para firmar la nómina. Y digo yo que esto, precisamente, fue lo que ha intentado evitar Papik Ramírez Bernal, así tenga que sacar dinero de su bolsa (que no me consta), o hacer uso de la cartera de miembros de su equipo (que sí hay constancia), que es el caso de Alejandro Mojica, a quien le deben algunos miles en materia de reembolso.

Un último frente (existen varios más) en el que yo quiero hacer énfasis, es la ausencia del gobernador en genuinos eventos de cultura. Creo que Quirino Ordaz Coppel está obligado a darle la cara a su comunidad cultural, a sus artistas, a los creadores que sí ponen su cara para bien de Sinaloa. Y si lo digo de otro modo: creo que al Gobernador le urge voltear más hacia el Instituto Sinaloense de Cultura, a sus programas, que camine por las exposiciones, que vaya y salude a un tallerista, que festeje una ejecución de danza, que aplauda en una función de teatro. Que haga todo lo posible para que vea lo que somos y tenemos. Que de verdad, pero muy que de verdad, sienta en lo profundo su cantada frase: Puro Sinaloa.

Y no es la catástrofe lo que vive el Instituto Sinaloense de Cultura, porque 26 millones de pesos son totalmente pagables. Gracias a Dios, o a quien sea, el Gobernador ya se ha comprometido a un proceso para saldar adeudos. Para bien, sobre todo, de aquellos proveedores, artistas o no, que no son los grandes empresarios y que de la entrada de un peso no sólo dependen sus finanzas, sino la propia sobrevivencia de sus negocios, de sus creaciones (en cuanto a artistas) y hasta de sus propias familias.

Ramírez Bernal es un funcionario de bien, que incluso ha contado con la confianza de los artistas sinaloenses, y que no creo que se demerite (en bordes definitorios) por esta lamentable crisis del ISIC. Que les paguen y ya. Y que no se les deje de programar y ya. Que se les trate con respeto y decencia y ya, pero desde el tercer piso de la Unidad Administrativa de Gobierno. Y ya.

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