LAS TTT Y SU PROBLEMÁTICA

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La Comunidad LGBTTTI es sumamente amplia.  Cada una de sus letras representa un sector en lo especial, y sin duda los sectores más vulnerables tienen que ver con la triple «T», que significan Travesti, Transexual y Transgénero, respectivamente.

Travesti. Es aquella persona que modifica su expresión de género (vestido, uso de accesorios, etc.) por ratos, pero que vive el resto de su vida con su sexo y género, sin buscar cambiarlos. Puede ser hombre o mujer, así como heterosexual, bisexual u homosexual.

Transexual. Hace referencia a quien modifica, permanentemente, tanto su identidad y expresión de género (nombre, vestido, forma de relacionarse con la sociedad) como su cuerpo a través del uso de hormonas, cirugías u otros medios. No tiene que modificar forzosamente sus órganos genitales. Las personas transexuales pueden cambiar de hombre a mujer, o viceversa. También pueden ser homosexuales, bisexuales o heterosexuales.

Transgénero. Se trata de la persona que modifica permanentemente su expresión de género (hombre a mujer o viceversa), vive y se relaciona con la sociedad desde su género adoptado con nombre e identidad. Puede o no modificar su cuerpo con el uso de hormonas, aceites o cirugías; puede ser homosexual, bisexual o heterosexual.

Tal vez tantas definiciones son confusas y esto no nos permite entenderlas, respetarlas, aceptarlas e incluirlas, pues todos sin excepción discriminamos a este sector de nuestra comunidad en diferentes formas e intensidades, y a veces hasta inconscientemente.

Son muy pocos, creo yo –poquísimos, mejor dicho– que se atreverían a caminar por pleno centro con una transexual, travesti o transgénero a plena luz del día.

Toda esta discriminación que sufren las ha vuelto –a la mayoría de ellas–, desconfiadas, agresivas, siempre estando a la defensiva. Y no es para menos. Siempre escucho decir a la gran mayoría: «es que son muy conflictivas». De acuerdo. Tal vez algunas son así, como muchos heterosexuales u homosexuales que conozco; pero también debemos de preguntarnos cómo las tratamos, cómo nos referimos a ellas, y si esto no provoca que siempre estén, en la mayoría de los casos, a la defensiva.

El Registro de Violencia, elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, destaca que el 80 por ciento de las mujeres trans latinoamericanas muere antes de los 35 años.

Es un círculo vicioso, puesto que son las que mayor discriminación sufren desde temprana edad, al ser expulsadas de sus hogares, comunidades y escuelas, o simplemente salen de sus núcleos familiares cansadas de los abusos. Como consecuencia de esto, muchas caen en el abuso de drogas y/o en trabajos de alto riesgo, como el trabajo sexual en las calles, dado que no existen opciones laborales para ellas.

Recordemos que recientemente han sido asesinadas tres travestis que se dedicaban al trabajo sexual. Crímenes que no han sido resueltos hasta la fecha, a pesar de que el Procurador de Justicia del Estado, Marco Antonio Higuera, se comprometió a darle seguimiento a estos casos, al calor de una reunión con el Comité de la Diversidad de Sinaloa.

Debemos trabajar en un programa que les permita acceder a la educación. Siempre he creído que la educación es el principal medio de superación personal y económica de cualquier persona, sin importar raza, sexo, color o preferencia sexual.

Son contados los casos de mujeres trans que se gradúan en las universidades. Es un reto para ellas, que deben de luchar contra todo un sistema y vencer miles de obstáculos. Pero recordemos también que: querer es poder, y no existen límites cuando de verdad te propones algo, como el caso de Rubí Araujo, que se convirtió en la primera mujer trans que es regidora de Guanajuato.

¡Tenemos tanto por trabajar en pro de este sector de la Comunidad! Empecemos todos a tratarlas con dignidad, más allá de los concursos de belleza, donde sólo son hermosas muñecas de aparador que aplaudimos, pero que –al apagarse las luces del escenario– vuelven a ser aquellas que no volteamos a ver en la calle, a plena luz del día.

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