DE LA MARCHA 2016, EL CLASISMO Y LO QUE NOS DEJA

0
2330

El clasismo, o personas clasistas, las personas que en sus relaciones sociales se comportan con una fuerte conciencia de la diferencia de clases sociales y de su pertenencia a una clase elevada, es y son tan antiguas como la homosexualidad.

Pero si de mezclar ambas se trata, es como juntar pólvora con nitroglicerina.

Un gay clasista puede ser bastante controvertido, petulante, y hasta resulta convertirse en un enemigo de la lucha de los derechos por la igualdad de la Comunidad LGBTI, pues siente que no es su lucha y que, de igualarse los derechos, ellos no ganarían nada. Por lo tanto le da igual. Esa lucha es para las masas, para el pueblo.

Los gays clasistas no necesitan de ninguna ley que los pueda llegar a beneficiar. Están por encima de eso.

Ni qué decir de los gustos populares, por mencionar a Nicolás Alvarado y a toda la bola –que debe ser un 98 por ciento– que nos sabemos por lo menos media canción de Juan Gabriel. ¡¡¡Somos nacos todos!!!

Claro, no todos estamos obligados a que nos guste tal o cual género musical popular, y sin embargo no nos hagamos: si no te gusta Juan Gabriel, cantaste un corrido o una canción en música banda. ¡Por favor, estamos en Sinaloa! ¡Es parte de tu cultura!

Y si bien ahora te gusta cualquiera de los géneros de música alternativa y das tu vida por ellos, no es necesario que reniegues de tu pasado grupero.

No estoy en contra absolutamente de que la gente se supere, que tenga acceso a cualquier tipo de información globalizada que te haga abrir tu mente, los ojos y tu pensamiento; y que por tu esfuerzo y tu talento seas económicamente exitoso, pero eso no te da derecho, a ti ni a nadie –y esto ya rebasa tu orientación sexual–, a creerte superior a todos los demás.

Esfuerzos como la visibilidad de la comunidad gay dentro de la cerrada clase política sinaloense no se deben ver empañados por este tipo de conductas; hemos tenido una maravillosa marcha, pacífica, ordenada, con mucho apoyo y sobre todo respetuosa, pues como dice mi compañero Omar Lizárraga: “Si vamos a exigir respeto, hay que darnos a respetar, ¡si ya sabes¡”.

El esfuerzo debe ser continuo y si no saliste a marchar porque no te gusta, o simplemente aún no es tiempo de que todo mundo se entere que eres gay o lesbiana, yo te pido que respetes el esfuerzo de los que sí salen, de los que marchan. Que cada quien, desde donde esté, eduque a la gente de su entorno en cuanto al respeto a la diversidad.

Sobre todo enseñar “a los amigos de la familia”, a los defensores de la “familia natural”; que les enseñen a respetar, que les hagan saber que somos iguales a todo mundo y que nuestros derechos no se pisotean. Ellos son los que verdaderamente nos deberían preocupar, pues los discursos de odio, lamentablemente, llegan más rápido que los de la tolerancia.

Este esfuerzo que estamos haciendo todos no dará frutos a corto plazo. Es un largo, muy largo camino que tenemos que recorrer, cambiando mentalidades machistas, ideologías religiosas y un millar de estigmas que existen sobre nosotros. Nuestros hijos y sobrinos nos lo van a agradecer; también los niños que están naciendo con padres heterosexuales más conscientes de la diversidad. Va por ellos.

Dejar un comentario