Todavía no amanecía, solamente escuchaba la rítmica estridulación de un grillo, después se sumaría el gorjeo de una candorosa paloma; acompañado de esa singular sinfonía, con el apoyo de algunos textos del ayer, rastreaba imágenes de Mazatán durante la penúltima década del siglo XIX, pero una nota curiosa sobre Culiacán llamó mi atención: en esos tiempos se le catalogaba como una ciudad triste; intenté dar seguimiento a esa nueva curiosidad pero apareció un poema del egregio escritor venezolano Julio Calcaño; poema que desvió nuevamente mi sendero. He aquí, una parte de ese culpable:
¡ Oh no olvidado monte, y valle y río,
De mi ventura albergue!
¿Oh campesino hogar, humilde estancia
Donde gocé feliz a mi albedrío
De mis serenas horas de infancia!
¡Cuánto diera por veros un instante,
Y por las agrias quiebras
Del peñascoso río alborotado
A la cumbre trepar, donde sonante
En ondas brota el manantial plateado
Aun me parece ver de la montaña,
Bregando con el viento,
Rauda volar a las vecinas lomas,
De pájaros e insectos nube extraña,
O medrosa bandada de palomas.
Rugido del jaguar que infunde espanto
Asorda la comarca;
Y en espesos ramajes guarnecido,
Remeda al campero con su canto
Del rudo bronce el funeral tañido.
Al pie del jobo, en las rastreras gramas
La cascabel su furia
Del hueco anillo al resonar rebela,
O la ardilla saltando entre las ramas
Aun de su misma sombra se recela.
Oigo el murmullo con que el viento llena
La selva y el plantío,
O el ruido misterioso de los mares
Que orlan de espuma la dorada arena
O estréllanse entre rocas seculares.
Y la mazorca o de escarlata o gualda
Que el rosco grano cría
Regalo de la choza y de palacios
Miro esmaltar del monte el ancha falda
Cual con vivos corales y topacios;
Ya del arbusto arabio generoso
El botón purpirino;
Ya que se alza al lado de la viña
Y en luciente esmeralda el copo hermoso
De su alba seda de algodón apiña.
….
¿Qué a mí del mundo efímeros honores
Y alcázares soberbios
Qué a mi la vanidad de su grandeza,
Si tengo tus murmullos, tus fulgores
Tu pompa y tu color, naturaleza?
Oh campos venturosos! Oh sencillas
Costumbres patriarcales!
Madre naturaleza: a tí contemplo,
Y adoración le rindo de rodillas
A la suma deidad de que eres templo!
Al leerlo y “saborearlo” guardé para otros momentos despejar mi curiosidad por esa mencionada tristeza de Culiacán y me trasporté por la ruta del recuerdo y la añoranza para exclamar -junto con Calcaño-:
Bendito valle, donde todo tiene,
Hasta la piedra humilde, mi cariño.
A ustedes, ¿no los conduce a otros lugares y sentires?