Era septiembre de 1907. La Junta Patriótica de Mazatlán organizó los festejos conmemorativos del 97 aniversario del inicio de la Independencia.
Fuera de programa, los primeros minutos del día 15 no fueron de festejo sino de escándalo. Por la calle Camichín, clientes de las tabernas del lugar gritaban al unísono ¡Viva la Independencia!; pero descargaron su euforia con una andanada de pedradas contra cinco jóvenes que pasaban por ese sitio. La policía intervino: hubo disparos, navajazos y algunos detenidos.
Con la luz del día, llegó la calma e inició formalmente el programa de festejos. Por la tarde de ese domingo 15, hubo competencias de botes de gasolina, evento auspiciado por la Cervecería del Pacífico. La embarcación “Saturno” destacaba por sus adornos: en ella iban las reinas del torneo y sus chambelanes. El bote “Nigromante” se adjudicó la medalla de oro. La regata se cerró con una “carrera” en canoas entre los jóvenes del comercio local. Una pertinaz llovizna hizo que el evento concluyera precipitadamente.
Al mismo tiempo, en el paseo de Olas Altas, una numerosa concurrencia presenció carreras en bicicleta, carreras a pie entre jóvenes, así como carreras en costales y competencias de fuerza entre infantes. Estos eventos concluyeron antes que la lluvia se precipitara.
Por la noche hubo dos actos conmemorativos. En la Plaza de la República -pese a sus adornos y luminosidad- la serenata no tuvo el éxito esperado. La llovizna continuaba y al volverse intensa, el lugar quedó desierto.
El Teatro Rubio fue elegido para el acto cívico. Luego de que un día antes aprobó la revisión técnica por indicios de mal estado, esa noche lució muy adornado. El evento no tuvo contratiempos.
Al concluir, la llovizna aminoró. El público asistente se entremezcló con otros pobladores que bebían en las tabernas “gritando obscenidades y golpeando puertas”. La policía impidió varias riñas, pero otras más se realizaron dejando golpeados y heridos con arma blanca. Era medianoche y las tabernas abiertas.
La mañana siguiente -el 16- tuvo lugar un segundo acto oficial en el teatro. Ya por la noche, se efectuó un baile en el salón de la “Sociedad de Artesanos Unidos”, donde “guapas obreras lucían vistosos trajes”.
Las viandas que se pusieron en venta: ostiones frescos y compuestos, pavo al horno, mayonesa de langosta, gallina a chicharos, mole poblana, bacalao a la vizcaína, te, café y chocolate.
Justo a la medianoche, el discurso alusivo a la fecha no se hizo esperar. La fiesta se prolongó hasta las cuatro de la mañana del día siguiente.
Pero eso no fue lo más característico del día 16 de septiembre. El alcohol siguió fluyendo, sin importar los “sollozos del cielo”. Para esa fecha, la Prefectura sacó de prisión a 66 detenidos, muchos festejaron su libertad y la independencia en las tabernas, a las que concurrieron también trabajadores del campamento del ferrocarril, establecido en las inmediaciones de la ciudad. El repertorio se nutría con habitantes locales, adoradores de Baco.
Por eso, era lamento público que en esos días de fiesta de la patria, “Mazatlán no parece una ciudad culta, sino lugar de hordas trogloditas”; y por culpables se señalaba a las tabernas, el alcohol y …la tolerancia de las autoridades. Se aplicaba aquello de que “tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”.
Por otra parte, dudo mucho que a los clientes de esas cantinas mazatlecas se les pueda identificar con esa estrofa de Antonio Machado:
Tal vez se acercaban más a lo dicho por Charles Bukowski:
“Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si algo bueno pasa, bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para hacer que algo pase”.