La traición, cuando es exitosa, paga bien; pero lo ganado, bien sostiene el reino de momento.
Coautor: Isaac López Bañuelos
La solución del candidato del PRI a la gubernatura de Sinaloa en 2016, generó un problema mayor; la fortuna, o mejor dicho la vendetta política de los panistas, salvó una de las gubernaturas más productivas para las elites financieras gracias al crimen organizado y regreso a manos del PRI.
La incertidumbre inicial de abrir a la competencia la obtención de la candidatura y posterior confusión al imponer a Quirino Ordaz Coppel, fue un balde de agua fría al trabajo de los grupos y precandidatos locales. Una de las reglas de oro de la cultura priista ha sido, por parte de los precandidatos, buscar el mejor posicionamiento para obtener la venia del gobernador en turno o del presidente, según la correlación de poder en el momento. Sinaloa no tiene un gobernador priista; hace seis años la construcción del proyecto a la presidencia de la república de Enrique Peña Nieto recibió un revés, y hoy en el poder regresa la afrenta.
Pero ante la imposición del poder, en los sistemas democráticos (y semi democráticos), los líderes ignorados tienen el recurso de la traición; su estudio no es nuevo, pues la historia del poder político, militar y comercial está cuajada de ilustres ejemplos; sin embargo, el constructo social definido a partir de gobernar por medio de la negación, es relativamente nuevo. En el libro Elogio de la Traición, los franceses Denis Jeambar e Yves Roucaute señalan: “No traicionar es perecer: es desconocer el tiempo, los espasmos de la sociedad, las mutaciones de la historia. La traición, expresión superior del pragmatismo, se aloja en el centro mismo de nuestros mecanismos republicanos. El método democrático adoptado por las repúblicas exige la adaptación constante de la política…”
Hagamos un repaso a los últimos 20 años de política priista con respecto a la imposición de candidatos priistas en la entidad. En 1998 el Gobernador Renato Vega Alvarado, junto al Secretario de Gobernación, Francisco Buenaventura Labastida Ochoa, intentó imponer como candidato de continuidad a Lauro Díaz Castro. El proceso “democrático al interior del PRI” le era adverso a Juan Sigfrido Millán Lizárraga, ante la avalancha de recursos públicos que lo ponían en desventaja de condiciones para ganar la candidatura, una candidatura –la de Millán Lizárraga– que se presentaba de ruptura frente al grupo en el poder. Es emblemático el hecho, días previos al proceso de elección interna, de la reunión entre Juan S. Millán y Francisco Labastida, entonces Secretario de Gobernación, en las oficinas de Bucareli, en la Ciudad de México; las consecuencias fueron el cese total de los dineros y apoyos en especie para Lauro Díaz Castro. ¿Cómo logró Millán Lizárraga tal proeza? Sólo ellos lo saben. El candidato de la continuidad perdió, se impuso un candidato de ruptura frente a quienes controlaban el poder local y central.
La imposición exitosa de Jesús Alberto Aguilar Padilla, un candidato de continuidad, se debió a Juan S. Millán Lizárraga y su casi completo logro de desactivar a todos los precandidatos, salvo a Heriberto Félix Guerra; una vez más, las nubes de la traición aparecieron e hicieron que el Gobernador tuviera una larga charla. Al final, el rompimiento. ¿Por qué no pudo convencer a Félix Guerra? Sólo ellos lo saben. La salida de Félix Guerra para contender por el PAN se registra como una traición al grupo. Los resultados electorales hablan por sí mismos, pues el PRI estuvo a punto de perder la Gubernatura.
La Imposición de Jesús Vizcarra Calderón, un candidato de continuidad, por parte de Jesús Aguilar Padilla, se registra como una traición al proyecto transexenal inaugurado por Juan Millán Lizárraga, promoviendo éste último la precandidatura de Mario López Valdez y posterior candidato de ruptura, por las siglas de otro partido, Acción Nacional, y sumar abiertamente a su candidatura a reconocidos priistas a su lado. ¿Qué convenció a Aguilar Padilla a optar por Vizcarra Calderón y no por López Valdez? Sólo ellos lo saben. La historia es conocida: el candidato de continuidad perdió, el grupo que apoyó al candidato de ruptura desde otro partido ganó y siguen siendo priistas hasta el momento.
La imposición de Quirino Ordaz Coppel es sui géneris. Su candidatura no se construyó con años de anticipación por un grupo local para buscar la Gubernatura; es más, ni seis meses antes de la designación manifestó intensión alguna, como Gerardo Vargas Landeros o Aarón Irizar López. Es un candidato de ruptura con casi todos los grupos locales y, más bien, un alfil de asentamiento de un nuevo grupo en Sinaloa, encabezado por David López y Heriberto Galindo, pues al momento, tanto Vizcarra como Aguilar Padilla son acompañantes de viaje.
La confusión en las filas priistas partió de la desinformación, ya que Quirino jamás realizó gira alguna por la entidad donde manifestara el más mínimo asomo de aspirar a la candidatura. Los grupos priistas tardaron en lograr el orden al interior, y la traición de votar por una opción diferente se mantuvo latente como posibilidad días previos a la jornada electoral, pues no se trataba de continuidad o ruptura entre grupos locales, sino de permitir que un nuevo grupo entrara en escena local, cobijado por el Presidente de la República.
La gran coalición de actores políticos antagónicos apoyando a Quirino Ordaz Coppel en su cierre de campaña, no se puede entender sin acuerdos y privilegios que rebasan a los mismos grupos políticos, y asoman a la operación política del proyecto los poderes facticos y gobierno federal, pues no se pueden entender los días de inseguridad vividos antes, durante y posterior a la jornada electoral a lo largo de geografía sinaloense, con la mínima presencia de policías, ejercito y marina.
Quirino Ordaz ganó la candidatura y elección en términos legales. Gobernará solo, y siempre que el centro político del Presidente cumpla con los grupos políticos y facticos locales; la debilidad de su gobierno puede ser más una rémora del pesado lastre que representa su gobierno a dos años de concluir. La idea de formar un grupo local que pueda imponer candidato se torna difícil y complicado, pero en política nada es imposible. La prueba es Quirino mismo.