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El Tatuas celebra 35 años de fundación; y aunque sigue sin poder montar las obras de su fundador y la mayoría de sus integrantes base han emprendido proyectos alternos, no existe otro grupo en Sinaloa que se le compare.
Por Azucena Manjarrez
El Taller de Teatro de la Universidad de Sinaloa (Tatuas) llegó a los 35 años de fundación, en un momento en el que aún no pueden montar las obras de su fundador, Óscar Liera, y ante la verdad irrefutable de la fragmentación, pues la mayoría de sus integrantes cuentan con proyectos personales. Sin embargo, no ha surgido otra agrupación que en Sinaloa se le compare.
A partir de la muerte de Liera, quien fuera aguerrido, creativo y comprometido con las causas sociales -y sobre todo con las artes escénicas-, desde 1990 ha sido Rodolfo Arriaga quien a fuerza de timón se ha sostenido para dirigir los vaivenes de la agrupación.
Criticado por muchos, alabado por otros, no existe duda de que, sin él, el grupo no hubiera seguido como hasta la fecha, con una programación propia y la de otras agrupaciones, invariablemente: primero, cuando se tuvo el comodato del Teatro del IMSS; y en estos días, a través del Foro Escénico Tatuas, ubicado por la calle Antonio Rosales, en Culiacán.
Sin olvidar aquellos grandes montajes emblemáticos, como El camino rojo a Sabaiba y Las Juramentaciones, entre otras obras, que solían producir para beneplácito de sus seguidores, pero también para la cartelera del Festival Cultural Sinaloa, por ejemplo. Y por supuesto: aquellas escenificaciones que alcanzaron el rango de tradición, esto es, El Oro de la Revolución Mexicana, que se presentaba a las orillas de los ríos Humaya, Tamazula y Culiacán.
La incursión en el teatro infantil y el siempre impulso de don Miguel Tamayo Espinosa de los Monteros -ya fallecido, muchos años después que Liera-, abonaron a que el Tatuas aún siga diciendo ‘presente’ en el plano nacional. El grupo cuenta, pese a todo, con un prestigio de relevancia, logrado a base de trabajo.
Esto se ha dado pese a la salida de integrantes valiosos, como Arturo Díaz de Sandy, Miguel Ángel Valencia, Alberto Solian, Joaquín Leyva y Héctor Monge (también se sabe que Lázaro Fernando Rodríguez), quienes a su vez han generado propuestas de valía, pero ya sin la firma del Tatuas.
Así también lo hace desde no hace tiempo Claudia Apodaca, quien por cierto sí ha montado obras de Liera, mientras que Lázaro Fernando se ha propuesto a sobresalir con su propio grupo. No olvidemos, por otro lado, que Alejandro López hace lo suyo desde la casa que fuera de Óscar Liera, inmueble intitulado Café ‘Cúcara y Mácara’.
Sin embargo, los esfuerzos de cada quien no han implicado el borrón del Tatuas de sus historias y currículums, lo que lleva a reconocerlo como el máximo grupo de Sinaloa, inspirador, desde hace mucho tiempo, para el surgimiento de diversas agrupaciones y el ejercicio activo de la disciplina teatral.
Nuestra entidad puede presumir la existencia de foros como los de Fernando Mejía y Juan Mendoza, incluidas las propuestas de Ramón Perea, Mayra Amezcua, Elisa Carreón, Rosalío Cañedo, Ernesto Tapia, Gustavo Enríquez, Marcos Barrón, Hortensia López Gaxiola y varios más, quienes, con tesonería y mística, también mantienen vivo al teatro. Pero por ahora hay que celebrar al Tatuas, que 35 años no se cumplen todos los días.