Se fue un icono de la danza

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  • El maestro Rubén Benítez Beltrán marcó una etapa importante en la historia del folclor en el estado

La danza folklórica perdió a uno de sus principales exponentes. Murió Rubén Benítez Beltrán: el artista, el creativo, el maestro que dejó una huella importante en la formación artística de cientos de generaciones.

Su vida fue el arte y de él vivió. Disfrutó y llevó al límite los cánones establecidos en el folclor, con coreografías inspiradas en la forma de vida de los pueblos de México.

Director del Ballet Folklórico Mukila Mazo, como sucesor de su padre, siempre logró que el escenario fuera fiesta con mariachi, banda, música tradicional. No se limitó a los espacios cerrados, pues además hizo la fiesta en plazas públicas y escuelas. Hizo brillar a su grupo en el país y en extranjero. Rubén fue firme: la danza era para todos.

Y en ese afán, los lugares más recónditos, así fuera un pueblo muy chiquito, propiciaba que sus bailarines lo dieran todo.

Él siempre detrás de la escena. No ocupaba los reflectores. Pocas veces subía a ella para recibir los aplausos. Desde su aparente timidez, sabía que lograba -a través de sus alumnos- que la magia de la danza se diera.

La riqueza cultural

Libre y apartado de la institucionalidad cultural, sólo necesitó una grabadora y un tejabán para lograr que hasta las ‘piedras’ bailaran.

Visitó los pueblos indígenas para de ahí recrear sus costumbres y tradiciones, lo que le valió algunas críticas, pero siguió adelante mostrando grandes vestuarios, maquillajes y movimientos en cada una de las coreografías.

Ballet Folklórico Mukila Mazo

Rubén Benítez murió y sus alumnos y amigos siguen llorando su partida. Sus exigencias, a veces duras, ahora son anécdota.

Tenía algunos años que había puesto una pausa al Ballet, no así a su trabajo como director de la Escuela de Ciencias y Artes Mukila Mazo, de donde egresaron cientos de maestros.

Bajo su dirección, dio seguimiento a esta institución, reconocida en todo el país; además coordinaba los Centros de Iniciación Artística en Sinaloa.

Baila, el cielo es eterno

En confesión con su amigo Rafel Borbolla, dijo: “A veces, yo también me quedo con los ojos blancos como atravesando el viento y las cosas, así muy profundo, más allá de la mirada y de los sonidos y de pronto, en un punto invisible encuentro el venero que alimenta mi alma, que alimenta mi danza, yo sé que me crees”.

En los recuerdos de sus compañeros, Rubén también fue un bailarín excepcional, nadie como él ejecutó La danza del fuego, El Coyote, que bajo la dirección de su padre mostró en distintas partes del mundo.

Heredero de una fuerte disciplina, se fue formando en el camino como uno de los mejores maestros de danza en el país. Su formación además como normalista, le permitieron ser un investigador del pasado indígena.

Recorrió sierras, desiertos y caminos con ese fin.

Pero Rubén ha partido, dejando al mundo de la danza, triste. Su inesperada partida, con apenas medio siglo de vida, ha dolido, pero seguramente baila, porque el cielo es eterno.

Aquí en la tierra su legado permanece porque, así como lo escribió su amigo Heriberto Inzunza, hizo de las suyas y se fue sin saber cuánto lo quiere la gente. Cómo lo respetaban y admiraban.

Descanse en paz.

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