“Rápida y fugaz” fue la guerra de independencia en Sinaloa, resumía el historiador José G. Heredia el paso de la borrasca independentista por nuestro estado, que solo dio para tres batallas: una victoria y dos derrotas.
Y tras los agarres que hubo en Rosario y San Ignacio en el sur, y en Charay en el norte de Sinaloa, “una pesada calma se extendió sobre el noroeste de la Nueva España”, escribió don Antonio Nakayama.
Y lo que prometía ser una guerra en forma terminó en la represión a la más mínima sospecha de ser partidario de aquella “abominable sedición contra el trono y el
altar” denunciada desde los púlpitos.
Tras la ocupación de Guadalajara por las huestes insurgentes, don José María González de Hermosillo pidió a don Miguel Hidalgo permiso para promover la rebelión en el noroeste de la Nueva España.
Tras aprobarlo y darle el grado de teniente coronel, González de Hermosillo salió de Guadalajara el 1 de diciembre de 1810 con unos cuantos soldados, entre ellos don José Antonio López, que había sido oficial de milicias de la Nueva Galicia.
2. LA BATALLA EN ROSARIO
Cuando entró al pueblo de Magdalena ya llevaba mil hombres a pie y doscientos jinetes, casi desarmados pues llevaban solo con unos cuantos arcabuces viejos.
Cruzó el distrito de Tepic, entró a Sinaloa donde ya se tenían noticias contradictorias de la revuelta, traídas a lomos de mula por arrieros, viajeros y comerciantes.
El 18 de diciembre de 1810, ya frente a Rosario, eran ya 2 mil insurrectos los que se enfrentaron el día 21 contra los 600 soldados del coronel Pedro de Villaescusa.
Cuando los “pardos” que cuidaban el puerto de Mazatlán, desertaron, Villaescusa se quedó con solo 40 hombres, por lo que grupos de muchachos rosarenses lo apoyaron azuzando a pedradas a los rebeldes.
Finalmente, Villaescusa se rindió y solo hubo dos muertos: un soldado realista y un funcionario de alcabalas, Diego Pérez, a quien los indios le cortaron los testículos y los pasearon por el pueblo atados a una cuerda. La indisposición de los pobladores era patente.
Ya en el mineral, González de Hermosillo embargó bienes y pudo enviarle a Hidalgo los primeros 12 marcos de plata de cuantos se esperaban, para financiar la rebelión.
3. LA MARCHA TRIUNFAL
Era gobernador intendente de las provincias de Sinaloa y Sonora el brigadier Alejo García Conde, quien convocó a la población a luchar contra los insurgentes, mientras que el presbítero José Joaquín Calvo, gobernador de la mitra, instruyó a los párrocos que condenaran la conducta de Hidalgo y de los rebeldes, y les recomendó ayudar a las autoridades a mantener en paz a los vecinos.
Mientras, González de Hermosillo partió a Cacalotán, pasó por San Juan Bautista de Mazatlán (hoy Villa Unión) y llegó a San Sebastián (Concordia), donde fue recibido en son de triunfo, duplicando su tropa, apoyada con 600 caballos y las armas incautadas a Villaescusa (incluso seis cañones).
A su vez, Villaescusa, quien fue dejado libre a condición de no tomar más las armas contra los rebeldes, se fue rumbo a San Ignacio Piaxtla, donde reclutó gente y pidió apoyo desesperado al intendente García Conde, que se hallaba en Arizpe, Sonora, a 400 leguas del lugar.
Por su parte, González de Hermosillo partió hacia San Ignacio Piaxtla, a enfrentarse de nuevo con Villaescusa, con la instrucción de llegar a Cosalá donde, por órdenes de Hidalgo podría conseguir más plata para costear los gastos de la guerra, prometiéndole el grado de brigadier si lo conseguía.
A su paso por Mazatlán, a sus cuatro mil hombres se sumaron los “pardos” de Mazatlán, los mismos que traicionaron a Villaescusa en Rosario.
4. LA DERROTA EN SAN IGNACIO
Pero en San Ignacio, a donde llegó el 7 de febrero (otros dicen que en enero) de 1811, tuvo una dolorosa derrota, al no tomar en cuenta a los 600 indios ópatas, curtidos en la guerra en la frontera, que traía García Conde a marchas forzadas desde Arizpe.
Tras cruzar al río para entrar a San Ignacio, engolosinado por la fácil victoria en Rosario contra Villaescusa, las tropas insurgentes fueron cercadas por los guerreros ópatas con una estrategia ideada por un el experimentado militar que era García Conde, forjado en las guerras contra las fieras tribus del noroeste.
El saldo para los insurgentes fue de 500 muertos, cientos de heridos, pérdida de armamento y de sus archivos, y hasta del estandarte con la virgen de Guadalupe que fue encontrado después en la hacienda de La Labor. Hasta al dominico fray Francisco de la Parra cayó prisionero. Los que no murieron, se amnistiaron o huyeron a la sierra.
Total, un desastre.
González de Hermosillo seguiría en la lucha en otros frentes de batalla.
Era el acabose para la causa independentista en Sinaloa.
5. REBELION EN BADIRAGUATO
Sin embargo, hubo un tercer brote rebelde en Sinaloa, en marzo de 1811, en la sierra de Badiraguato.
Lo encabezó un indio ópata o tehuima llamado Apolonio García, que ante los vientos de fronda que soplaban en el sur del país (y en Sinaloa con la llegada de González de Hermosillo), conspiró para levantarse en armas el 6 de marzo de 1811.
Sin embargo, fueron denunciados por un tal José Miguel, jefe político del lugar, ante el párroco de Badiraguato, Miguel María Espinoza de los Monteros, quien “dio cuenta al Ilmo. don Francisco de Jesús Rousset y Rosas que los pueblos de Cariatapa, Guatenipa y Morirato se inclinaban abiertamente a la causa de la independencia e intentaban sublevarse”.
Entonces, los conjurados (alrededor de 300) adelantaron el levantamiento y salieron rumbo al norte, pasando por Bacubirito donde hubo saqueos y por la villa de Sinaloa, y el día 13 ya estaban en Charay (El Fuerte) donde el día 14 se enfrentaron con un destacamento realista al mando del capitán Juan José Padilla, quien los derrotó totalmente, matando a 50 rebeldes y tomando muchos prisioneros.
6. LA TENSA CALMA
A esto, siguió la “pesada calma” afianzada con la eficaz represión contra cualquier indicio de rebeldía en la población de Sinaloa y Sonora, sobre todo en la Sierra Madre, a donde huyeron muchos de los rebeldes.
En la villa de Sinaloa (ahora Sinaloa de Leyva) los mineros y hermanos Juan Nepomuceno y Manuel Heredia proclamaron la independencia, mientras que, en el Pánuco, los hermanos José de Jesús y Nicolás Hidalgo, según parientes de Miguel Hidalgo, apoyaron con su fortuna a la causa, por lo cual fueron procesados por la Real Audiencia de Guadalajara.
González de Hermosillo continuó su lucha en Jalisco y en el noroeste, y llegó a ser comandante general de los insurgentes en la Nueva Galicia -que incluía a Sinaloa-. Fue asesinado en 1818, y en su honor se le impuso el nombre de Hermosillo a Villa del Pitic, Sonora, en 1828.
Y así transcurrieron esos días de transición, hasta la jura de independencia en 1821, en cada provincia y en cada región, en donde antiguos enemigos en el campo de la batalla y de las ideas hicieron la paz bajo la bandera del ejercito Trigarante, en el breve imperio de don Agustín de Iturbide.
Ya después vendrían nuevos motivos para estar a la greña.