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El maestro vivió enteramente para la danza, pero ahora bailará en otro cielo.
Nunca conocí a nadie que amara tanto la danza como él. Alejado de grupos, de las instituciones, de la cultura oficial, Jorge Tapia Serrano se abrió su propio camino, siempre brillante.
Fue un maestro de tiempo completo, quien desde su academia, fundada hace 37 años, formó a cientos de generaciones; y también en la Secundaria Gabriel Leyva Velázquez y en la Preparatoria Emiliano Zapata.
Suena mucho, pero sí: él era incansable. Hasta sus últimos días pensó, soñó y vivió para la danza. Siempre tenía en mente lo que haría los próximos días… el festival, el vestuario, las coreografías, un curso nuevo.
No lo anunciaban los periódicos, pero al menos cinco veces al año perfeccionaba sus conocimientos en las danzas polinesias, para renovar los repertorios.
Jorge era un hombre de una sola pieza y un gran artista en todo el sentido de la palabra. No le pedía nada a nadie para hacerlo: confeccionaba el vestuario, diseñaba la escenografía, se hacía sus coreografías, cantaba, tocaba instrumentos musicales.
Todavía lo recuerdo en las últimas pláticas que tuvimos en su Estudio de Danza, ubicado en la colonia Morelos. Hablaba del próximo festival, de las coreografías, que mientras se recuperaba, su sobrina Cinthia montaba.
Ese día comimos mangos, ciruelas, helados de mango. Todo un manjar, de los que solíamos disfrutar. Lo recuerdo feliz. Ahora que despierto y me entero de su muerte, esa es la imagen con la que me quedo.
Es difícil aceptarlo porque maestros como él, que amaban su profesión y entrega, no se dan a puñados. Se ha ido un grande que se entregó en contra de todo a la danza, desde que era un niño.
Inició su labor docente en la Escuela Velina León de Medina, después en la secundaria de Sánchez Celis, de Aguaruto, donde trabajó primero con una grabadora prestada, pero siempre impulsado por las ansias que niñas y jóvenes tenían por bailar.
“Siempre tuve la inquietud por bailar, aunque de niño los maestros no me escogían para bailar, pero cuando estudiada en la Velina León de Medina, la maestra Martha Valenzuela miró mis inquietudes y tenía 12 años cuando ya estaba montando cuadros”, me contó en alguna ocasión.
Al tiempo se atrevió y salió a la Ciudad de México, a estudiar en Bellas Artes y en el Instituto de Investigación de la Danza Mexicana. “Me atreví a irme, me fui a la Ciudad de México, sin permiso, a estudiar; regresé y sigo siendo formador de generaciones”.
A Tapia Serrano siempre le gustó ser diferente. Aunque se inició en el folclor y el ballet clásico, se inclinó por la danza polinesia, una disciplina que para él lo fue todo. La danza para Jorge tenía un sentido muy claro y no se cansaba de repetirlo: “La danza para mí es volar y soñar, es tener una ilusión en la vida por la cual lucharé siempre. Nunca me canso, los años me vigorizan más. Cuando uno nace con este don, lo tiene que cumplir siempre. Danzar te permite estar vivo, porque cuando uno baila te imaginas tantas cosas buenas, afloran emociones, viajas a través del movimiento, el espacio. La danza no te permite estar enfermo, ni que te duela nada, siempre se tiene que bailar”.
Y tenía razón. Él siempre se mantuvo de pie, en lucha y un amor profundo por la danza, por subir a ese escenario en el que tantas veces compartió su magia, sus coreografías y sobre todo su entrega total.
Adiós, maestro. Con profundo pesar, todos los que estuvimos cerca de ti, nos quedamos con muchas enseñanzas, por que siempre supiste ser amigo y maestro.
Aplaudimos todo lo que ahora se queda.
Que triste noticia, estoy sorprendida el siempre dedicado y con su gran pasión por la danza, le agradezco su enseñanza, aprendí muchas cosas de el su creatividad era enorme y dejo en mi vida gran enseñanza. Mis condolencias a su familia estoy con ustedes en este triste momento Carmen A Moreno.