Parafraseando algo que hace años leí por allí, digo yo que colocada la situación en puntos definitivamente extremos, a un músico se le mata, quizás. Se le vuela la cabeza si la cosa es proporcionada, y no hay más remedio. Pero no se le humilla delante de los suyos, y mucho menos delante del público. Entonces concluyo que lo que hizo el director artístico de esta puesta en escena con uno de los miembros de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes (OSSLA), Francisco Cedillo, sí que fue una canallada y también una bajeza: avergonzarlo frente a la gente que se arremolinó en el parque Las Riberas, media hora antes de que empezara el concierto “Más allá de la pared” en tributo a Pink Floyd, el jueves 26 de octubre, provocó comentarios lacerantes contra ese hombrecillo que ha de creerse el non plus ultra de la batuta. Pero independientemente de amarguras enclosetadas (nadie me puede contar lo que esto significa), el que aquí digo no fue un concierto, sino una completa maravilla de producción en el marco del Festival Cultural Sinaloa. Al cien el ensamble de la OSSLA con el músico Alejandro Marcovich, con The Pink Power Band y las chicas y los chicos del coro.