Conozco desde hace muchos años a Minerva Solano. Incluso, hacia la época en que estuve al frente de la Galería de Arte Frida Kahlo de la UAS, le organicé una exposición individual que resultó de factura aceptable, de acuerdo a su juventud de entonces. La conozco como persona y también como artista, pero con muy poco trato en su papel de funcionaria, al menos por el tiempo que fungió como directora del Museo de Arte de Sinaloa, espacio del que tengo más recuerdos con Rosa María Hass en la Dirección.
Antes que a Minerva, conocí a su padre Esteban Solano, por los días amarillentos como titular de Acción Social del Ayuntamiento de Culiacán, pues de allí dependía lo que hace mucho era nada más el Departamento de Cultura, que hacia la administración de Aarón Irízar pasó a Dirección y luego a Instituto Municipal de Cultura Culiacán. Era una oficinita, que tuvo su brillo (por consecuencia) con aquellos magníficos Viernes Culturales durante la presidencia de Ernesto Millán Escalante, esos fines de semana luminosos que aún permean en el recuerdo, justo cuando también brillaba el Festival Cultural Sinaloa de María Teresa Uriarte de Labastida.
Lo que puedo, hasta ahora, decir de Minerva Solano, es que es una persona afable, de buen trato, con la sensibilidad debida para los asuntos del arte y la cultura.
Lo que no puedo asegurar, es si nada más es un arete en la percepción que de la cultura pudiera tener el rupestre presidente municipal que nos mandamos, Jesús Estrada Ferreiro; y digo arete, porque no estoy cierto si a este señor en realidad le interesa el tema, si nada más está cumpliendo con el requisito de sostener, con todo y su titular, al Instituto Municipal de Cultura Culiacán.
Lo más paradójico, es que, los ciudadanos que emitimos el voto para que Andrés Manuel López Obrador asumiera la presidencia de México, sí llegamos a soñar con un país distinto y con un Culiacán diferente, cosa de la cultura incluida; sobre el tema del país, todo está por verse a partir del próximo 1 de diciembre; respecto al municipio, como que aquel señor ya enseñó el cobre y todo parece indicar que no vamos a ver grandes cambios.
Pero, además, qué tanto podría sorprendernos Minerva Solano, con las arcas municipales en la miseria, con un presidente sin gusto por la cultura, y sin un proyecto visible que pudiera prever esperanzas. Si la pongo más sencilla: la intencionalidad ya se hubiera visto si Solano, con la venia del presidente, ya hubiera dicho esta voz es mía respecto al uso (desuso) del Auditorio Inés Arredondo, que debía, desde siempre, tener una vocación cultural.
Pero sin proyecto, sin dinero y sin cabeza presidencial brillante, de cualquier modo, habrá que estar al pendiente, señalando, poniendo las íes en la desilusión (cuando la haya), o destacando el buen hacer (si sucediese). En los días que corren, nada se ha visto. Pero nada de nada. Es como si Gabino mi vecino -a quien la cultura le importa un carajo- ocupara la titularidad de la oficina de Minerva. Y nada de que no ha pasado el tiempo, que 3 años no son nada y lo que no se haga ahora ya no sucederá nunca. Así de fácil. Y punto. Comentarios: contacto@al100xsinaloa.com