LOCURA CALLADA

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Dijo que se llamaba Elvira y sus senos se derretían esa noche de septiembre.

¿Qué es la locura? ¿Un tema de divertimento? ¿O ni siquiera es un tema? ¿Cuántos locos de pueblo recuerda usted? Son entrañables. Le dan sabor a los días, ¿pero será su objetivo en la vida?

Hemos visto o participado en marchas para pedir la aceptación de las personas Down, para exigir que respetemos los espacios azules para discapacitados, para que los periodistas tengan garantías en el ejercicio de su trabajo, para que cuidemos el agua, para que renuncie el Presidente de la República, por el Día de la Diabetes, por los enfermos de SIDA, por la no criminalización de los trabajadores de la salud, etc., etc. La última y más  escandalosa: en contra de las familias gay (y todo lo que hemos visto en las redes).

¿Ha escuchado usted de alguna marcha a favor de los enfermos mentales? Yo no.

–Voy a ver a mi madre a Jalisco.  Vengo de Tijuana. Nací en el 72. Corrupción, corrupción.

Las enfermedades mentales son muy comunes. Hay ciertos padecimientos de orden psiquiátrico que tratados, permiten al paciente llevar una vida digna, desempeñarse en alguna área,  tener un ingreso y una familia.

Tal vez en su área de trabajo haya un paciente psiquiátrico diagnosticado con bipolaridad, tal vez alguno con trastorno de ansiedad, o algún depresivo.

Si no ha tenido una crisis en horas de trabajo, es posible que usted no sepa de su padecimiento.

Hay también, por desgracia, enfermos psiquiátricos que permanecen escondidos por su familia, sin tratamiento. Tal vez amarrados o encerrados en una habitación alejada que se hizo para ese motivo, para que sus gritos no sean escuchados mientras el padecimiento avanza y la oscuridad crece, a la vez que las lucecitas en el cerebro se van fundiendo.

–Chúpamela, güey.

Y mientras que las enfermedades mentales avanzan por el uso de drogas, el gobierno recorta presupuesto a la salud.

El Hospital Psiquiátrico de Sinaloa, ubicado en Culiacán, atiende a pacientes de todo el estado, así como a un buen número de pacientes de Sonora y Durango. Cuenta apenas con 32 camas, divididas en igual número de hombres y mujeres; y en 2015 su cuota por consulta externa se duplicó. Nadie dijo nada.

–Ya se fue mi autobús, me bajaron aquí porque descubrí que traficaban droga en el camión. Perdí mi maleta. Estos güeyes le traen la droga al Chapo, yo soy inocente.

Nunca los familiares de enfermos psiquiátricos han salido a las calles a exigir respeto. En la última marcha vimos a niños y adultos con pancartas que decían: “Tengo un familiar gay y lo amo, merece ser feliz”. Celebro su empatía y abrazo la causa. En el tema psiquiátrico eso no pasará, los familiares de enfermos de cualquier trastorno mental pequeño o grande– no saldrán a la calle, temen que se sepa, que se les juzgue locos por tener a un enfermo en su familia, como si pudiera contagiarse. Tampoco irán al Congreso del Estado a exigir un mayor presupuesto.  Hay que callarlo. Evitar las cámaras y los medios. Mientras, la oscuridad para el enfermo se acentúa.

–Corrupción estatal, federal y municipal. Me quieren llevar. Me llamo Elvira y esta es mi acta de nacimiento.

Los enfermos mentales “controlados” y sus familiares no salen a exigir más hospitales, aun cuando saben que han necesitado una cama para internamiento de urgencia y muchas veces no ha habido. Aun cuando muchos de ellos hacen hasta 7 horas de camino para llegar a la consulta. Este tema no preocupa a los legisladores, pues los locos no votan, son invisibles.

–¿Qué me ves, puto?

 Y cuando son internados, no va ninguno de sus familiares a tomarse una selfie con ellos para subirla al face, como se estila ahora que cae cualquiera al hospital.

–No pueden ustedes dos conmigo, les faltan güevos. ¡Llamen a la policía,  corrupción!

El pasado lunes 12 de septiembre llegué a Culiacán en un autobús, a las 11:30 de la noche. En la Central, un par de policías privados sometían por los brazos a una mujer, que desde el suelo los pateaba.

Nos fuimos acercando a preguntar lo evidente: era una crisis psiquiátrica.

Elvira era una viajera solitaria que bajó al baño en la central de Culiacán, y tal vez al verse en el espejo los demonios se desataron. Entró en una crisis terrible. Mientras algunos viajeros se alejaban a toda prisa para evitarla, otros tomaban su mejor localidad para ver la función gratuita. Los maleteros, por ejemplo, fueron por Sabritas y refresco para acomodarse a verla correr, tirarse, levantarse y más tarde desnudarse.  Una vez desnuda, las cámaras de los celulares que ya la grababan se duplicaron, y aunque los guardias pidieron que no grabaran ni sacaran foto, el morbo triunfó. Una jovencita y su madre grababan, burlonas; la chiquilla, incluso, lanzaba algunas frases en inglés cada vez que Elvira decía: “Se fue mi bas”. Por eso, cuando Elvira se soltó de los guardias para darle una buena patada a la chiquilla, yo también sonreí.

Elvira ya paseaba libre por el área de abordar, y desnuda como estaba, los guardias evitaban tocarla. 50 minutos  tardó en llegar la policía, que tampoco actuó. Más  tarde llegó la Cruz Roja, limitándose a tomar los datos para registrar el servicio, y 10 minutos después se marchó. Yo sugerí que la policía la llevara a urgencias del Hospital Psiquiátrico, acompañada de un representante de la Central Camionera. Fui amenazada por anotar su nombre y hasta por sacar fotos con mi celular, que había muerto sin carga media hora antes de llegar a Culiacán.

A la 1:00 de la mañana me despedí de Elvira. La Central lucía vacía. Los policías de la Central y los otros que  llegaron estaban sentados, platicando, ahora en las bancas que dan al estacionamiento. Cerca de ellos, Elvira permanecía sentada en el suelo, jugando con sus tetas. Elvira es una persona. Alguien la esperaba y aunque dio el teléfono de su madre al menos tres veces, nadie hizo por llamarla.

1 COMMENT

  1. He sabido que los problemas de salud mental son curables en un 99% de los casos. Pero es necesaria una mayor atención y màs conciencia. Gracias por compartir esta historia y llamar nuestra atención.

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