LAS CULEBRAS HUMANAS DE LOS MAYOS Y EL «SUJJAN»

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Sujjan y la culebra. Ilustración de Tania Larizza Guzmán, 2019

Una tarde cuando niño, el portal de mi casa paterna, hecha con gruesos ladrillos y techo de tejas, estaba llena de familias vecinas que vivían en chozas de palma o de lámina de cartón, y que habían venido a refugiarse porque se había anunciado por la radio que se nos venía una «culebra de agua».

Por más explicaciones que pedí, poco pude aclarar qué era eso, aun cuando los mayores me señalaban al cielo para mostrarme algunas nubes a las que no hallé forma de nada.

De entonces para acá he oído esa expresión muchas veces. Mucho después supe que era una forma antigua y popular de llamar a las trombas. ¿Por qué «culebras»? Nunca lo supe… Quizá las antiguas tribus cahítas tengan que ver con eso.

2. MONSTRUOS NACIDOS DEL PECADO

Viene al caso porque estuve leyendo un libro de tradiciones orales mayo- yoremes de esa gran nación indígena que abarca el norte de Sinaloa y el sur de Sonora, y se les menciona en el capítulo «El flechador del Cielo y la Serpiente».

El volumen se titula «Narrativa mítica verbal en el río Mayo: Aproximaciones al universo sagrado de un grupo amerindio (cahíta)», en edición digital del INAH dentro de su serie «Rutas de campo» (segunda época, No. 7, enero-junio de 2020), hecho con entrevistas a miembros de la comunidad mayo, de 2002 y 2014 a la fecha.

Según esa tradición, esas culebras de agua, de mar y otras que habitan bajo tierra, son las que provocan trombas, ciclones y sismos, y no son sino seres humanos que, por sus pecados (sobre todo el incesto) son condenados a convertirse en monstruos.

De matarlos se encarga el «Sujjan», un arquero celeste que se anuncia como un aerolito de color verde, quien les caza y, al impactar sus flechas sobre esas bestias, provocan un gran tronido, por lo que los mayos lo consideran «el primer cohetero» que hubo.

3. JUAN VENADERO Y EL ZOPILOTE

Un tiempo, cuando recién los dioses – o Dios, según el catolicismo- regalaron al ser humano las cinco diferentes plantas de maíz para que las reprodujeran y se alimentaran, hubo un cazador al que llamaban Juan Venadero.

Vivía en una choza en lo solo del monte y tenía por amigo a un «auro» (zopilote de cabeza roja), un «wiiru», al que daba de comer los restos del venado muerto.

Un día, al regresar a su choza, Juan la encontró muy limpia y al otro día igual, pero además con un mantel con tortillas, que no las conocía, y al comerlas con carne asada le parecieron muy sabrosas.

Al preguntar al «auro», si había visto quién estuvo allí, este la vigiló y descubrió que era una hermosa muchacha, de quien dijo saber dónde vivía.

Y montado en su lomo, lo llevó a través de las nubes al cielo, al otro mundo. Allá vieron a la joven, en una choza, y en la del lado, un anciano y una anciana.

Ella lo envió a hablar con su padre, el anciano, quien lo sometió a algunas pruebas difíciles de las que Juan salió victorioso gracias a la ayuda del «auro».

4. «SUJJAN», EL ARQUERO CELESTE

En la última prueba, calaron su puntería arrojándose flechas uno al otro. El anciano no le atinó al joven, pero este si le dio al viejo.

Ya moribundo, el anciano le permitió quedarse en «ese mundo», con la muchacha, pero le dijo: «tú vas a ser el vigilante de todo el mundo entero», y le dio sus armas.

Se encargaría de eliminar a todos «aquellos cristianos humanos (…) que se convirtieron en serpientes» (…); «que no les hagan daño a las personas».

Mucho hay de tradición católica entreverada en estas leyendas, como es natural en todo sincretismo, tanto por la fuerte noción de pecado implícita en el origen de esos monstruos, como por los nombres con que llaman a ese arquero:

Al Sujjan los mayos le llaman «Juuanciito», y lo relacionan con San Juan, San Miguel, Santiago y hasta con Cupido, según donde se pregunte.

Al zopilote que le acompaña le llaman «Tekuée Wiiru» («wiilu» es el zopilote normal)

Cuando los mayos ven una estrella fugaz, no piden un deseo como nosotros, sino que deben guardar silencio porque saben que es el Sujjan, que anda cazando a alguna serpiente, las cuales al morir se transforman en otro animal, pero ya no en lo mismo.

5. VARIEDADES DE CULEBRAS

Respecto a esas «culebras de indio» («yorembaakot» en idioma yoremme) son personas que, por sus pecados, se convierten en bestias y llegan a tener hasta quince cabezas, siete por cada lado, y en medio una cabeza humana.

Hay diferentes variedades: El «Teémusse» es una víbora gigantesca, la más sanguinaria y temible de los animales de la tierra; anda por debajo del suelo y jala a sus presas (vacas, caballos) aspirando fuerte.

Otro es el «Baawesiikum», un torbellino que saca peces del mar y los deja regados por la tierra, hasta que Sujjan se asoma desde el cielo y lo flecha con una luz explosiva.

«Babatukku» llaman a las trombas, capaces de matar mucha gente con el viento, con los remolinos, con agua; es una culebra negra que tumba casas, dice otro informante. «Hay sones [de pascola] del babatukku».

En otra parte llaman «Naamubaakot» a las trombas: «naamu» es nube, y «baakot» es culebra.  Culebras de nubes, que se forman en tiempo de ciclones, unas nubes negras que se mueven como sierpes, las culebras del Diablo.

Don Luciano Espinoza Medina, de La Trinidad (Huatabampo) dijo en 2012 que «el año pasado no sé si supiste que cayó uno aquí para el lado de Navolato, Culiacán, ahí en la sierra, y dejó un boquete en un cerro».

6. EL «TEÉMUSSU» DE MOCHICAHUI

Don Altagracio Blas López, de La Rueda, Huatabampo, narraba en 2012:

«—Es un animal que carga un serrucho aquí [en la frente] (…), va abriendo por donde va, pero por debajo [de la tierra] y la rajadura llega hasta arriba (…).

«—¿Ya no se escucha de ese monstruo? — [pregunta el entrevistador].

«—¿El del serrucho? Pues ese animal creció allá en el cerro y se fue para el mar; allá lo mandaron, no creas que se fue por su gusto. Se fue bajando la tierra, por debajo, pero hasta [a]fuera llegó la rajadura porque de arriba le tiró. Como un animal que mató también aquí, en Mochicahui [Sinaloa], es claro. También iba por el río [Fuerte] una culebra, iba por el río desparramando el agua por todos rumbos, y hasta ahí nomás llegó, de por ahí le cayó, y luego lo llevó. Y ahí, que un canal, en aquel tiempo, regaba para allá para Los Mochis, todo eso, un canalón, o sea que un canal muy grande: “séekia” [acequia], le decían en la lengua. Entonces, ahí se enroscó, en la compuerta, tapó el agua, ahí no comieron [bebieron] los animales: los zopilotes, el coyote; una peste que tenía, todavía al año había pescado [podrido],

el animal ése. Tuvieron que hacer otra toma de agua por otro lado, para regar para allá.»

7. SAPOS EN EL VIENTO

Hay quienes dicen haber visto al Sujjan y lo describen como un viejito chapito y barbón, mientras mata y destaza a una serpiente de esas, e incluso les ha hablado para que no se acerquen cuando va a matar a una culebra, y les ha llegado a decir que no es el único.

«En un año acá, en Mochicahui [Sinaloa], mató a uno, pero tembló la tierra, haz de cuenta que fue por aquí, tronó recio, tembló la tierra [mató] a un pecador», dijo otro informante en 2013.

Cuando mata a esas bestias, «ya no hacen tanto problema de vientos ni de aguacero. Sí se viene, pero ya muy calmado. Pero cuando no baja eso, no, ahí sí arrastra con todo. Porque van vivos».

Cuando una de esas culebras de viento y agua cae, se sabe que son ellas por «un ventarronazo fuerte» capaz de secar un río al llevarse toda el agua en un remolino, de modo que hay quienes «oyeron los cantos de sapos así arriba en el viento», afirma don David Valenzuela Alamea, de La Loma del Refugio, Navojoa, en 2015.

Para los mayos–yoreme no es raro que haya tanto sismo, tanta desgracia por fenómenos naturales en otras partes del país, donde la gente está perdida, «no respeta», dicen.

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