LA AURORA BOREAL DE 1859 EN SINALOA

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La primera vez que supe sobre la rara aparición de una aurora boreal en Sinaloa fue en un breve apunte del historiador Eustaquio Buelna en su multicitado libro «Apuntes para la historia de Sinaloa» (edit. 1924).

Son dos o tres renglones retomados al vuelo quizás de algún periódico local, o de su memoria, en el apartado correspondiente a 1859, en una época en la que lo más inquietante eran las constantes asonadas y motines entre liberales y conservadores:

«Septiembre 1º.- En la noche de este día y la madrugada del siguiente, se observa en todo el estado una hermosa aurora boreal; la noche anterior se había observado una menos luminosa», escribió Buelna.

Cuando supe de eso, hace años, me pareció una noticia muy insólita. ¡Auroras boreales tan al sur! ¡Haya bonchi!

Pero no le di mayor importancia.

2. SUPERSTICIONES, PÁNICO COLECTIVO

Otra referencia al caso está en el «Diccionario geográfico, histórico, biográfico y estadístico del Estado de Sinaloa», de Amado González Dávila (Edit. Gobierno del Estado de Sinaloa, 1959), donde se lee:

« […] Por primera vez se observó en Sinaloa, a la una de la mañana del día 3 de septiembre de 1859. Una noche antes empezó a teñirse la atmósfera en la parte norte y noroeste de Mazatlán de un color escarlata vivo.

«Del horizonte se elevaba un bello cortinaje que llegaba a una altura considerable y contribuía a hacer más hermoso el espectáculo. Era un océano de fuego salpicado de estrellas. Esto, entre las gentes humildes causó terror principalmente entre el sexo femenino. Este interesante meteoro se disipó a las tres de la mañana del día 4. Las consecuencias fueron múltiples: “Supersticiones, pánico colectivo, escándalos públicos y agitaciones de partidos políticos y religiosos que demuestran la incultura de esa época y la infancia de la luchas cívicas”».

3. DANZANTES LUMINISCENCIAS

Recordé que en su clásico libro “Pueblo en vilo”, el historiador michoacano Luis González recrea el caso con base en relatos orales tomados de la comunidad de San José de Gracia, Michoacán, aunque él la ubica –erróneamente, a menos que haya habido otra- en 1861:

«Se vio en las madrugadas, al final del año, hacia el norte. Distaba mucho de ser la luz sonrosada que precede inmediatamente a la salida del sol. Las danzantes luminiscencias vistas en el cielo se asemejaban a la lumbre emanada de los lugares con tesoros ocultos, pero su enormidad infundía zozobra.

«Era como si se hubieran juntado a bailar todos los fuegos. Aquello parecía un combate en el que San Miguel y sus ángeles arrojaban rayos, centellas y bolas de lumbre contra el ejército de los demonios.

«Se dice que la aurora polar sacudió de terror a la gente citadina, pero nunca tanto como a los campesinos».

Y recuerda que en el otoño de 1789, hubo otra, y lo sabían los vecinos, aunque ninguno la hubiera visto. «Ésta de 1861, comparada con lo que se decía de aquélla, no fue menos maravillosa y tremebunda».

4. EL ANTECEDENTE EN 1789

De esa aurora boreal de 1789 que menciona don Luis González, hay testimonios de su visión en el centro del país, y si se vio hasta allá, también la vieron (o la padecieron) los sinaloenses de aquesta provincia de la Nueva Galicia.

En el “Diccionario geográfico, histórico y biográfico de los Estados Unidos Mexicanos», de Antonio García Cubas, se cita al historiador Manuel Orozco y Berra (1816- 1881), quien escribió, basado en testimonios:

«La noche del 14 de noviembre de 1789 se hizo visible una aurora boreal: al ver los mexicanos el color rojo del cielo, el movimiento de las luces eléctricas, y la extensión que iba tomando la zona iluminada, creyeron firmemente que llegaba el fin del mundo; que enojado el cielo por las culpas de los pecadores llovía fuego, como en otro tiempo sobre las ciudades malditas, y que era preciso disponerse a morir.

«En efecto: las familias enteras huían de sus casas, llevando de su hacienda lo que podían cargar; lloraban a grito herido las gentes por las calles, dando muestras de inmoderado dolor; los más culpables o más tímidos hacían públicamente la confesión de sus pecados, y la ciudad entera estaba sumida en el mayor desorden. «En balde, para evitarlo, puso el virrey partidas de soldados que atajaran a los fugitivos; razones ni palos les valían, y hombres y mujeres salían a los campos aguijoneados por el miedo».

5. EL EVENTO CARRINGTON

La aurora boreal de 1859 fue un fenómeno mundial estudiado por la ciencia de la época. Fue producto de una tormenta solar, la más grande de que se tenga registro.

El Evento Carrington, le llamaron, y el National Geographic escribe al respecto:

«Bautizado así en honor a Richard Carrington, un astrónomo inglés aficionado, este acontecimiento fue la tormenta solar de mayor magnitud registrada en la Tierra en los últimos 500 años. Sus resultados pudieron verse en todo el planeta en forma de auroras boreales en los lugares más insólitos, con una intensidad lumínica nunca antes vista.

«En la actualidad no estamos libres de que algo así vuelva a suceder, y los científicos advierten que de producirse un fenómeno de este tipo nuestro sistema de vida sufriría un impacto irreversible».

6. COMO LO VIERON EN EL MUNDO

La prensa, en el concierto de las naciones más civilizadas del mundo –para decirlo en términos de esa época- reportaron el suceso:

«Ondas luminosas se acumularon en rápida sucesión hasta el cenit, algunas con un brillo suficiente para proyectar una sombra perceptible en el suelo», informó el Times de Londres el 6 de septiembre de 1859.

A su vez, el periódico Weekly West reportó que la luz era tan intensa que los habitantes de Missouri podían incluso leer sin ayuda de luz eléctrica en la medianoche.

Incluso en Australia, el Moreton Bay Courier del 7 de septiembre publicó que «la mayoría de nuestros lectores vieron la semana pasada, durante tres noches, comenzando después de la puesta del Sol e iluminando los cielos con un hermoso tono rojo, la aurora del sur».

7. LA PRENSA EN MÉXICO

En México, que en aquella época no contaba con instituciones que estudiaran ese tipo de fenómenos, fue reseñado por el periódico La Sociedad:

«Entre la una y las dos de la mañana de ayer el director y los alumnos de la clase de astronomía del Colegio Nacional de Minería presenciaron desde su observatorio el espléndido meteoro tan raro en presentarse á nuestra corta latitud, una aurora boreal, ó con más propiedad, una aurora polar, ya que también en el polo austral se presenta este fenómeno».

Mientras que, desde Querétaro, se reportó a ese periódico:

«… a la una de la mañana del día 2 se extendía ya la luz rojiza hasta la constelación llamada vulgarmente las Siete cabrillas, que se veía dibujada sobre un fondo rojo, el que reflejaba sobre las paredes y torres de la ciudad, cuyas calles se presentaban harto iluminadas. […] Lo mismo debemos decir de la luz rojiza que se despedía del fenómeno, la cual era ya muy intensa, ya más débil y como desvanecida en la inmensa extensión del cielo que ocupaba […] Este fenómeno desapareció hasta estar próxima la salida del Sol del día 2».

8. DE SUCEDER HOY

Se calcula que esa tormenta solar emitió una cantidad de partículas energéticas equivalente a diez mil  millones de bombas atómicas, y los efectos en la Tierra se miraron el día siguiente, con afectaciones en el telégrafo, que se sobrecargó de electricidad y colapsó en todas partes, por lo que ese día no se pudo enviar mensajes.

Live Science afirma que «saltaron chispas de las máquinas de telégrafo en París y uno de los operadores informó haber recibido una descarga eléctrica muy severa».

Los científicos consideran que, si se presentase un suceso similar hoy en día, se registrarían «apagones globales» con la caída general de los sistemas de comunicaciones, dado que los satélites serían las primeras víctimas, colapsando a la mayor parte de la sociedad pegada siempre a sus celulares y computadoras o guiándose por GPS, y pegaría a los mercados financieros, la banca, las telecomunicaciones, y a un largo etcétera.

Así que a rezar para que nunca suceda…

 

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