GAY Y TREINTAÑERO

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Tengo ya 32 años. Soy homosexual.  Aún no tengo hijos como la mayoría de mis amigos, parientes o gente de mi entorno. De vivir en otra época, tal vez estuviera condenado a vivir una doble vida, o a esconderme para vivir «a ratos» como realmente me dicta mi interior.

Durante mis 20 años he cometido muchos errores y he disfrutado tanto también; he conocido buenos amigos, he conocido malos amigos, que ahora son simples conocidos; mucha gente se ha equivocado conmigo, me he equivocado con otros tantos, mucha gente me ha herido y he herido también a otros tantos. He acumulado experiencia.

Vivimos sometidos a tanta información de estereotipos ideales, como el cuerpo perfecto, el éxito económico, la belleza ideal, la pareja ideal, la familia perfecta.

Me rehúso a pensar que mi fin en esta vida es asistir a toda reunión o fiesta donde me emborrache, conozca a alguien y tal vez termine en un acostón.

Me rehúso a pensar que mi vida girará en usar aplicaciones para buscar sexo casual, cada vez que necesite tener contacto físico con otra persona.

Me rehúso a pensar que voy terminar solo y que esa soledad tenga que llenarla con alcohol o drogas.

Me rehúso besar a una persona diferente cada semana, sólo para llenar un vacío.

Me rehúso a someter a mi cuerpo a dietas y ejercicios para agradar a gente que ni conozco.

Me rehúso a trabajar tanto, sólo para comprarme cosas que no necesito, porque lo dicta una moda.

Me rehúso a conocer tanta gente falsa que me saluda con una sonrisa, pero por la espalda se expresa mal de mí.

Procuraré mirar más a los ojos cuando hablo con alguien para de verdad poder ver su alma.

Procuraré ser más cuidadoso cuando conozca a alguien nuevo, y fijarme en su interior más que en su exterior.

Procuraré informarme más acerca del uso de alcohol y drogas; es importante conocer sus riesgos para no caer en ellos.

Procuraré besar antes en el alma que en los labios.

Procuraré hacer dietas y ejercicios más por salud y satisfacción personal; tener panza también está bien.

Procuraré comprar cosas que hagan más agradable mi entorno y ahorrar para comprar experiencias, no acumular posesiones.

Procuraré querer más a los amigos que ya tengo, antes que coleccionar conocidos.

Procuraré dejar de buscar y esperar al príncipe azul, y enamorarme realmente de mí.

Aunque nos falta un gran camino que recorrer para ser aceptados plenamente, vamos ganando poco a poco reconocimiento dentro de la sociedad, pero a veces me pregunto: ¿qué estamos haciendo nosotros con toda esa libertad que estamos ganando?

Vivimos cada vez dentro de un mundo individualista, egoísta; estamos dejando de pensar en qué estamos aportando a esta sociedad como comunidad, pues si bien siempre lamentablemente hemos tenido una mala imagen frente a la sociedad, tenemos la responsabilidad cada uno –desde nuestro trabajo, casa, círculo de amistades– de aportar algo positivo y cambiar este mal concepto que cae sobre nosotros. Hagámoslo por los más jóvenes.

No somos eternos. La vida es un instante. La juventud una chispa. Hay que aprovecharla positivamente y con responsabilidad. No vaya a ser que luego lo lamentemos.

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