FCS: PRUEBA DEL ÁCIDO SUPERADA

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Lo que era un reto para el gobierno de Quirino Ordaz a través del Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), el viernes 13 de octubre logró superar la prueba del ácido referente a la inauguración del Festival Cultural Sinaloa (FCS), situación medible a partir de distintas aristas, cada una con sus asegunes, según podrá apreciarse más adelante: este año se está cumpliendo el aniversario 30 desde aquel 1987, cuando la administración de Francisco Labastida Ochoa puso a andar un mecanismo magnífico, justamente bajo el nombre de Festival Cultural Sinaloa; la gestión del ISIC bajo el mando de Papik Ramírez Bernal asumió el reto de utilizar el mismo espacio del FCS para sus conciertos masivos; y se atrevió a relajar la concepción de la exquisitez aristocrática en cuanto al contenido de una agenda cultural, contratando a un Juanes de extracción comercial.

Por si fuera poco, el ISIC decidió iniciar el FCS en viernes 13, que el argot popular asume como de mala suerte; y además por la tarde de ese día hubo constantes amenazas de lluvia, como si la cosa del “viernes 13” no fuera un asunto de nomás la puntita, sino que había que tomarlo igualito como lo toma la gente supersticiosa.

Hacia el término del gobierno de Labastida Ochoa, la entonces primera (y penúltima dama por decreto) confesaría a este periodista (publicado en El Debate por aquellas fechas) que ella deseaba que hubiera un séptimo festival y muchos otros, orquestado por manos sinaloenses, dada la crítica que se venía haciendo por el hecho de que el FCS fuera comandado por puros chilangos. Y sí hubo un séptimo, pero la administración de Renato Vega Alvarado lo acabó de un cuchillazo. Luego fue revivido durante la gestión de Juan Millán, ninguneado por las épocas de Jesús Aguilar Padilla y vuelto a revivir con Mario López Valdez. La fiesta debe continuar, decretó Quirino Ordaz y fue a su gobierno a quien el viernes 13 de octubre de 2017, en franca fiesta popular, le tocó celebrar los 30 años (con sus altas y bajas, a veces con otros nombres y como sea) del FCS, que en los días de María Luisa Miranda lo señalaban como “Fecusín”.

Si en 1987 quien abarrotó la plancha de la explanada de la Unidad Administrativa del Gobierno (“el palacio de gobierno” para la gente de a pie y de camión urbano) fue la Orquesta Sinfónica de Leningrado (que en horas de la noche, en la banqueta del Hotel Executivo, con gracia intentaría tocar El Sinaloense con la ayuda de músicos de aquí), al paso de 30 años fue el colombiano Juanes quien dijo que traía puesta la camisa negra porque negra traía el alma, atiborrando con sus carisma y el éxito de sus canciones el zócalo capitalino sinaloense, porque los tiempos son otros, porque no se ocupa que el Festival Internacional Cervantino sea quien primero abra sus puertas a grupos y artistas de extracción comercial (Los Tigres del Norte, Lucha Villa, etc.), para que enseguida corran las instituciones culturales del país a contratarlos para sus eventos. Al final de cuentas, lo verdaderamente relevante es que la gente sea feliz, que se relaje, que se aligere la pesadez de estos tiempos.

En cuanto a la cábala sobre el “viernes 13”, pues nada: besos-bye y córrele porque te pego, pues la explanada del palacio de gobierno lució espectacular, repleta, súper poblada de rostros sudorosos pero encantados. Y tampoco la amenaza de lluvia detuvo a los culiacanenses, que en vivo quisieron acudir para escuchar aquello de que si me muero que sea de amor y que a Dios le pido.

Al menos unos 40 minutos antes que iniciara el concierto de Juanes, algunos reporteros de la fuente comentaban que si el asunto hubiera estado en la programación del Festival de la UAS, el tumulto se hubiera hecho presente desde primera hora, porque al principio se apreciaban demasiados claros en la explanada, como que hacía falta muchísima gente. Pero para cuando el colombiano se apareció con una chaqueta negra imposible para el clima actual de Culiacán (casi permanente; y la chaqueta, Juanes, se la quitaría a partir de la tercera pieza; incluso riéndose de sí mismo dado los mares de sudor que le recorrieron el cuerpo) pues nada: que todo se llenó, que la gente no dejaba de llegar. Y el gobierno de Quirino Ordaz pasó la prueba del ácido sin dificultad. Y todo mundo feliz y contento. Y ya.

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