ÉRASE UNA VEZ UN GOBIERNO QUE SE DECLARÓ INÚTIL

0
2367

A ver si dentro de 24 años pueda yo estar contando sobre aquella noche en que me dijeron despacito, quiero desnudarte a besos, despacito.

Traía la cara descompuesta. Eso yo lo vi. A mí nadie me lo contó. Eso ocurrió a las 11:00 de la mañana del 18 de mayo de 1994, cuando Sigfrido Bañuelos Lizárraga, director del organismo que ahora lleva el nombre de Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), apareció frente a los medios con un documento de once cuartillas que percibí como un ave de mal agüero: era el acta de defunción del Festival Cultural Sinaloa, pues el gobernador Renato Vega Alvarado le había dicho que siempre no, que el Festival fuera con su mamá para que lo cambiara por otro. O algo así.

Ya en 1993 Vega Alvarado había sacado las uñas, declarando en una entrevista de pasillo que ya no habría Festival en los 18 municipios del estado, sólo en Culiacán, pero que incluso así, de no ser autofinanciable, tendería a su desaparición, como finalmente sucedió al año siguiente, anuncio que le tocó hacer a Bañuelos Lizárraga en aquel oscurecido día, y que lo llevó a expresar términos, en un afán de justificación, que tuvieron el sabor de la ignominia, como decir qué cómo iba a haber Festival por ejemplo en Sinaloa de Leyva, cuando las autoridades de ese municipio se habían declarado incompetentes para adquirir un solo templete, mientras que en El Fuerte nada más contaban con un camión de redilas. Que en esos ni en ningún otro sitio había condiciones técnicas ni logísticas. Y mucho menos contaban con personal capacitado. Que cero por chapucero.

Esta anécdota sale a colación por el cacaraqueo espectacular que se trae el ISIC, en estos días, con la realización del novísimo Festival de Primavera, diseñado para toda le entidad, aunque la percepción pública de la capital del estado nada más venga registrando los conciertos masivos que se han estado llevando a cabo en la explanada de la unidad administrativa de gobierno, que a decir verdad sólo es uno de los programas de los varios que integran al Festival de Primavera y que se llama ‘Puro Sinaloa: sonando para todos’, que por cierto ha estado provocando un desplumadero de críticas o de defensas por su acepción estrictamente popular, con invitados de corte comercial como la Banda MS; para el 23 de marzo, se tiene contemplada la participación de Luis Fonsi, el cantante que le llegó duro a las masas latinas con aquello de despacito, quiero desnudarte a besos, despacito.

Pero la anécdota no nada más por el asunto del Festival de Primavera, ya que -puesta la situación sobre la mesa de los recuerdos y la reflexión- resulta singular que hace 24 años el antecesor del ISIC, es decir, DIFOCUR, se haya declarado inútil para organizar un festival estatal, mientras que a la luz de estos días la administración que preside Papik Ramírez Bernal está jugando con dos fuertes cartas, esto es, el Festival de Primavera y el Festival Cultural Sinaloa.

A muchos no les gusta, en Culiacán, el Festival de Primavera en su acepción de ‘Puro Sinaloa: sonando para todos’. Aquí quiero recordar que hace 24 años el gobernador de entonces cometió una burrada inaudita al extinguir el Festival aduciendo problemas financieros, dándole la espalda a una fiesta iluminadora y que por tanto le provee luz a cualquier gobierno que la lleve a cabo; es decir, se ocupa ser demasiado bruto para no entender el capital político con que se hace toda administración que se aviente al ruedo.

Hacer un festival, llámese de primavera o cultural, es por un lado una decisión política y por el otro un cumplimiento con el deber de propiciar espacios para la recreación, el esparcimiento, el goce y la formación intelectual. Y si hemos de verlo por la cara de la decisión política, lo que traiga su contenido depende del color del gobierno de que se trate (para bien o para mal), con lo que quiero decir, y digo, que si no se está de acuerdo con las carteleras de los festivales, pues entonces a la otra, oiga, hay que votar distinto para que el gobierno tenga otro color y a ver qué nos ofrecen en la explanada de la unidad administrativa de gobierno, que lo peor fuera que volvieran a dejar esa plaza en el olvido y que nada más se usara para los cohetones del 15 de septiembre, por lo que yo aplaudo la recuperación de ese extraordinario espacio público, ahora para el espectáculo, aunque espero que mañana también se emplee para la cultura de la exquisitez, aunque no convoque a miles.

Y allí, fíjese, donde en 1987 celebré y gocé a la Orquesta Sinfónica de Leningrado, donde en 1989 la pasé de maravillas con un mano a mano entre Lola Beltrán y Celia Cruz, donde en 1990 fui testigo de la tragada de bilis de Willie Colón porque Lucha Villa cantó hasta hartarse y casi no se quedó público luego de su concierto, pues haré acto de presencia a la tocada de Luis Fonsi, el próximo 23 de marzo, para ver si el cuerpo aguanta y dentro de 24 años pueda yo estar contando sobre aquella noche en que me dijeron despacito, quiero desnudarte a besos, despacito. ¡Sí, mira tú!

Dejar un comentario