EL «OTRO» ASESINO DE JOSE CAYETANO VALADEZ

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El 9 de julio de 1881 fue aprehendido en el Bledal del Aguapepe (en Navolato), Nicolás Zazueta «el Borrego», a quien se le achacó el asesinato contra el periodista José Cayetano Valadez, tras la exoneración hecha en circunstancias sospechosas a Ignacio Solano, achichincle del entonces gobernador Francisco Cañedo.

La detención de «el Borrego» fue producto de un pleito, a punto borracho, en el que mató de un balazo a Felipe Medina, con quien competía a ver quién era mejor jinete, y aquel lo derribó.

Se tiró a huir pero la gente del Bledal, airada, lo persiguió hasta atraparlo y lo entregó a las autoridades del distrito de Culiacán.

2. EL CRIMEN DE JOSÉ CAYETANO VALADEZ

Sigo el relato del alevoso crimen contra el periodista mazatleco José Cayetano Valadez, el 27 de enero de 1879, que provocó un motín popular en Mazatlán, donde ocurrieron los hechos, y que puso en un predicamento a Francisco Cañedo en su primer periodo como gobernador.

El pueblo luego, luego achacó a Cañedo el crimen del editor de La Tarántula; y es que hasta lo anduvo pregonando con antelación y el periodista hizo públicas en su diario las amenazas que le llegaban.

Tras la indignada reacción de los sinaloenses, el gobernador pidió un permiso y se puso a disposición de un gran jurado del Congreso del Estado.

Sigo en esto la versión que ofrece el historiador y magistrado Eustaquio Buelna, rival político de Cañedo (por lo que mucho de lo que diga puede estar viciado de origen; yo lo tengo por confiable, aunque a Cañedo no lo bajaba de bandido).

Basta leer su libro “Apuntes para la historia de Sinaloa, 1824-1882”, editado post mórtem, en 1924.

3. CAÑEDO PROTEGE A SUS MATONES

Contábamos ayer que, aunque el pueblo achacaba el crimen material a Ignacio Solano, asistente de Cañedo, éste siempre trató de buscar un chivo expiatorio, con la promesa de sacarlo de la cárcel ya que se enfriara la cosa.

A escondidas salió el gobernador de Mazatlán aquel febrero de 1879, y ya en Culiacán, maniobró con sus diputados leales para que lo exoneraran.

Durante marzo, un juez de Mazatlán exhortó al prefecto de Culiacán, Francisco M. Andrade, para que aprehendiera a Pablo Cárdenas y Juan Solano como cómplices del crimen, pero él envió a toda su policía a Culiacancito con cualquier pretexto, para evitar que se les detuviera, y devolvió el exhorto a Mazatlán.

Respecto al Congreso, parte de los diputados estaban a favor de absolver a Cañedo y otra parte estaba indecisa, pero con promesas de canonjías (Buelna dixit), los convenció para que lo sacaran del atolladero y el 31 de marzo se le exoneró.

Asimismo, hubo indicios de que se intimidó al juez de Mazatlán que llevaba la causa, por el exhorto que giró para detener a Solano y a Cárdenas.

Con todo y eso, el 27 de octubre de 1879, en Culiacán, el Tribunal condenó a 20 años de prisión a Ignacio Solano.

4. DÍAS NEGROS PARA LA JUSTICIA

Quien sabe qué le sabría ese Ignacio Solano a Cañedo, o qué favores tan grandes le debía este, que lo protegió hasta la ignominia.

El caso es que esos mismos días de octubre, el caso dio un vuelco al esparcirse el rumor de que Solano no fue el asesino, sino cómplice, y que un tipo apodado «el Borrego», fue contratado por el prefecto de Culiacán, Francisco M. Andrade (a instancias de Cañedo, dice Buelna), quien le ofreció 500 pesos, dos pistolas de cilindro y otras cosas, por matar Cayetano Valadez.

El «rumor» que recoge Buelna es tan similar a la declaración de cuando lo detuvieron en julio de 1881, que hasta parece una extrapolación en sus «Apuntes…».

Pero en diciembre de 1879, Solano fue indultado por el mismo juez que absolvió al gobernador por la autoría intelectual. Y de paso, en la misma sentencia se encausó al juez de Mazatlán que había condenado a Solano a 20 años (o sea).

«Son días muy negros para el sistema de justicia en Sinaloa», escribió Buelna al ver aquel degenere.

5. LA DECLARACIÓN DE «EL BORREGO»

El día 13 de julio de 1881, tras su detención,  le tomaron la declaración a Nicolás Zazueta «el Borrego», en la que se inculpaba de matar a Valadez, en Mazatlán, hacía dos años.

Dijo que, en el gobierno de Cañedo, el prefecto Francisco M. Andrade lo llamó para plantearle el asesinato, para lo cual le dio una pistola y 25 pesos, y que fuera a ver al gobernador para que le diera instrucciones así como 500 pesos por el trabajito.

Tras acordar, Cañedo, según esto, lo envió con el policía Casimiro Corrales a que le facilitara un caballo para el viaje a Mazatlán, y cuando llegó se hospedó en un mesón.

Pablo Cárdenas, ayudante de Cañedo, ya estaba en el puerto y fue quien le señaló a la víctima, mientras que Ignacio Solano le dio un puñal, de dos que había comprado en una mercería.

El puñal era para asesinar a Valadez, y se figuró que sería para matarlo a él, para que no contara lo que sabía.

6. NO LE PAGARON EL «TRABAJITO»

Lo mató la noche del 27 de enero de 1879, por el rumbo del Teatro del Recreo y, tras hacerlo, se fue al mesón donde se hospedaba, a cuyo cuarto le llegó el reborujo en las calles, de la gente indignada por el atroz crimen.

Ante eso, en la madrugada salió rumbo a Culiacán, donde llegó a los 3 días,  y fue ante el prefecto Andrade para que le diera el resto de su pago.

Andrade solo le dio 5 pesos más y le dijo que el resto se lo daría Cañedo cuando regresase de Mazatlán, donde las manifestaciones en su contra no cesaban, y se fue a la costa, hacia Navolato.

Como pasaba el tiempo y veía que Cañedo no le quería pagar, «el Borrego» intentó matarlo una noche, cuando Cañedo estaba en casa de «una mujer mala», pero este huyó brincando la cerca, mientras que la mujer se le atravesaba a «el Borrego» para obstaculizarlo.

7. LA LEY FUGA

Después de esto, dijo, Cañedo envió gente a matarlo a la costa, pero en cuanto se las olió, «el Borrego» se fue a El Fuerte, de donde regresó hasta que Cañedo se fue a México, a sus asuntos políticos (por entonces era senador por Sonora).

Tras su declaración, el mismo día «el Borrego» fue llevado a Bachimeto, con el pretexto de realizar algunas diligencias, y la noche del 13 o madrugada del 14 de julio le aplicaron la «ley fuga» en las afueras de la población.

Esos años, los prefectos eran los encargados de aplicar la nueva política de «mátenlos en caliente» contra bandidos y opositores políticos, siguiendo la línea de Porfirio Díaz. La ley fuga y las vendettas fueron la constante.

8. TRAS LA TORMENTA

En septiembre de ese año, se instaló el telégrafo entre Culiacán y Mazatlán, tras unos meses de conectarse Culiacán con Álamos.

El 28 de septiembre, un tremendo huracán provocó muertes y fuertes daños en el sur del estado.

El 18 de octubre, el Congreso Federal otorgó una pensión a la heroína Agustina Ramírez, que nunca recibió.

El 30 de noviembre, Altata fue abierto al comercio de altura y en diciembre se le conectó a Culiacán por telégrafo.

Con todas sus tracalerías, en 1882 Cañedo llegó a la gubernatura para un segundo periodo. Solo con la muerte la dejaría en 1909.

 

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