EL MACONDO DEL PROFE CRUZ

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Desde hace 15 años, en Recoveco, se lee y se proyecta la obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez.

Cada año Recoveco se convierte en el Macondo sinaloense, ese mismo que el “profe” Cruz Hernández ha construido para que la obra de Gabriel García Márquez persista, no se olvide y se mantenga siempre presente.

Hace 15 años así lo pensó y en la comunidad de Recoveco fundó, por así decirlo, un santuario para la obra del escritor colombiano, de quien se leen sus libros, se montan exposiciones y disertan conferencias.

Esto equivale a un remanso cuando faltan cada vez más lectores, programas de lectura y bibliotecas; más sin embargo, en el CBTA 133 –con más corazón que otra cosa– el maestro de origen veracruzano ha construido un espacio para que los estudiantes sepan que hay muchos otros mundos, más allá de los cotidianos.

Cuando el calendario marcó el lunes 6 de febrero de 2017, la situación se pintó más que clara: fue el principio de presentaciones de libros, música, teatro; un homenaje a la fallecida promotora de lectura, Braulia López. Y lectura ininterrumpida de Cien años de soledad. Las actividades se programaron para culminar el lunes 17 de febrero.

Dicha semana cultural, organizada por el denominado club de lectura La Hojarasca, ha cruzado fronteras. El propio Gabo, antes de morir, supo de la existencia de este sueño y les mandaba libros.

Dejó pendiente su visita, pero no así estar presente cada año con sus letras y con el revoleteo de las mariposas amarillas, en cada rincón de la institución educativa.

Cineastas, escritores y periodistas lo han documentado. No es común que en un pueblo donde pareciera que no pasa nada, un puñado de jóvenes se adentre a la lectura. Lo hacen sin obligación y entonces el realismo mágico del escritor colombiano se hace sentir. Recoveco se convierte es ese lugar salido de las páginas de Cien años de soledad, de Los funerales de mamá grande o La Hojarasca. Y siempre, al frente, el “profe” Cruz, ese personaje que de manera discreta ha sido el más fiel promotor de la obra de García Márquez, sin aplausos, sin reflectores. Todo sucede en Macondo.

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