Está asentado que no existen empresas por amor a la humanidad. Pues qué verdadero, porque los hombres y las mujeres de negocios siempre andan tras el peso. Si lo digo de otro modo, el dinero no tiene moral. Y sin embargo aquí voy a dar un quiebre, en referencia a la actitud siempre solidaria de Miguel Taniyama, dueño del Restaurante Tomo y del Clan Taniyama; y también de Irene Pasos, inversora del Restaurante Casa Morán (sumado su hermano, el chef Ulises Pasos), quienes ante las desgracias habidas en Culiacán por los recientes aguaceros, abrieron sus cocinas, invitaron a la recolección de víveres y se pusieron a darle a las cacerolas, para enseguida repartir alimentos preparados por colonias, poblados y centros de atención a damnificados. A mí me gustan los empresarios con moral social y personal, que dejan sus olfatos económicos para auxiliar a los más jodidos por la debacle provocada tras las lluvias. Haría falta que se multipliquen personas, como ellos, de la iniciativa privada. Vaya desde aquí el aplauso. Y punto.
