Aunque Difocur fue creado para fomentar la investigación, a su cambio como ISIC, el tema ha estado en un segundo orden.
De acuerdo a sus siglas, Difocur significa “Dirección de Investigación y Fomento de Cultura Regional”; sin embargo, desde que fue aprobada la Ley de Cultura en 2008, se convirtió en Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) y dejó de lado uno de los fines para los que fue creado: ahondar en la historia de Sinaloa, es decir, investigar nuestro pasado como se hizo alguna vez con publicaciones sobre la vida y obra de distintos creadores, con un diccionario de cultura, lo mismo que compilaciones sobre personajes populares, tanto como la vilipendiada Historia Temática del Estado de Sinaloa, incluso por sus hacedores.
Reconociendo que la actual administración dio salida a la publicación de este último proyecto –que comprendió seis tomos en los que se aborda Región, Población, Salud, Vida económica, Sociedad, Vida política, Arte y cultura; Vida social, Vida cotidiana, Educación y Política educativa–, el asunto no ha pasado de ahí: no se organizaron presentaciones en otros estados, y mucho menos se ha distribuido como se debiera. Se le ha hecho poca justicia.
Actualmente, el ISIC no cuenta con un área dedicada al estudio de historia de Sinaloa; pero vale señalar que se creó un fallido Departamento de Patrimonio Cultural que no ha pasado de la organización del Encuentro Yoreme, de la Fiesta de la Pitaya y de los apoyos del PACMyC. A la fecha, ha contado con tres directores, lo que provee referencia de inestabilidad.
Recuerdo que cuando se creó dicho Departamento, se habló de varios proyectos relacionados con la cultura indígena, con la publicación de catálogos; e incluso de un trabajo de historia oral. Pero de ello, nada es visible hasta ahora.
Cabría entonces preguntar: ¿Dónde está toda esa historia que incluso nos ‘atropella’? ¿Dónde está toda esa historia del presente que se queda nada más en la crónica? ¿Dónde está ese proyecto definido de investigación que incluya a todo el estado?
Lo existente se debe, generalmente, a iniciativas personales, muchas de las cuales se quedan en tesis sin publicar; incluso existen quiénes las editen con sus propios recursos, como lo han hecho muchos cronistas, que aunque se les critique la falta de método para realizar sus trabajos, algo de valor tienen. Por supuesto que también cuentan los intentos y esfuerzos que se hacen desde el Archivo Histórico, la Crónica de Culiacán, e incluso Editorial UAS.
El campo de la historia sigue tropezando con el desdén de las instituciones, como si fuera cosa poco importante. Ha de destacarse, sin embargo, la reanudación del Premio “Ensayo Histórico Social”, que aunque con poca participación allí está, justo como lo debiera estar todo lo demás.