Es momento para tomar conciencia de que en Sinaloa habitan dos etnias más, que son la Tarahumara (se autonombran taramaris) y los Tepehuanes.
En 1999 se inauguró en Sinaloa el Primer Encuentro Yoreme, un festival que sí era una verdadera fiesta y que permaneció latente durante 6 años, con un formato que incluía en cada edición la asistencia de varias etnias mexicanas, la contribución de cuando menos 4 países invitados y presencia en diversos municipios de la entidad, que llegaron a sumar hasta 5.
Disfruté a plenitud este Encuentro en la Isla de Orabá de Culiacán, a donde se podía llegar a cualquier hora, porque a todas horas había alguna actividad o alguna olla humeante, ya fuera de wacavaqui, de café, o cualquier otro guiso de las etnias que nos visitaban.
Por esas fechas yo era estudiante de la Licenciatura en Letras de la UAS, con un plan de estudios que era mitad Literatura y mitad Lingüística. De no ser por este Encuentro que a muchos nos tocó vivir, el área de Lengua habría quedado “muy güera”, ya que le agarré el gusto a las etnias y me dio por hacer mi tesis sobre la lengua yoreme.
Así pues, me trepé al camioncito e inicialmente empecé a recorrer los pueblos de Guasave, en la idea de vivir sus fiestas. Después le seguí por Ahome y El Fuerte, aplicando algunas encuestas, acompañada de una amiga mazatleca que también se había contagiado del virus étnico. En Tehueco, un anciano nos invitó a sentarnos en su portalito, y luego de darnos café y un pan de mujer, dijo:
–Así que vienen de Culiacán. Yo anduve allá la semana pasada y no las miré.
Cuando nos topamos con que había que citar autores sobre el tema y que en el estado no existía suficiente bibliografía, nos entró el agüite, pues para cumplir con eso habría que ir a México a consultar las bibliotecas de la UNAM y de El Colegio de México… y no teníamos ni un peso.
El tema de la tesis hasta ahí llegó, pero me quedé con el gusto por las fiestas yoremes, y desde entonces recorro las que puedo por el puro placer de verlos bailar y hablar eso que no entiendo, porque soy yori, porque favor me hacen de dejarme verlos de cerca y escuchar sus sones.
En Los Ángeles del Triunfo los vi jugar por primera vez: era un grupo de tres judíos con cabezas de burros de cartón. Fue fuerte para mí, porque los veía como algo sagrado. Ya aprendí que los juegos y el divertimento son parte importante de sus fiestas.
Desde 1995, el Día internacional de los pueblos indígenas se celebra el 9 de agosto, por decisión de la ONU. Para nosotros es un buen pretexto para recordar que tenemos una amplia población yoreme en 5 municipios del estado, una etnia viva que muestra sus danzas, que lucha por espacios, que presenta proyectos de difusión de lo suyo; una etnia que suspira por ese pasado glorioso que fue el Encuentro Yoreme, donde ellos eran los protagonistas, Encuentro que fue retomado después pero sin espíritu, sin pasión y sin presupuesto.
Esta fecha también es un buen momento para tomar conciencia de que Sinaloa tiene dos etnias más, que son la Tarahumara (se autonombran Taramaris) y los Tepehuanes.
De la existencia de los Taramaris supimos recientemente, porque ellos decidieron que “los de los pies ligeros” necesitan una carretera para llevar al hospital a sus enfermos, porque por más ligeros que sean sus pies, con carga no se puede, sea ésta humana o de cualquier mercancía que pretendan comercializar.
Así fue que los Taramaris salieron a decir: AQUÍ ESTAMOS, SOMOS SINALOENSES Y QUEREMOS QUE SE NOS RECONOZCA.
De los Tepehuanes no tenemos todavía mucha información; se sabe que habitan la región serrana colindante con Chihuahua y la parte sur del estado, pero… ¿quién estudia a las etnias en Sinaloa? ¿Acaso hay algo que se llame etnólogo?
Poco, muy poco se ha escrito de manera seria sobre el habla de los Yoremes, nada de los Tepehuanes y Tarahumaras, al menos de los de nuestro estado. ¿Quién busca estudiantes para perfilar en este tema? ¿Quién pone los fondos? La información es valiosa para los miembros de la etnia, pero puede fácilmente perderse si no hay registro, si no hay personas interesadas en llevar una bitácora de sus fiestas, un registro de las variantes de las mismas, de sus rezos, sus recetas viejas, sus sones y sus cargos.
Por eso, hace unos días, al pasar frente al panteón de Guasave y ver a Bernardo Esquer con su bicicleta bajo los árboles del camellón, tomando fuerzas para seguir, sentí un gustazo enorme, como si él fuera un rockstar. Pero es mucho más que eso, pues sin ser yoreme de nacimiento, Bernardo es una pieza importantísima para la valoración de la etnia, ya que es un capacitador de la historia y las tradiciones. Es un maestro para los mismos yoremes.
Y la pasión e interés de los yoremes por conservar su cultura es tal, que ellos mismos buscan los espacios para difundirla.
Retomo ahora mismo la página de Facebook Itom Yolem Jiawi de Luis Hernandez, otro apasionado de la tradición, otro estudioso de su historia, su lengua y todo lo que huela a yoreme. Con su página nos abre la puerta a los yoris, nos deja ver sus fotografías hermosísimas y sus fiestas. Gracias, Luis; gracias, Bernardo y gracias a todos los interesados en preservar su cultura, que también es nuestra.
Sólo me queda manifestar mi extrañamiento a INEGI y CDI, que no tienen un registro de las comunidades taramaris y tepehuanas, hecho que impide que estos pueblos tengan acceso a apoyos que son para ellos, pero que sin este padrón simplemente no existen.