DE PIRATAS EN SATAYA Y APELLIDOS SAJONES

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El pueblo de Sataya se fundó con familias procedentes de la Villa de Culiacán, entre los cuales figuran los apellidos «Verdugo, Castaños, Palazuelos, Zazueta, García, Trapero, Zambada, Sanz, Rosell, Arechega, Paredes, Cárdenas, Taylor, Cameron, y otros que, aunque posteriores, nos comprueban el hecho de que en las ensenadas de su amplia costa llegó y estuvo oculto el corsario inglés, Thomas Caldrens».

Eso nos dice el historiador don Héctor R. Olea en un breve artículo sobre el origen de esa región costeña de Navolato, donde en la época novohispana estuvo un «puesto» (lugar ocupado por tropa, leo en un diccionario) que en 1701 tuvo en posesión un alférez (cargo militar) español, quien reclamó y obtuvo la propiedad sobre el predio donde hoy está Sataya.}

2. EL ASALTO AL SANTA ANA

En lo personal no dudo que haya estado allí aquel pirata, también conocido como Thomas Cavendish, como pudo estar en cualquier otro punto del litoral, a la espera de que pasara la nao de China llamada Santa Ana, procedente de Filipinas y cargada «de toda la riqueza que en ella venía, que según fama fue mucha».

No sé de dónde sacó Olea –porque no lo dice – que el pirata estuvo en Sataya, pero sí está documentado y es sabido que, antes de atracar al galeón de Manila, estuvo en Mazatlán (en la isla de Venados), aprovisionándose de agua y dando mantenimiento a sus dos barcos («Desire» y «Content»), así como en una de las Islas Marías y otros puntos.

De allí partió el 19 de octubre de 1587 hacia cabo San Lucas, a aguardar la llegada del Santa Ana, y atacarlo el 14 de noviembre de 1587.

El galeón no traía ni una pieza de artillería entre sus 700 toneladas de peso, por lo que fue presa fácil para el pirata, que se robó el equivalente a un millón y medio de pesos en monedas de oro, entre efectivo y mercancías tan numerosas que tardaron seis días en saquearlo: desde telas de seda, raso y damasco a esencias aromáticas, especias, conservas, etcétera.

3. SATAYA Y SUS PUEBLOS

Sataya es hoy cabeza de sindicatura con 13 comisarías en su haber: El Castillo, El Molino, Vainoritos, Las Bebelamas, La Boca, La Pipima, El Potrero, Rosa Morada, El Realito, Iraguato, Aguapepe, El Laco y Villamoros.

La sindicatura se creó en julio de 1963, con mil 500 habitantes apenas, 15 establecimientos comerciales y 5 mil toneladas de producción pesquera en sus pesquerías.

Un personaje notable nacido en ese lugar es el Ing. Juan de Dios Bátiz Paredes (1891-1979), militar revolucionario y fundador del Instituto Politécnico Nacional.

El origen de su nombre, según datos de don Eustaquio Buelna, procede de «Cetaya», aztequismo compuesto del verbo «ceti» (derivado del número «ce», uno, unir) y «atl» (agua, río), y la terminación verbal «yan»: donde se juntan las aguas o los ríos, por la bifurcación del rio Culiacán con lo que llamaban el Río Viejo, para desembocar en Altata (créalo o no).

4. TIERRAS REALENGAS

Volviendo a don Héctor R. Olea, en un pequeño artículo que publicó en la revista universitaria Letras de Sinaloa No. 4 (septiembre de 1947), éste expone algunos datos sobre el origen de ese pueblo de la costa navolatense.

Indica que, hasta fines del siglo 17 eran terrenos baldíos y despoblados cercanos a lo que llamaban Mar del Sur, dentro del Distrito de la Villa de San Miguel de Culiacán.

El artículo se basa en el proceso de solicitud de aquellas tierras realengas, llevado a cabo desde 1701, por el alférez don Nicolás Verdugo quien reclamó y registró ante el alcalde mayor de Culiacán, don Pedro López de Sequeiroz, «un sitio de tierras que había en el puesto llamado Sataya entre los términos de la Laguna de este nombre y tierra de indios del pueblo de Navolato por el norte y sur, y por el oriente y poniente, la vega del río de la villa y unos montes firmes de mezquites y pitahayas».

Don Nicolás radicaba en Culiacán y al concederle esas tierras en virtud de sus «altos méritos», el documento respectivo dice: «hago merced al dicho alférez don Nicolás Verdugo del referido puesto de Sataya» al considerarlas realengas, es decir, pertenecientes al patrimonio real.

5. EL PREDIO ORIGINAL

Así, el 14 de febrero de 1705, se realizó el acto de reconocimiento, medidas y aprecio (evalúo) de ese pedazo de tierra que don Nicolás Verdugo tenía en posesión.

Tras hacer el pregón correspondiente, el 20 de abril de ese año se le confirmó la posesión de cuatro años sobre esos predios:

«Por medio de los oficiales, con 50 varas usuales [0.836 metro cada una], dio principio la medida desde un corral que el dicho don Nicolás Verdugo les señaló por centro, midiendo desde él para la parte del sur, 220 cordeles [37.71 metros, cada uno] que remataron en la orilla de la Laguna de Bataoto, quedando comprendida en esta medida un pozo y la vuelta que da el río que va para la villa de Culiacán; y para el norte desde el dicho centro, 31 cordeles hasta la orilla de un monte y los álamos asignados por los indios de Navolato, que ellos mismos señalaron como linderos de sus pertenencias, y por el oriente, 22 cordeles hasta la orilla de un monte firme junto al camino que viene de dicha villa; y para el poniente, 27 cordeles que remataron en la propia orilla del río que, como dicho es, va para la mencionada villa (de Culiacán)».

Así, el total del puesto de Sataya se integró con «25 caballerías [1858 m² cada una] de tierra y dos quintas partes otra», dice el documento en cuestión.

El título respectivo se expidió el 3 de octubre de 1722 en Guadalajara, tramitado por el bachiller don Pedro Verdugo del Castillo, primogénito de don Nicolás, tras un largo proceso.

6. UNA JALADA

Esos son los antecedentes, dice el historiador badiraguatense, pero nada dice de la fundación del pueblo.

Solo indica que posteriormente se fundó allí el pueblo de Sataya, con familias procedentes de Culiacán, con los apellidos ya citados.

Olea atribuye esos pocos apellidos sajones no solo al refugio de piratas en la zona (lo cual se me hace una jalada, porque no coinciden los tiempos ni me imagino a un pirata dando el apellido a una querida fugaz) sino también a que este lugar fue refugio de marinos chilenos que llegaban a la zona, burlando a los navíos «de registro».

Y agrega que en julio de 1852, cuando la «hermana república” de Mazatlán se declaró segregada de Sinaloa y se erigió en territorio (tras un motín promovido por los comerciantes extranjeros, inconformes por los altos impuestos en la aduana), Sataya fue un alijo (sitio de ingreso) de las mercancías que iban destinadas al puerto y, durante su estancia, «algunos aventureros extranjeros se aprovecharon de sus mujeres de preciosas formas y de mucha gracia en sus maneras».

Pero aquí también, como dice el viejo refrán: «Dicen que un buey voló: Pue’que sí y pue’que no».

 

 

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