«Así era Pedro Infante Cruz, producto nato del sinaloense sano, trovador que llevó por todos los rincones del mundo el nombre de México en “La barca de oro” de su inspiración, envuelta en los sedosos encajes de su mágica y maravillosa voz».
Eso escribió don Enrique Peña Gutiérrez (Mocorito, 1914-1998) en torno a la estancia de muy joven Pedro Infante, vecino del cercano Guamúchil y cuñado de don Guillermo López Castro -hijo de don Serapio López- quien casó con Lupita Infante (ellos son los padres de don Guillermo López Infante, quien llenó toda una época con sus fotografías en el Culiacán de mediados del siglo pasado).
El tal don Serapio López fue prefecto y diputado local en la época de don Porfirio Díaz, y hace notar don Enrique que, pese a su pasado porfirista, no fue perseguido por las hordas revolucionarias cuando estas tomaron el poder.
Lo anterior, en el artículo «Las serenatas de Pedro Infante a las bellas muchachas de Mocorito», que viene en su libro «En el viejo Mocorito» (Ediciones COBAES, 1992, Culiacán, Sin.), en el que hace un recorrido por la viejas calles de esa bella población.
2. EL AUTOR DE «LA BARCA DE ORO»
No le conozco a Pedro Infante (Mazatlán, 1917-1957) dotes de compositor, aunque muchos cantantes de éxito intentan serlo en algún momento de sus vidas.
Y aun menos me lo imagino componiendo «La barca de oro», un tema de sí ya muy antiguo en su época, de fines del siglo 19.
Aunque se le atribuye al cantautor tamaulipeco Cuco Sánchez (Tamaulipas, 1921 -2000), también se sabe que es muy antigua para el estilo llamado después ranchero.
Otro tiempo se le atribuyó esa bella romanza a un compositor hidalguense llamado Abundio Martínez (Hidalgo, 1875-1914), cuyo mayor éxito fue un vals que le dedicó a Porfirio Díaz llamado «El arpa de oro» (quizá de ahí la confusión), así como Cuco Sánchez sí compuso «La rosa de oro».
De Pedro Infante solo sé decir que en 1947 apareció en la película «La barca de oro», de Joaquín Pardavé (Guanajuato, 1900-1955), en la que hace una magistral interpretación de esta canción y quizá de aquí el error de don Enrique: Mucha gente atribuye la canción al cantante y no al que la compuso, lo cual es injusto, pero así somos.
3. ARCADIO ZÚÑIGA
La verdad es que «ni Chana, ni Juana, ni su hermana», pues hay indicios ciertos de que el autor fue don Arcadio Zúñiga y Tejeda (Atoyac, Jalisco, 1858- 1892) y es una romanza al estilo italiano, tan de boga en aquellos lejanos años.
Este señor fue periodista crítico del porfirismo local (redactor del periódico tapatío «Juan Panadero» y «El hijo de Juan Panadero») por lo que fue víctima de varios atentados), gustado poeta cuyos versos aparecían en muchos diarios del país llevados por la fama; compositor y cantante de engolada voz, y autor de obras de teatro.
Desperdigó su gloria entre su natal Jalisco, Michoacán y Colima, donde murió a los 34 años y fue sepultado con honores por el gobierno estatal.
Además de «La barca de oro», fue autor de otras canciones que le sobreviven como la conocida «Hay unos ojos», y la no menos famosa y harto cantada «Lejos de tí» (la que conocemos hoy como «Prenda del alma», que han grabado muchos artistas, desde Los Alegres de Terán en los años viejos, a Chalino Sánchez, que no deja de oírse), entre otras piezas.
4. INFANTE EN MOCORITO
Volviendo a las andanzas de Pedro Infante por Mocorito, narra el «Peñón» Gutiérrez que vivió durante «largas temporadas de recreo» en el hoy Pueblo Mágico, intimando con la «gavilla juvenil integrada por los muchachos del barrio, en una camaradería que dejó una huella imborrable en aquella lejana, pero hermosa y bulliciosa etapa; las noches claras y silenciosas supieron de sus cantos y serenatas en plazuelas y balcones por donde asomaban las caras radiantes de las flores mocoritenses».
En Mocorito le enseñó a pulsar la guitarra y el violín el joven Manuel Peña Gutiérrez, «malogrado artista y compositor», quien era su amigo más íntimo, y con quien profundizaron «las raíces de una disciplina musical que al muchacho mazatleco habría de darle con el tiempo, un impulso definitivo a la dimensión en donde se desenvolvió de brazo con el éxito y la fama».
5. SANGRE LIVIANA
Se refiere a la bonhomía y a lo sangre liviana que era Pedro Infante, lo cual se reflejó en su reacción cuando por accidente, el joven «Peñón» Gutiérrez le convirtió en leña la vihuela con la que amenizaba un convivio campirano con lo más granado de la sociedad mocoritense.
«Ni un reproche, ni una exigencia de su parte, para lograr la reparación del daño» aunque seguramente le preocupaba la pérdida, pues la guitarra era propiedad de su padre don Delfino. Ni modo. Se perdió y se perdió.
6. SERENATAS EN MOCORITO
También recuerda cuando, acabada una serenata en las calles coloniales de Mocorito, un joven de un rancho cercano le suplicó que fuera con él a llevarle serenata a su amada con las canciones que ya muchas veces le había escuchado en esas noches de bohemia mocoritense.
Pedro accedió y fue y le cantó algunas canciones y, una vez satisfecho el compromiso, el joven aquel le ofreció un dinero por el favor, pero el cantante lo rechazó:
–Mejor cómprale mañana un ramo de rosas y le dices que es el regalo de Pedro Infante para que, cuando se case, me recuerde con el mismo cariño con que le canté hoy.
7. PRENDA DEL ALMA
Y como una cosa lleva a otra, transcribo aquí la letra original de la canción «Prenda del alma» («Lejos de ti»), que –mutada por el tiempo- desde que la canta Chalino ya la hicimos más nuestra que el chilorio de Mocorito, aunque antes que él la han cantado muchos intérpretes, nunca con tanto éxito. Hela:
Tomado del libro «Versos de Arcadio Zúñiga y Tejeda» (Edit. Gobierno de Jalisco, 1892).