‘DANTE GASPAR’: UN CARTERO EN PROBLEMAS

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Cuando descubrí que el asunto iría en torno a un personaje jubilado del oficio de cartero, me permití elucubrar que el actor Goyo Carrillo era demasiado joven para hacer el papel de “Dante Gaspar, un hombre en aguas peligrosas”, obra ofrecida en la programación del décimo tercer Festival de monólogos Teatro a una sola voz. Y pensé de ese modo porque en verdad viví aquella época en que los carteros eran como seres mágicos que nos traían las buenas o las malas, los días en que su característico pitido era para que todos saliéramos corriendo del interior de la casa a la calle, queriendo saber a quién le había llegado misiva. Entonces me parecieron muy coherentes las expresiones usadas en el monólogo, referente a la profesión del cartero, donde cupieron tildes como oficio “honorable” y hombres con “ética”. En el algún momento del desarrollo de la obra, incluso llegué a recordar la extraordinaria película El cartero de Neruda. Hoy ese tipo de carteros ya no existe, sino bestias motorizadas que sólo avientan la correspondencia, sin bajarse del aparato, que nosotros encontramos amarillenta por el sol o por las aguas del perro del vecino; y además ya no nos llegan cartas como aquéllas, de amor o desamor, o de saludos de familiares o amigos lejanos, sustituidas ahora por los mensajes por WhatsApp o Facebook, y si la cosa va más larga y seria, por correo electrónico. Quizá la añoranza por los viejos carteros me hizo seguir con cuidado el hilo de la trama del monólogo, que resultó la historia de un cartero quien, luego de su jubilación, había decidido entregar a sus remitentes la correspondencia olvidada, pero sobre todo descubrir el misterio de una libreta que estaba junto a las cartas apiladas en su “cofre del tesoro”, una libreta que no traía etiqueta de a dónde debía llegar, ni etiqueta de quién la enviaba. Fue así que empezó la investigación de “Dante Gaspar”, preguntando aquí y allá sobre el propietario de aquel librillo viejo, que más tarde descubriría que era de un capitán, y que en los últimos minutos de la obra quedaría de manifiesto que eran anotaciones de su puño y letra, de este cartero que a los 35 años es obligado a retirarse de su empleo por razones que sorprenden al espectador. Fue una historia que gustó, aunque el monólogo se sintió un poco largo y con ciertos abusos en algunas escenas o con determinados personajes, como el de un almirante tartamudo, con tal de hacer reír a la gente. Bien por el grupo Compañía Colectivo Teatro En Espiral, de Baja California, por el actor Goyo Carrillo y por Michelle Guerra, la directora de la puesta en escena.

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