Para un sinaloense bien hecho, no solo la música de banda es parte de nuestra tradición musical, sino también lo que antaño llamábamos música norteña, que es la de acordeón y bajo sexto, que desde mediados del siglo pasado arraigó en la región asumiendo una identidad propia que la distingue de su raíz en el noreste del país, particularmente Nuevo León.
En mi niñez solo predominaban tres tipos de música popular: la de banda, la de acordeón y la de mariachi.
La de mariachi tenía la presencia nacional, la del cine y la que más se promovía comercialmente. La de banda era la local, lo más nuestro, con las canciones más típicas del sinaloense. Y la de acordeón estaba en plena expansión en todo el norte del país. A sus músicos se les llama en Culiacán y otras partes «chirrines» (por decir chirrín, un sonidito).
2. LA LLEGADA DEL ACORDEÓN
En el libro «La música norteña mexicana», de Luis Omar Montoya Arias (Edit. Universidad de Guanajuato, 2016), vienen algunos datos sobre su origen y desarrollo, que ubica en Nuevo León, con la llegada del acordeón a esa región, con el auge económico generado por la industrialización del estado, que permitió al pueblo adquirirlos.
Hay datos que indican que los primeros acordeones llegaron a México en 1845, a través de Veracruz, Tampico y California, desde los puertos de Francia, pero desde 1870, tras la invasión francesa, los traían desde Hamburgo, Alemania.
En sus inicios sus intérpretes eran solistas, para sustituir a las orquestas típicas, más baratas al amenizar las fiestas en ranchos y pueblos.
Después se le sumó en las armonías esa guitarra mexicana conocida como bajo sexto, con seis doble cuerdas. Y más después el tololoche y la redova o la tarola.
El diario El Imparcial, de la ciudad de México, da fe de que, en el año 1900, el comercio del acordeón ya estaba consolidado en el norte de México, y en 1901 reportó la llegada al municipio de Terán, de un cargamento de 200 acordeones Hohner, fabricados en Alemania, con precios que iban de 5 a 64 pesos.
3. LOS GÉNEROS NORTEÑOS
Paralelamente, a mediados del siglo 19, llegaron los géneros musicales que caracterizaron a la música norteña, especialmente la polka, en ediciones impresas. Eran tiempos en que la moda venía de Europa.
La polka era originaria de la república Checa, igual que la redowa, y junto con la mazurka y el schottisch (chotís) se hicieron muy populares.
Sobre todo, a partir de 1865, cuando las bandas de viento francesas las tocaban durante las serenatas en las plazuelas.
Para 1875, ya los músicos neoleoneses estaban componiendo sus propias polkas, mazurkas y redowas (quizás a esta danza se deba el nombre de ese pequeño instrumento de madera, hueco, que se fija a la cintura para percutirse con palillos).
Pero la polka, como la cerveza, llegó además con las oleadas de inmigrantes checos y alemanes asentados en la vecina Texas o en el mismo Nuevo León.
Hay grabaciones de ellas desde los años 30, y en los años 40 el acordeonista Antonio Tanguma Guajardo compuso las polkas «El Cerro de la Silla» y «Evangelina», de las cuales se afirma que «dieron origen a la caracterización musical de Nuevo León».
Otros géneros que maneja la música norteña son el corrido (a partir de la Revolución), el vals, el huapango, el bolero, la cumbia y, últimamente, hasta la balada moderna.
4. SU AUGE CON LA RADIO
El 1 de enero de 1941 se inauguraron los estudios de la XEMR en Monterrey, y un año después, en sus festejos de aniversario participaron cantantes como Las Tres Marías y Estrellita Mejía acompañadas por la acordeonista Eulogia Garza Ramírez, de Linares.
Y es que, desde sus inicios, la música norteña ya era parte de la programación de las radios de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, con cantantes como Narciso Martínez «El Huracán del Valle» y Los Madrugadores (estos, de Sonora).
Los grupos no se apellidaban aun «del Norte», sino que tenían el nombre de su lugar de origen (como Los Alegres de Terán), Alma Norteña, Los Sultanes, que se presentaban en programas como el de «Ruleta musical» (¿Dónde lo he oído?). Algunos grupos tocaban huapangos y polcas con acordeón y violín y otros con acordeón y trompeta, que eran fusiones con conjuntos de huapango y el mariachi, respectivamente, mientras que la orquesta típica que era Los Montañeses del Álamo, de Santiago, N.L., fusionó el acordeón a su instrumental.
Pero la música norteña esencial era con el acordeón y el bajo sexto.
Grandes intérpretes del género eran Los Donneños, formado a fines de los 40 en la ciudad de Donna, en el sur de Texas, entre otros.
4. EN LAS RADIONOVELAS
La música norteña cabalgó también a lomos de las radionovelas, género en el que las radios de Nuevo León dieron las veinte y las malas a las que se producían en el centro del país, desde 1940 y con actores propios.
Por ejemplo, en 1950 estuvo de moda la serie «Martín Corona», en la XET de Monterrey, amenizada con música de acordeón (fue tal su éxito que en 1952 dio pie a la filmación de la película «Ahí viene Martín Corona», con Pedro Infante y Sarita Montiel).
Otras radionovelas regionales con acordes de acordeón fueron «Agapito Treviño» y «Caballo blanco». Pero la más emblemática de ellas y que aún se escucha en la radio, es «Porfirio Cadena, el Ojo de Vidrio», que empezó a grabarse en 1957, en la XET.
Y en el cine nacional, Lalo González «Piporro» la promovió a nivel nacional junto con otros elementos de la cultura norteña.
5. CORRIDOS Y NARCOCORRIDOS
El corrido ha sido siempre uno de sus géneros; incluso alguna vez leí que fue en el norte donde el corrido, descendiente del romance español, sobrevivió.
Los Madrugadores, de Sonora, fue uno de los primeros antecedentes de la música norteña. Radicado en California, en la década de 1920 grabó algunos corridos como «Mañanitas a Solano», «Corrido villista», «La Balbinita» y «Sonora querida».
Mientras, en los años 40, el Dueto Maya y Cantú, otro referente histórico, grabó los corridos «Los tequileros» (que eran el antecedente de los contrabandistas, pero de alcohol, durante la ley seca de Estados Unidos), «El mojado» y «Arnulfo González».
A inicios de los 50 surgió un dueto que es referente de la música norteña, formado por Eugenio Ábrego y Tomás Ortiz del Valle, los legendarios Alegres de Terán, quienes retomaron gran parte del repertorio grabado antaño por Los Madrugadores.
Pero es imposible referirse a la música norteña sin mencionar el narcocorrido y sus panegíricos de personajes fuera de la ley.
Se sabe que el primero se grabó en 1931, «El Pablote», en el que se habla de la muerte de un capo chihuahuense llamado Pablo González, que traficaba con morfina.
Compuesta por José González, hay una segunda versión en 1934, en la que se dice «que era el rey de la morfina». La canción fue grabada en El Paso, Texas, y se puede oír en Youtube.
6. PARTE DE NUESTRO SOUNDTRACK
Así como, «de la moda, lo que te acomoda», de la música norteña me quedo con aquella con la que me crie y crecí. Con polkas como «El circo» o «Evangelina»; viejas canciones como «Alma enamorada» o «Ingrato amor», bailables como «La del moño colorado» y chistosas de mi niñez como «Frijolitos pintos, claveles morados», que data de los 60.
Son parte del soundtrack de mi vida, junto con las viejas canciones de tambora y los antiguos sones de mariachi que acompañaron mi niñez de rancho y me evocan recuerdos y sensaciones que creía perdidas.
Y me acompañan aun en mis noches de juerga, bajo el sereno.