AY, NO, SE NOS QUEMA EL PISO, LE DIJERON A YEU-MATCHUC EN TIJUANA

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Cuando Bernardo Esquer solicitó la debida autorización para encender el fuego que todo ritual mayo-yoreme necesita para poder llevarse a cabo, autoridades del Centro Cultural Tijuana (CECUT) le dijeron que cómo iba a ser eso, imposible, créame, porque se nos quema el piso. Entonces Bernardo Esquer les replicó, desde su fina humildad y brillantez intelectual, que nunca oyó algo que mínimo se pareciera cuando pidió lo mismo en el  Smithsonian Institution de New York, y hubo fuego; e igual en la Casa de las Culturas del Mundo, en Berlín, Alemania. Y a donde ha ido por el mundo con su grupo Yeu-Matchuc, honrando a sus ancestros, honrando a su raza, honrándose a sí mismo y honrando a Sinaloa y México. De allí su extrañeza por los débiles (y risibles) argumentos de quienes mandan en el CECUT, el inmueble que da cobijo al Festival Cultural Entijuanarte 2017 en su treceava edición, Fundación que seguro más de una vez se ha intoxicado dada la rigidez con que se mueve el CECUT, excepto que a Bernardo Esquer no le hace mella para decir lo que piensa: ¿Pero al cemento qué se le va a quemar?, diría en entrevista hacia el mediodía del sábado 7 de octubre. Y fue tajante cuando recordó lo sucedido en Europa: “Allá están más enterados de nuestras tradiciones”.

Bernardo Esquer
Grupo Yeu-Matchuc
La enramada sin tierra

Pero horas más tarde, cuando ya Bernardo Esquer había presentado su libro Huiquit-Pujba (cara de pájaro), con los comentarios de Alejandro Mojica (por cierto un lujo de edición de la Universidad Autónoma de Sinaloa), fluyó información de que alguien del CECUT entró en razón, se le prendió una lumbre de inteligencia en la cabeza (y no se le quemó) y dio la orden para que sobre unos ladrillos, o lo que haya sido, los señores que comanda Bernardo Esquer, y él mismo, pudieran encender el fuego que urgentemente necesitaban, pues los rituales que ya habían ofrecido en la enramada frente al Pabellón Sinaloa (Sinaloa es el estado invitado de Entijuanarte 2017), realmente habían sido rituales a medias, o definitivamente no lo habían sido, pues el propio Bernardo Esquer había aclarado en la entrevista ya referida, que si no hay fuego, no debe haber ceremonia. “Era muy fácil suspender el ritual, porque los rituales sin fuego no son rituales”, dijo.

Pero lo que no le cumplieron a Bernardo Esquer y a los demás muchachos, particularmente a los danzantes, fue la instalación de un entablado bajo la enramada, y sobre el entablado una capa de tierra aprisionada, o suelta, ya de perdida. En las ceremonias mayo-yoreme se danza descalzo, los pies se ponen en contacto con el corazón de la tierra; los pies y la tierra se comunican; si es el danzante de venado, son sus pies haciendo crujir la hojarasca (simbolizado a través del sonido que emiten los tenábaris); es la representación del animal en el monte. Es incluso el animal mismo  a la hora de danzar. Pero lo tuvieron que hacer sobre el piso, luego de más de un día de espera. Tuvieron que danzar sobre el cemento, con el peligro de alguna posible lesión en los pies por el golpeteo en directo y sin cremita. “Nosotros nunca bailamos sobre piso”, habría confesado don Bernardo Esquer, músico y danzante tradicional del grupo indígena mayo-yoreme de la comunidad Los Ángeles del Triunfo, Guasave, Sinaloa, considerado por el INAH como uno de los más importantes músicos tradicionales de México, tal como está anotado en el portal web del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa.

Danza de venado
Alejandro Mojica y Bernardo Esquer en la presentación del libro Huiquit-Pujba

Más sin embargo, pese a las inconveniencias, al fuego tardío y  a la ausencia de tierra en la enramada frente al Pabellón Sinaloa en Entijuanarte 2017, el grupo Yeu-Matchuc hizo lo suyo con dignidad, le cumplió con creces al Instituto Sinaloense de Cultura, cuyo director, Papik Ramírez Bernal, en horas de la noche de ese sábado 7 de octubre, referiría con orgullo la cifra de más de 100 artistas y grupos, como el de Bernardo Esquer, que gustosos aceptaron la invitación para representar a Sinaloa en la fronteriza ciudad de Tijuana. Pero el grupo Yeu-Matchuc no sólo le cumplió a la invitación del ISIC, sino sobre todo a los cientos de personas que no dejaron de asombrase con la magia de sus cantos y danzas. Y les hacían videos. Y les hacían fotos. Y transmitían en vivo. Con tierra o sin ella, y con fuego nomás la puntita, el CECUT puede presumir que tuvo a Yeu-Matchuc danzando en su edificio, aunque a los danzantes les hayan dolido los pies. O se hayan lastimado. Eso qué importa. Y punto.

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