AQUELLOS DÍAS DE PEDRO COMO ALUMNO DE PRIMARIA

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En los repositorios del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, se encuentran diversos fondos documentales que contienen información valiosa para la historia cultural de Sinaloa. En el Fondo Educación existe información relacionada con la enseñanza en nuestro estado que data de los años de 1918 a 1968, la cual se agrupa en carpetones por municipio y escuela.

En el carpetón con fechas extremas de 1918 a 1932, clasificado con numeración 14 u 2, referente a la ciudad de El Rosario, municipio del mismo nombre, se encuentran formatos impresos y llenados con datos del examen de primer grado de la Escuela Oficial Elemental y Superior No. 1 para el año 1924-25.

El formato correspondiente al grupo de primer año “C” contiene un listado de 47 alumnos donde aparece  el nombre de Pedro Infante, con matricula 422 orden 37. El niño Pedro Infante de 6 años de edad, que concuerda con la edad cotejada con su acta de nacimiento, debió asistir 195 días a clases; sin embargo lo hizo por 142 y medio, representando esto el 72% de asistencias del total esperado, obteniendo las siguientes calificaciones: Aritmética 3; Lengua Nacional 3; Conocimientos de la Naturaleza 3; Geometría 3; Dibujo 3; Trabajos Manuales 3; Cultura Física 2 y canto 2.

En ese tiempo la tabla de calificaciones impuesta era de 1 para «mediano»; 2 para «bien»; 3 representaba «muy bien» y 4 calificaba «perfectamente.» El promedio obtenido por Pedrito Infante fue de 2.62, que casi era un tres, el cual no le fue reconocido y que seguramente ha de haber provocado  cierto  enojo familiar. Pero como en ese tiempo para esta representación final de calificaciones no existía el redondeo, lo dejaron en 2 como calificación general, lo que le permitió ser aprobado y por consiguiente promovido al curso inmediato.

En el conjunto de los alumnos y compañeros de afanes educativos y juegos infantiles, encontramos los apellidos  siguientes: Rojas Acosta, Otáñez, Díaz, Toledo, Quinteros, Rabelo, Medina, Sánchez, Aguilar, Lizárraga, Torres, Peraza, Rendón, Zazueta, Luna, Carrasco, Martínez, González, Flores, Ledesma, Guerrero, Cruz, Ramírez, Osuna, Castillo, Flores, Beltrán, Moreno, Duran, Palomares, Millán, Valdez, Villareal, Inda, Cebreros, Domínguez, León y Ruiz. Por cierto los alumnos de esta escuela frisaban de 6 a 11 años.

Un dato interesante es que el examen final se celebró el 31 de julio de 1925 de las 9:00 a las 11:00 de la mañana. Y el jurado calificador lo integraron don Delfino Infante (papa de Pedrito), Eva Cañedo, Leonor Elizondo, y como responsable del grupo aparece María Otáñez. Fungiendo como Director de la Escuela Oficial No. 1, el C. Samuel M. Gil, de grata memoria por su labor educativa en la ciudad de Guamúchil, hoy cabecera del municipio de Salvador Alvarado. El documento en cuestión se cierra con un sello del H. Ayuntamiento de El Rosario y la rúbrica de J. Millán como Presidente Municipal.

A  nuestra generación que cursó la educación básica a principios de los años 50 del siglo XX, todavía le tocó esta ceremonia de los exámenes de fin de cursos, a la cual nos presentábamos estrenando ropa y calzado; asimismo nuestras madres se afanaban en procurarnos una imagen impecable, bien peinados y con las recomendaciones de rigor: «Pórtate bien», «No te pongas nervioso», «Contesta lo que sabes», «No copies»; y otras expresiones de aliento. Todos alineados en nuestros pupitres respondiendo el examen, reflejando cierto nerviosismo ante la mirada amable de nuestros mentores y la respetable presencia del jurado calificador, complementada por la adusta y vigilante figura del inspector que presidia tan trascendente acto.

Después de contestar la prueba, y ya en nuestro hogar, llegaba la consabida pregunta: ¿Cómo te fue? ¿Pasaste? Me fue muy bien, mamá. Luego nos abrazaba y su sonrisa era una bendición que contribuía tiernamente en nuestra incipiente educación. Estoy seguro que esa emoción la vivió Pedro Infante, cuando curso el primer año de instrucción primaria en El Rosario.

Calificaciones de Pedro Infante de 4º Grado de Educación Primaria, en Guamúchil, Sinaloa. (Año escolar 1928-1929) 

Las vicisitudes de un músico definen muchas veces el destino de su familia; en el caso de Pedro Infante, la inestabilidad laboral de su padre, don Delfino, como parte de su cotidianidad pos-revolucionaria de Sinaloa, –a la que se añadió la efervescencia política por la campaña vasconcelista, que tuvo en el periodista sinaloense Lic. Ramón R. Millán uno de sus entusiastas promotores, y la crisis internacional de ese año–, fue parte del contexto de su formación infantil y juvenil.

En efecto, el tránsito hogareño de Rosario a Guamúchil implicó un contraste en situaciones de convivencia que definieron su pertenencia social e identidad en esta etapa de su formación. Quizás cantar fue parte de un refugio íntimo ante los cambios de su constitución corpórea y la comprensión de la vida; por ello, las vivencias en las aulas de instrucción primaria en la joven estación ferrocarrilera del Évora lo definieron en la perspectiva de la comprensión de la realidad. Una íntima tristeza nos acompaña cuando se nos desbarata el mundo infantil, construido endeblemente de ilusiones y sueños.

Cursar de primero a tercer grado de educación primaria en los reductos del Real de Minas de El Rosario, y para sorpresa puberina matricularse a los 12 años en la Escuela No.3 de la localidad de Estación Guamúchil del Municipio de Mocorito, fue enfrentarse a un cambio radical.

Para los que conocen Sinaloa, saben que el sur de la entidad tiene expresiones muy contrastadas con el norte, hasta en el tono del habla. La cultura rosarina es más abigarrada, tiene los influjos coloniales de la producción minera; ahí, el renombre de los viejos apellidos y la herencia de la bizarra cultura empresarial del Márquez de Pánuco se plasman en el barroco sinaloense de los templos e iglesias de El Rosario, Concordia y Cópala. En cambio, la novedad mercantil de las comunicaciones férreas de su nueva localidad, inauguradas en 1907 –solo veinte años atrás de la presencia de la familia Infante–, combinada con la apertura de nuevas tierras aledañas a la que hoy es cabecera del municipio de Salvador Alvarado –centralidad histórica que le arrebató el comercio del Valle del Évora a la villa de Mocorito–, va prefigurando una mezcla poblacional de sorprendentes posibilidades, debido a las oportunidades de empleo que ofreció esta zona.

Apenas se había terminado el V Congreso Nacional de Estudiantes celebrado en Culiacán con la asistencia de lo más granado de la dirigencia juvenil del país, donde se exigió la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades, y la cristiada estaba en su etapa final, cuando Guamúchil contaba apenas con dos calles y ya habían llegado al lugar personajes que destacaron por su empuje empresarial y civilidad política, tales son los casos de Roberto Macías Fernández, Genaro Salazar Cuellar, Jesús Rodríguez, Silverio Trueba y Cristino Romo, afianzando este último sus relaciones de poder, acaparando solares y pequeñas casas para rentarlas.

El profesor de Pedro Infante, Jesús María Ochoa –encargado del grupo de cuarto grado, aparte de fungir como director de la escuela–, le tocó lidiar en ese ciclo escolar con 151 alumnos de 6 a 15 años; por las anotaciones hechas en las listas de los exámenes de fin de cursos, las cuales se encuentran en el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, específicamente en el Fondo de Educación, localicé a mi tío René Angulo Toledo con escasos 6 años, anotado en el grupo primero “A”. Otro muy conocido y familiar, inscrito en tercer año fue mi tío abuelo Samuel Elizalde, hijo de Pedro Elizalde y Patricia Santaolaya Buelna, originarios del Guamúchil viejo; sorprende el escaso registro de niñas en los cuatro grados en este ciclo escolar.

René Angulo estudió la carrera de Químico Farmacéutico en la hoy Universidad Autónoma de Sinaloa, se casó con mi tía Elia López Labrada, de San Benito, Mocorito, hasta donde viajaba semanalmente a la visita, donde cumplían en sabroso coloquio sentados en el portal de la vieja casona de Don Valentín López Valenzuela, bajo la inquisitiva mirada de mi abuela Natalia, aparte de los comentarios chuscos de mis tías y primas ante el novio que viajaba en una camioneta de color rojo; actualmente viven en Culiacán, llenos de hijos y nietos. Samuel Elizalde Santaolaya, inquieto en las lides sociales, hizo huesos viejos en Angostura, hasta su deceso.

Los compañeros de instrucción primaria de Pedro Infante, inscritos en cuarto grado, fueron: Luciano Angulo, Jesús Bustillos, Ramón Camacho, Manuel Félix, Venustiano Gaxiola, Anselmo Gámez, Tirso López, Jorge López, Laureano Mercado, Juan José Mercado, Flavio Mejía, Abel Payan, Ramón Sánchez, Manuel Sandoval, Ernesto Vidales, José Verdugo Luis verdugo, e Inés Vega. En total 19 alumnos, incluido Pedro, en donde no aparece ninguna mujer, aunque el último registrado con el nombre de Inés pudiera serlo. Conocí en los años 50 del siglo pasado a don Ernesto Vidales, originario de Mocorito, quien tuvo una tienda de ropa en la ciudad de Los Mochis, por la calle Gral. Ignacio Zaragoza, frente a una ferretería, donde mi padre fue el encargado y donde serví de dependiente, muy de cerca de la cafetería «El Gordo y El Flaco»; Don Ernesto siempre muy elegante y de buen humor, amigo de mi papá Gilberto López Labrada.

El jurado calificador del examen final de cuarto grado para el ciclo de referencia estuvo integrado por Luciano Angulo, Jerónimo Bustillos, Rosendo Verdugo, y el representante del Presidente Municipal fue el Sr. Cristino Romo.

Las calificaciones de Pedro Infante fueron: Lengua Nacional, 2; Aritmética y Geografía, 2; Conocimientos Naturales, 2; Geografía, 2; Historia, 2; Dibujo y Trabajo Mensuales, 2; Educación Cívica, 2; Cultura Física, 2; Canto, 2. Siendo aprobado en el equivalente de «Bien», ya que la escala de calificaciones era del cero al cuatro.

Al concluir su instrucción de cuarto grado de primaria, trabajó en la sucursal de la Casa Melcher Sucesores de Guamúchil; sin embargo, me queda una pregunta: ¿qué se cantaba en la escuela donde estudió Pedro Infante?

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