AMOR Y DOLOR

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Esteban Casamayor, de Tenerife (Islas Canarias), se casó en San Blas con Carolina Pérez, originaria de Tampico. Residieron en Mazatlán. Era militar de bajo rango. En 1868 estaba preso. Sus angustías se acrecentaron: le notificaron que su esposa tuvo relaciones sexuales con otro hombre. Carolina le escribió diciéndole: “una tarde de la cárcel me requirió Juan Amarillas y entró en mi casa detrás de mí y me ofreció una bebida para aliviarme del dolor del cerebro, esa bebida me puso en un estado que no podía defenderme…mi voluntad fue forzada por ese infame… no te lo había dicho antes porque él estaba en la cárcel y temía te perjudicases vengando tanta infamia”. Así cerraba la misiva: “espero de tu alma grande perdones a tu esposa y madre de tus hijos que te ama”. Recién ocurrído el suceso, Carolina se presentó ante un juez civil para revalidar su matrimonio con Esteban.

Pero, la reacción del preso no fue la esperada, en enero de 1869, denunció legalmente la “conducta deshonesta de su esposa”. Fue recluida. Durante todo ese año, el juicio transitó entre quejas del preso: condenaba que la tuvieran durmiendo en los patios de reclusión donde era facil el acceso; que a pesar de que no tenía visitas conyugales, Carolina “perdió un feto”; que la visitaban meretrices para alimentar su “depravada” conducta; que le permitían salir de su reclusión con un preso; que Carolina agredió a una hija con una bota. Pero sobretodo, se quejaba de que sus hijos, desamparados, estuvieran recluidos en la cárcel; insistía: “no intriguen para quitarme mis pequeños hijos que tanta les hace falta mi cariño y cuidado”; demandó los colocaran en una familia de su elección y que el ayuntamiento garantizara su manutención. Lo que se concedió.

Desconozco el desenlace pormenorizado de este drama. Pero, a partir de 1870, ya libre, Esteban y Carolina tuvieron tres hijos más. En noviembre de 1876, por una enfermedad Carolina quedó viuda. En 1878, 1879 y 1882 volvió a procrear. La últma fue niña, murió a los 15 días, una hija de Esteban y Carolina dio fé del deceso.
Tras la algidez de este conflicto, otro par de sucesos: en mayo de 1870, se decretó la nulidad del matrimonio entre una pareja: un año antes ella se declaró “doncella” y estaba embarazada de otro hombre. La unión matrimonial se efectuó por medio de un apoderado. Al arribar a Mazatlán, el fugaz marido se encontró con esa “sorpresa”; cuatro meses más tarde, el artesano Agustín Gonzalez se suicidó, porque su mujer no lo amaba.

Lo anterior remite a aquella canción de Denisse de Kalafe: “El amor cosa tan rara”

Cuantas veces se escribió sobre el amor
Mil poetas lo intentaron definir
Y hasta hoy no ha existido el inventor
Que nos cuente los misterios del amor
Ay el amor, cosa tan rara
Cuando lo añoras, pronto se aleja

Puede estar en una esquina o puede ser
Que lo encuentres en cualquier amanecer.

Hablando de poetas y literatos. En estas fechas circulaban los escritos de Ignacio Manuel Altamirano. En “Una noche de Julio” (después titulado Julia), un ingeniero de minas decía:

“Julia era la mujer de mis sueños, esa mujer hermosa, inteligente apasionada, que yo había evocado en mis delirios de joven y que se me había aparecido… divina creación de mi fantasía ardorosa, bañándome con las llamas de su mirada, haciendo estremecer mi corazón con las promesas de su sonrisa, ilumninando mi existencia oscura y pobre, con todas las esperanzas del amor y de la delicidad. Julia era mi ideal.”
Le declaró su amor. Ella le confiesa que amaba al jefe inglés del ingeniero enamorado.
“Casi loco me lancé a la calle… en mi cuarto, caí a los pies de mi cama acometido por un acceso de desesperación. Hubiera deseado derramar lagrimas a torrentes para aliviar mi corazón que sentía estallar; pero no pude y creí morir por el violento dolor que sufría”.

Se alejaron por años. Al encontrse de nuevo, ella le ofreció compartir su vida, él le miente al decirle que estaba casado. Se separan para siempre. Tenía “muerto” el corazón, era incapaz de amar de nuevo.

Mientras que en “Clemencia”, Altamirano muestra el amor de Fernando Valle, soldado del ejército republicano por una joven tapatía. Pero ella, fascinada por el atractivo físico de Enrique Flores, compañero de milicia de Valle, desprecia ese amor. Sin embargo, al final, reconoce su error al rechazar a Valle, quien suplanta a Flores, condenado al paredón por traición; lo hace para evitar el sufrimiento de Clemencia y padecer la pena de vivir odiado por ella.

Felipe se confesaría: “En Guadalajara tuve mi primera pasión…esa joven tan hermosa y buena, que ha estado ayer loca de dolor por Flores, fue la que yo amé… creí que podría llegar a quererme, quizá por una originalidad de su carácter, o quizá porque adivinara que yo tenía un corazón sensible y bueno. Pero fue un error mío… ya estaba perdido y ciegamente enamorado”.

Ya fusilado, ….Clemencia obtuvo un rizo de su cabello; lo besaba con delirio repitiendo: “A ti era a quien debería haber amado”. Aquí este sentimiento se entrecurza con tristeza, arrepentimiento y dolor. Cerremos las alusiones al amor de parte de Altamirano con fragmentos de su poema “A….”:

De antiguo templo en la derruida nave
Donde silencio es todo y soledad,
….
Y aquí en mi corazón, callado y triste
….
Que una sombra siquiera en mis recuerdos
Que te lastime, no hay.
….
Así, tranquila flor, tú resguardada
Serás del mundo por mi tierno afán

El sentir de Esteban, Carolina, Agustín o los personajes de Altamirano, es difícil de explicar. Ortega y Gasset lo definía así: En el amor colaboran la fantasía, el entusiasmo, la sensualidad, la ternura y la química íntima. Es vivificación perenne, creación y conservación intencional de lo amado. Es una reafirmación de la vida.

A manera de colofón:
Mario Benedetti

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.

Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.

Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.

Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.
….
Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

La poetisa puertoriqueña Julia de Burgos

Mi emoción esperaba….
Pero tuve momentos de locura suicida.
Un agitado viento de esperanza
parece que me anuncia tu regreso.
Entre el fuego de luna que me invade
alejando crepúsculos te siento.
Estás aquí. Conmigo.
Por mi sueño.

Y, Antonio Machado

No canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena;
sanamos del mal de amor
que sabe llorar sin pena

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