MALVERDE Y DON PEDRITO JARAMILLO

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El grupo Sabaiba Teatro, que dirige Lázaro Fernando Rodríguez, estrenó hace días su montaje de la monumental obra teatral «El Jinete de la Divina Providencia», de Oscar Liera (a 40 años de ser escrita y dirigida por primera vez, por su mismo autor, en 1984).

La obra recrea la leyenda de Jesús Malverde, el bandido generoso de tiempos del Porfiriato, en un Culiacán mágico tratado con un lenguaje poético, como nunca ha vuelto a ser recreado.

A lo largo del montaje se menciona a un santón llamado don Pedrito Jaramillo, cuya figura me ha intrigado mucho desde que, en 1984, miré esta obra, y es mencionado en sus apuros por el personaje de Adela Carrillo con la siguiente plegaria:

«Oh, Dios de infinita bondad y misericordia, yo os suplico la gracia de que el espíritu purificado del que fue en el plano terrenal don Pedrito Jaramillo venga en estos momentos angustiosos a prestarme el auxilio y el consuelo que necesito para que nos ayude con su fuerza a desterrar de mis ventanas a ese mal verde, hijo del diablo, y a todos esos galleros con sus trompetas malditas, amén».

Con esa oración, el santón culichi queda ligado a este otro, del que hasta hace poco tuve información.

2. ¿QUIÉN FUE DON PEDRITO JARAMILLO?

Según datos que recopilé de aquí y allá, don Pedro Jaramillo era de origen tarasco; nació hacia 1829 cerca de Guadalajara y falleció el 3 de julio de 1907 en Falfurrias, condado de Brooks, al sur de Texas, EU.

Su tumba tiene el siguiente epitafio: «Aquí descansan los restos de Pedro Jaramillo, el Benefactor de la Humanidad. Nació en Guadalajara, Jalisco, México. Murió en Paisano, Starr County, Texas, el 3 de julio de 1907».

Fue un curandero y santo popular, pero a diferencia de Jesús Malverde, no hizo «milagros» después de muerto, sino en vida.

Tampoco robó nada sino al contrario, no cobraba por sus curaciones más que lo que quisieran o no dar, pero usaba ese dinero para alimentar a quienes venían de lejos a buscar sanación y no tenían para comer.

3. ALIMENTAR A LAS MULTITUDES

Así que fue famoso no solo por sus curaciones sino también por su generosidad: «En Alice, Texas, se registró que a veces compraba bienes por valor de 500 dólares a la vez, simplemente para alimentar a los pobres», narra una fuente.

También, a diferencia de Malverde, de su existencia y sus hechos hay registros por escrito. Hasta una recopilación de sus recetas se publicó en 1934.

Vivía muy modestamente en un jacal con piso de tierra, y cuando alguien le donó 100 acres de tierra en Los Olmos (otros autores dicen que los compró con los donativos por sus servicios), sembró maíz, frijol, sandías, calabazas, chiles, garbanzos y ajo para que los cientos de visitantes que acampaban en las inmediaciones de su jacal, esperando que los atendiera, tuvieran de comer.

Se dice que, a raíz de la gran sequía de 1890, hubo hambruna en la región, y don Pedrito, con el dinero de las ofrendas, compró gran cantidad de maíz, frijol y café para alimentar a la muchedumbre.

4. EL ORIGEN

De familia muy pobre, Jaramillo nació en las cercanías de Guadalajara, Jalisco, y se dice que era muy joven cuando, al correr a caballo, pasó por un mezquital y se  golpeó en la cara con una rama, cayendo inconsciente.

Despertó todo dolorido, con una lesión en la nariz que le dejó una fea cicatriz de por vida. Se arrastró hasta un arroyo cercano donde se untó lodo para refrescarse y amortiguar su dolor. Como le funcionó, lo hizo por tres días con sus noches.

La tercera noche, como en sueños, escuchó la voz de Dios, quien le concedió el don de la sanación, pero se dice que fue a los 52 años que lo ejerció, cuando su madre enfermó gravemente e hizo todo por sanarla. Sin embargo, murió.

Entonces se fue al norte, a Falfurrias, Texas, donde estaba un primo suyo que trabajaba vendiendo aguardiente. Eso fue en 1881.

Allá empezó a atender a mexicanos y migrantes que residían en la región y no tenían acceso a servicios de salud, y pronto su fama se extendió y acudían a verlo desde muchas partes.

5. SUS REMEDIOS

Fue hasta 1934 que se recopilaron y publicaron algunas sus curaciones, primero en español, y en 1951 fueron traducidos al inglés. Desde entonces la bibliografía en torno a su vida y su curiosa forma de curar ha ido creciendo y hay muchos estudios académicos sobre este fenómeno sociológico que aún persiste.

En sus remedios usaba mucho el agua: tres tazas de agua, tres baños tibios; o un huevo crudo cada mañana durante nueve mañanas sucesivas.

Los números también eran relevantes en sus curas: sobre todo el 3 y 9.

Y por supuesto, la oración, ya que según decía, no era él quien curaba sino Dios. Él solo era su instrumento.

Sabía leer los corazones y descubría cuando le echaban mentiras. Cuentan que no requería muchas explicaciones de parte del enfermo. Siempre sabía lo que necesitaban para sanar.

Solía visitar pueblos y rancherías en viajes de curación, que abarcaban las regiones de Corpus Christi, San Antonio y Laredo para atender a quienes, por su estado de salud, no podían ir a Los Olmos.

Todo eso le dio fama de santo.

6. Y EL RECHAZO DE LA IGLESIA…

Como Malverde, don Pedrito Jaramillo es muy venerado como un santo por la gente de a pie, aun con la oposición de la Iglesia Católica.

En el libro compilatorio «Entre la magia y la historia: Tradiciones, mitos y leyendas de la frontera” (2000, Edit. El Colegio de la Frontera Norte y Plaza y Valdés), la investigadora Amelia Malagamba Ansótegui publica el ensayo «Don Pedrito Jaramillo: Una leyenda mexicana en el sur de Texas», en el que retoma un boletín publicado por la iglesia católica del lugar la cual, sin demeritar al sanador, dice:

«Es del conocimiento general que don Pedro, el famoso curandero del rancho Los Olmos, hizo mucho bien y ayudó a muchas personas durante su vida. Debemos recordar que don Pedro no es reconocido como santo por la Iglesia. Por lo tanto, no puede ser venerado como San Martín y San Judas. No deben comprar estatuillas para ser usadas en los altares de los hogares».

Pero, igual que con Malverde en Culiacán, «los seguidores de don Pedrito han ignorado tales prohibiciones» (agrega la autora).

Después de todo, era más de carne y hueso, más cercano y más terrenal que muchos santos oficiales de la Iglesia.

Qué de malo tiene llevarle sus veladoras y sus ofrendas a su capilla, donde al día de hoy, se siguen dando cita –como en la de Malverde, en Culiacán- miles de peregrinos procedentes de los dos países.

 

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