LA TRAGEDIA DEL CONDE OLINOS

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Y como para descansar un poco de los fragores del fin de año, vuelvo hoy a mi fascinación por las cosas viejas de la tradición española, reflejada en mis relecturas en estos días de pasajes del Quijote a los que suelo volver cada tanto, y en cantos del Romancero español.

Esto, tras escuchar varias versiones del célebre “Romance del Conde Olinos”, que aún perdura, a más de 500 años de haber sido compuesto por la juglaría medieval.

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Son pocos los romances antiguos que se cantan todavía, entre ellos este que narra una bella historia de amores contrariados, cuyas consecuencias van más allá de la trágica muerte de los enamorados.

A diferencia de otros que aún se cantan en América como corridos, adaptados a la modernidad musical y literaria, como la Delgadina, Bernal Francés o el de la Esposa infiel (La Martina), el del Conde Olinos pervive en los cantos de los niños españoles como la rondas infantiles de Doña Blanca, Los maderos de San Juan y muchos otros.

De este romance se dice que hay versiones en toda España, en América y en la tradición sefardí; pertenece al ciclo del “Romancero viejo”, integrado con composiciones juglarescas de los siglos 14 y 15.

También se considera el más difundido de la tradición oral, con más de 75 versiones distintas en la actualidad (una en Venezuela, mientras que de México no conozco ninguna).

Se le puede leer en los libros de texto, como el de cuarto grado de Lecturas del ciclo 2014-2015 en México (aclaro, por si ya lo eliminaron de los nuevos libros, por ser hispano).

Modernos juglares como Paco Ibáñez, José Negrete y Joaquín Díaz, lo han grabado en sus colecciones de música antigua, junto con otros como los ya citados, aunque varían en su musicalización, como es natural.

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De las tres versiones musicales que conozco, en unas llaman al conde Olinos, en otras Niño, pero ahora sé que hay otras en la que le llaman Nilo, Lino, Polino o Lirio, y en otras más es Fernandito (“Romancero popular de la montaña”, de Cossío-Maza, 1933).

Las letras recogidas entre los sefardíes de Marruecos y en las distintas regiones de España, y aun la de Venezuela, aunque diferentes en sus versos, conservan el mismo sentido de un amor más allá de la muerte, y algunas le agregan la coletilla moralizante en que la reina se arrepiente de su crimen, mientras que en otras manda cazar a los amantes ya transformados en aves.

Ramón Menéndez y Pidal, el gran historiador y folclorista español, lo recoge en su libro “Flor nueva de romances viejos”, con el título “Amor más poderoso  que la muerte” (“Conde Niño por amores / es niño y pasó la mar; / a dar agua a su caballo / la mañana de San Juan”), mientras que don Manuel Alvar tiene una versión muy diferente a la que titula “Amantes perseguidos”.

He aquí la versión más conocida, en la que yo, con permiso de Apolo, añado versos de unas que no vienen en otras.

4. ROMANCE DEL CONDE OLINOS

Madrugaba el conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.

Mientras el caballo bebe
canta un hermoso cantar:
las aves que iban volando
se paraban a escuchar;

caminante que camina
detiene su caminar;
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

“Bebe, mi caballo, bebe;
Dios te me libre del mal:
de los vientos de la tierra
y de las furias del mar”.

Desde la torre más alta
la reina le oyó cantar:
-Mira, hija, cómo canta
la sirenita del mar.

-No es la sirenita, madre,
que esa tiene otro cantar;
es la voz del conde Olinos,
que por mí penando está.

-Si por tus amores pena
yo le mandaré matar,
que para casar contigo
le falta la sangre real.

-¡No le mande matar, madre;
no le mande usted matar,
que si mata al conde Olinos
juntos nos han de enterrar!

Guardias mandaba la reina
al conde Olinos buscar:
-¡Que lo maten a lanzadas
y echen su cuerpo a la mar!

La infantina, con gran pena,
no cesaba de llorar;
él murió a la media noche;
ella, al los gallos cantar.

A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar,
y a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.

De ella nace un rosal blanco;
de él nació un espino albar.
Crece uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.

La reina, llena de ira,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no dejaba de llorar.

De ella naciera una garza;
de él, un fuerte gavilán.
Juntos vuelan por el cielo.
Juntos vuelan par a par.

 

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