En el artículo “Producción de alcohol en el México del Porfiriato”, Luis Anaya Merchant comenta el problema de salud que representaba la adulteración de vinos -sobre todo mezcales y tequilas- a principios del siglo 20 en México, al instalarse fábricas de alcohol de maíz, cuya producción resultaba más barata que la de mezcal de agave y, aún más, del tequila destilado, industria apenas en auge.
El problema era el grado de toxicidad que alcanzaban, pues “el mezcal con la adición de alcohol de maíz adquiere un carácter venenoso” por su carácter de uso industrial.
También se adulteraba el mezcal con aguardiente de caña, pero el tufo que despedía esa mezcla hacía evidente la trampa, y era menos usual.
Un panfleto de 1905, “A los consumidores de vino mezcal”, atribuido a la tequilera de José Cuervo, advertía sobre “el incremento de las adulteraciones del aguardiente de mezcal” por parte de falsificadores que “no contentos con producir brebajes notoriamente impuros y nocivos, aun se dan el lujo punible de presentarlos con marcas de reconocido prestigio”.
2. SE PONÍAN AGRESIVOS
El 2 de octubre de 1906, el diario El Demócrata Sinaloense, de Mazatlán, publicó uno de muchos casos de personas que se ponían muy agresivas al calor del alcohol:
“Zapatero agresor, varias personas a punto de ser asesinadas. Obrero herido. El malhechor huye pero es aprehendido”, decía su encabezado.
La frecuencia de los casos –sobre todo los fines de semana- me hizo preguntarme pues ¿qué tomaban que se ponían tan locos? El obrero que de repente garroteaba a la vecina, el marinero que acuchillaba a su camarada en el bar, el ranchero que asesinaba a la novia al rijoso calor del alcohol.
No digo mal de la cerveza, que como todo mundo sabe, es alegremente inocua.
Sin embargo, en los diarios locales los anunciantes de vinos alertaban constantemente contra su adulteración; entre ellos los productores de Sauza, el “único vino mezcal” (aún no se le llamaba tequila), que fabricaba en Jalisco el señor Cenobio Sauza, representado en Mazatlán por Heladio Sauza.
3. DE LOS TOROS A LA CERVECERÍA
Sobre el caso del zapatero agresor, “de malos antecedentes y peores costumbres”, el diario narra que la noche del domingo anterior, 30 de septiembre de 1906, este personaje, llamado Luis Parra, andaba por las calles del barrio el Telegrafil, a punto briago y “con ganas de asesinar a media humanidad”.
Esta tarde hubo una corrida de toros en la Plaza Rea, a beneficio del Orfanatorio de Mazatlán, pero fue un fiasco porque los toreros dejaron mucho que desear, los lazadores igual, y los banderilleros “no lograron clavar ni un par completo”, lo que provocó las protestas del público.
Salvó la tarde el toro lidiado por el pueblo, que dio mucho de qué reír y sin el cual, el pueblo hubiera salido trinando de ira.
Ahí anduvo nuestro zapatero, ya tomado y lidiando al toro junto con quienes quisieran calmar sus ansias de novillero, y al terminar el jolgorio, siguió libando y dando rienda suelta a sus instintos.
Igual que muchos patasaladas, al salir de los toros se fue al cercano expendio de la Cervecería Pacífico, donde tocaba la orquesta de Eligio Mora y donde, dice la crónica, esa tarde “la cerveza estuvo escasa”, pues cada rato se agotaba el vital líquido.
4. POR EL BARRIO EL TELEGRAFIL
Quién sabe qué más tomaría, pero el caso es que esa noche, el barrio de El Telegrafil se vio en revolución porque el tal zapatero Luis Parra andaba con el diablo dentro.
Se había metido a la casa de una señorita llamada Margarita, por la calle Melchor Ocampo, donde quiso acuchillar al hermano de ella, pero este no le siguió el rollo y batallando, la familia logró echarlo a la calle.
Entonces se metió a la casa vecina, de Rita Moreno, gritando que tenía ganas de matar al que se le pusiera en frente.
De allí lo miró salir el joven Elías Meza, que estaba viendo el chisme, reclinado en un poste por la calle Telegrafil, y quien laboraba en la jabonería “La Concordia”.
–¡Quítate!”- le gritó de mal modo el briagadales, y para su mala suerte, Elías Meza no le hizo caso, y ahí fue donde encontró sayo el rijoso, porque se le fue encima puñal en mano.
Elías corrió por la calle Rosales, rumbo al rastro, y como vio que Parra lo seguía a todo correr, se paró a juntar piedras para defenderse y en eso lo alcanzó su agresor y le dio un cuchillazo profundo en la oreja derecha.
5. “ESE HOMBRE MATÓ A UNO”
Herido y todo, Meza logró huir y quiso refugiarse en una casa, pero los moradores no lo dejaron entrar, pues no querían líos futuros con la policía.
Mientras, Parra siguió por la calle Rosales rumbo al centro, y en cierto punto se quitó la camisa, que estaba manchada de sangre igual que el pantalón.
Tomó la calle San Germán y a llegar al cruce con la Juárez, lo vio pasar un policía de punto quien oyó a una niña decir:
–¡Ese hombre mató a uno!
Entonces el policía notó la sangre en su pantalón y lo detuvo, y junto con el oficial Manuel Topete, lo llevaron a la cárcel, mientras que Elías Meza fue llevado al Hospital Civil, donde el practicante que lo curó dijo que la herida era grave, pero quizás la libraría.
6. A LA GUERRA DEL YAQUI
Ignoro qué fin tuvo (no muy bueno) este aguerrido señor Parra, pero por menos que eso el señor Francisco Sandoval, quien cayó en chirona por robarse un saco de frijol, huyó de la cárcel echándose un clavado al mar, y al recapturarlo, fue “consignado al servicio de las armas”, que era uno de los castigos a los reincidentes: meterlos al ejército y mandarlos a matar yaquis a Sonora.
Como el caso del “barbero Pedro Rentería, que con frecuencia ingresa a la cárcel y que últimamente fue consignado al servicio de las armas sin que fuera admitido [por lo que] se encuentra de nuevo en chirona por ebrio botado”.
O el marinero Celso García, que se había fugado de la cárcel, y fue aprehendido de nuevo por ebrio y escandaloso, y traer la ropa manchada de sangre.
7. OTROS CASOS
Ese sábado, la policía ya había consignado al jornalero Teodoro Astorga quien, también ebrio, en la Huerta de Lamadrid, agarró de sparring a su compañera, arrastrándola de los cabellos y cuando los policías trataron de aprehenderlo, los agarró a garnatadas.
Otros borrachos se ponían en tal estado que ni el agresor ni el agredido recordaban cómo pasaron los hechos, como Lino Álvarez, del Walamo, quien fue herido de una puñalada por su íntimo amigo José Domínguez, la tarde de un domingo. Resulta que anduvieron tomando mezcal, y en la noche se fueron a un baile donde tocaba un acordeón, y al salir, en un llano, Domínguez lo agredió y huyó.
“Dice Álvarez que jamás había tenido disgusto con Domínguez y que ignora por qué lo haya herido, pero cree que, como él y su amigo estaban ebrios, deben haber reñido”.
Como que, además de mezcal adulterado, creo yo, le quemaban las patas a Judas. Por eso yo, como decía “Pito” Pérez allá en Michoacán, “de veneno a veneno, opto por el tequila Cuervo”.