Evocaciones de mi tierra

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  • Con todo y sus contrastes, sus refiguraciones y avatares; pese a los bozales, sus ansias abortadas, Pericos tiene esperanzadores aleteos. Es un pueblo que con su raigambre le sigue guiñando un ojo a mi cariño.

En unos días mi pueblo intentará llenarse de fiesta. Pericos, lugar donde nací y víví parte de mi adolescencia. Un día, como las aves, alcé vuelo no sé que tan alto o si perdí el rumbo. Buscaba saciar mi hambre del estómago, del espíritu y del intelecto. Llegué a la ciudad. Aunque estuvo cerca, no me pasó como a Jacinto Cenobio… No estoy para pagar una culpa “Aquí en el infierno de la ciudad”.

Por el contrario, ¡¡¡paisanos!!!, “enciendan un recuerdo” y me verán “en su verde monte, sonriéndole al viento y al horizonte”. Es así porque yo me traje a mi pueblo a este “universo” de asfalto: me ha acompañado en mi caminar; juntos hemos observado ríos, montañas, selvas, desiertos, cielos, puestas de sol, costumbres y civilizaciones. Es mi compañero en esta danza del tiempo.

En este pequeño punto geográfico se anidan un cúmulo de historias de muy lejano aliento; un espacio donde dimos rienda suelta a la alegría, nos atrapó el dolor y deshilvanamos esperanzas. Donde se cosecharon tristezas, entusiasmos y sueños. Donde mis coterráneos y yo ensayamos nuestro paso por la vida.

Mi sentir va más allá de la nostalgia. Imposible negar el regocijo de mi alma al evocar mi calle Aviación, las zambullidas en el “Tanque de la Ventura”, el templo “Nuestra Señora de las Angustias”, el sabor y olor de sus “mestizas”, las horas leyendo revistas en la tienda de “La Con”, a mis abuelos -que hoy reposan por siempre en su seno-. En fin, tantos rostros, lugares y vivencias ligadas a este pueblo que por momentos parecía detenido en el tiempo, pero que refirma el valor de lo típico y lo modesto. Un  lugar sentimental donde la familia y el terruño se convierten en el epicentro de la existencia.

Es mi “matria”, esa que me regaló el campo, lo rústico y lo rural; aspectos que han moldeado mi léxico, mi carácter, mis expectativas. Por eso, como diría Federico García Lorca,  “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra”.

Pericos ha sido escenario de múltiples dramas y anhelos humanos. Su historia se pierde en los rincones del tiempo. Fue predio y sitio ganadero en las primeras décadas del siglo XVIII ya bajo el nombre de “Los Pericos”; fue bañado de esfuerzos por pobladores mulatos y después la presencia de un español dio nuevas pautas de vida, convirtiendo a esta tierra en su propiedad indiscutible un septiembre de 1790 y con ello se da cauce a una dinámica más estable en la comarca: una negociación agrícola, un templo y familias con marcados contrastes sociales se entremezclan para marcar los derroteros de este lugar, donde mezcal, ganado y sudor amasaron su existencia temporal.

Eso se celebra en septiembre. Yo también gozo la fiesta, estando cerca o a la distancia; eso pasa a segundo término, porque a Pericos lo traigo impregnado en la piel y en mi palpitar.

Mi sentir en estos momentos se hermana con lo que el mencionado poeta español García Lorca escribió sobre su pueblo:

Todo lo que en él ocurría y todos sus sentires pasan hoy por mí, velados por la nostalgia de la niñez y por el tiempo. Yo quiero decir lo que sentía de su vida y de sus leyendas. Yo quiero expresar lo que pasó por mí a través de otro temperamento, Yo ansío referir las lejanas modulaciones de mi otro corazón. Esto que yo hago es puro sentimiento y vago recuerdo de mi alma de cristal…

Todas las figuras que desfilen por estas hojas desabridas, unas habrán muerto, otras están ya transformadas y el pueblo es otro completamente distinto…

El monstruo de la política le quitó su virginidad y su luz. En ese pueblo yo nací y se despertó mi corazón. En ese pueblo tuve mi primer sueño de lejanías. En ese pueblo yo seré tierra y flores…

Con todo y sus contrastes, sus refiguraciones y avatares; pese a los bozales, sus ansias abortadas, Pericos tiene esperanzadores aleteos. Es un pueblo que con su raigambre le sigue guiñando un ojo a mi cariño… sus calles, su gente, sus costumbres, son el andamio desde donde construyo mi existir. Por eso ¡¡¡gracias entrañable patria chica!!!… te felicito por estar, por ser crisol donde el pasado cobró sentido, por ser remanso de recuerdos, por ser Rosa de los Vientos y brújula de porvenir.

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