Aquella mañana del jueves 14 de junio de 1906, Miguel Niebla, de la celaduría de El Quemado, prefectura de El Quelite, Mazatlán, se agarró a balazos contra cinco rurales y los auxiliares que lo perseguían desde hacía una semana, cuando traía en jaque a la región, armado con una carabina 44 y un revólver, con los que tiraba a matar.
Pedro Viera, su rival en amores, estaba entre las 40 gentes que lo perseguían. Hacía una semana, el jueves 7, Niebla había matado de dos balazos a su novia Epifania Vargas, porque no quiso «juírse» con él ni a la buena ni a la mala.
No sé si le hicieron corrido pero el mío diría así:
En mil novecientos seis,
lo tengo muy acordado:
mataron a Miguel Niebla
por andar de enamorado;
pero traía al diablo adentro,
mató a varios de El Quemado.
2. LA MAÑANA DEL AGARRE
Pedro Viera, de 25 años, acababa de desayunar y salió afuera de la casa de Epifania a fumarse un macuche cuando, desde el cerco de la casa de don Tomás Gamboa, Miguel le aventó un tiro que le dio en el puro corazón. Así empezó la tracatera.
Aniceto Barraza, campesino de Los Naranjos, estaba sentado en una banca de la casa del celador, don Trini, y se levantó a sacar su arma cuando fue baleado en la muñeca derecha. Aun herido, disparó al facineroso, oculto ahora tras un pilar de la casa de Antonio Lomelí.
Los demás auxiliares que desayunaban en casas vecinas, acudieron al lugar de los hechos. Sus caballos, con la balacera, se echaron al monte destrozando sus monturas.
El sargento de los rurales tomó su carabina terciada en su montura, y le disparó a Niebla, quien de pronto salió a la calle gritando:
–¡Aquí está Miguel Niebla, jijos de la chin!- sin dejar de disparar a todos lados, hasta que una bala pegó en la caja de su carabina y se le embaló.
–¡Ahora sí ya me amolaron!- gritó el energúmeno.
De un disparo, Pioquinto Vásquez le atravesó el cráneo, pero no cayó sino que se sostuvo de un horcón hasta que la vida se le fue yendo, resbalando poco a poco hacia la muerte. Tenía cinco balazos.
3. LA TRAGEDIA ASÍ INICIÓ…
Desde el 8 de junio pasado, El Demócrata, de Mazatlán, dio cuenta de la tragedia, con el encabezado «Tragedia en El Quemado. Dos muertos y un herido gravemente».
En ese rancho a la vera del camino a El Quelite, Miguel Niebla tenía dos semanas requiriendo de amores a la señorita Epifania Vargas, quien lo rechazaba.
Hasta que el jueves 7, muy temprano, se vio a Miguel en la orilla del río de El Quelite, armado con la carabina, y ahí esperó a la muchacha, que tenía que bajar al agua. Ella llegó como a las diez de la mañana y luego, luego Miguel se fue a ella.
–Entonces qué, Epifania, ¿te vas o no te vas? Mira que te va a pesar.
–Apenas muerta – dijo ella con firmeza y le pidió que ya no la molestara más.
–¡Mía o de nadie! – vociferó Miguel, y sacó la carabina de entre unas ramas y la mató.
4. TAMBIÉN PARA USTEDES TENGO
Al verla muerta se fue al pueblo, todavía con el diablo adentro.
Don Luciano Medina, que la hacía de peluquero, estaba trasquilando a un muchacho cuando lo vio pasar con el rostro descompuesto.
–Pa’ dónde vas, Miguel, ¿qué te pasa?
–A cazar venados – contestó aquel secamente, aún carabina en mano.
–Si me esperas voy contigo, nomás pelo a este muchacho, pero me prestas unos tiros porque yo ya no tengo.
Miguel alzó la carabina y aquel pensó que se la iba a colgar del hombro pero, al darle la espalda, le disparó una bala que le cruzó el brazo izquierdo y se le metió en el pecho.
Don Luciano y el muchacho se tiraron a correr, perseguidos por Miguel, y entraron a casa de doña Francisca Velarde, donde estaba un viejito llamado Clemente Mendoza, quien le reclamó:
–Pero qué haces, Miguel, ¡mira cómo lo dejaste!
–¡También para usted tengo! – dijo el asesino y le disparó al pecho, y ya que lo vio caído lo remató con un tiro en la cabeza. Luego se echó a esconder hacia el monte.
5. COMO PERROS TRAS LA PRESA
El síndico de El Quelite, don Modesto Arámburo, avisó al prefecto del Distrito, y este al director político de La Noria, quien le ordenó que saliera acompañado de cinco hombres bien armados y, junto con el celador, fueran tras el asesino. Llevaban a un buen rastreador.
También se alertó al prefecto de San Ignacio, para que enviara gente a El Limón, cerrándole esa salida.
Al final, más de 40 personas andaban cazándolo en el monte sin dar con él.
–Si lo agarramos, lo colgamos- decían en el pueblo, indignados.
6. MUY SERIO Y TRABAJADOR
El 9 de junio llegó a Mazatlán don Luciano, llevado por sus hijos Evaristo y Víctor, que lo llevamos a paso muy lento, a lomo de caballo, dada la gravedad de la herida, en un viaje iniciado el viernes 8 a las 2 de la mañana para llegar el sábado.
Don Luciano fue llevado al hospital civil donde lo atendió el doctor Martiniano Carvajal, y su hijo Víctor fue entrevistado por un reportero.
Dijo que Miguel era un joven de 19 años, muy serio y trabajador, y narró con detalle cómo fue que mató a Epifania, tras lo cual mató a don Clemente e hirió a don Luciano, pero no dijo exactamente los motivos.
El sábado 16, El Demócrata publicó en su primera plana el fin de la historia: «Muerte del asesino Miguel Niebla. Reñido combate entre los auxiliares y el bandido».
7. «AQUÍ LOS TRAIGO EN MI LISTA»
El miércoles 13, el síndico de El Quelite se enteró de que Miguel había pasado el día anterior por El Verde con rumbo a El Quemado, y mandó a cuatro rurales y auxiliares a atraparlo.
Tenía tres días sin comer y, al pasar por la casa de Rosendo Lizárraga, en las afueras de El Verde, pidió alimentos, pero la indignación de la gente contra ese «monstruo sanguinario y terrible», era mucha.
Ese mismo miércoles lo vieron al otro lado del río, pero se perdió entre los platanares, y se supo que había estado en El Quemado aprovechando la oscuridad.
Horas después Miguel avisó con un muchacho llamado Félix Salazar, que no perdía las esperanzas de matar al celador de El Quemado, llamado Trini, y también a Nicho Tirado, dueño de una tienda, a quien le debía 20 pesos y cada rato le exigía que se los pagara.
Pero sobre todo le traía ganas a Pedro Viera porque era novio de Epifania (quizá para vengarse fue que se metió al pueblo tras matar a su pretendida).
También mandó decir que el jueves 14, al día siguiente, se verían en El Quemado.
Ante ello, y para proteger las vidas de esas personas, sus perseguidores se concentraron en este rancho.
8. VUELA, PALOMITA, VUELA
El final de esta amarga historia se dio aquella mañana del jueves, cuando a los rurales que estaban en algunas casas de las orillas del pueblo, se les amargó el desayuno al iniciar el agarre, en el que Pedro Viera fue muerto de un balazo y Aniceto Barraza fue herido gravemente.
A Miguel Niebla le recogieron la pistola cargada, la carabina y ocho tiros.
Los familiares reclamaron el cadáver para velarlo y sepultarlo, al igual que los de Viera, allí mismo en El Quemado. El prefecto Antonio Zevada solicitó al gobierno del estado un apoyo a las familias del auxiliar muerto y del herido.
Los corridos, también llamados tragedias, eran en aquel tiempo todavía un vehículo de información en lugares donde no había periódicos, y eran a la vez como películas de acción chiquitas.
Y solo por no dejar, yo le pergeñé estos versos con estrofas de seis octosílabos en rimas pareadas y asonantes:
9. Y AQUÍ EL CORRIDO TERMINA…
Andaba tras la «Pifania»
pero ella lo rechazó;
muy resentido el muchacho
nomás dos tiros le dio,
y antes de pelarse al monte
muertos y heridos dejó.