Se sabe que el juego y ronda infantil «La víbora de la mar» evoca el pago de un impuesto a los mercaderes o arrieros, por cruzar por un puente. El pago consistía en la entrega de lo que llevara encima la última de sus mulas en pasar.
En el juego, dos niños forman un puente y los demás son las mulas; la última de las cuales se quedará con todo y carga en pago por el derecho de paso
Hay registros de juegos similares entre los griegos que habitaron España en época de los romanos.
Los niños vascos del norte de España cantaban: “Vígaros, vígaros de la mar, / ¿quién por aquí podrá pasar? / Por aquí yo pasaré y un infante dejaré. / ¿Ese infante quien será? / Un borriquín que atrás quedará».
En México, los niños que no sabían qué eran esos vígaros (caracoles de mar) los cambiaron por víbora, lo que alude más a la cola de mulas que van pasando ante el puente.
2. LÍRICA INFANTIL DE MÉXICO
Como a todo mundo, me han intrigado las formas de las letras y la música de esas canciones y rondas infantiles que, desde que nacimos, y en todo el mundo hispano, llenaron nuestra infancia y son parte del imaginario común de todos quienes hablamos español.
Letras extrañas, sonsonetes raros, relatos inacabados, paisajes extraños que, si no fueran por el uso lúdico que les dan los niños, nos parecieran grotescos.
Comúnmente no sabemos de dónde salieron, ni quien los inventó ni cómo llegaron a nosotros, pero intuimos que nos vienen de muy lejos en el tiempo y en la geografía, de un lado al otro del mar Atlántico, transformadas por la oralidad.
«Doña Blanca está cubierta con pilares de oro y plata», «Riquirrín, riquirrán, los maderos de San Juan», «Amo a to, matarile-rile-rile-ron», «Jugaremos en el bosque…» y muchos más.
Tras un repaso al libro «Lirica infantil de México», del musicólogo Vicente T. Mendoza (Fondo de Cultura Económica, 1980, Cd. De México), me nace la idea de buscar el origen -si no de todo, por lo menos de algunos- de esos cantos que acompañaron durante siglos los corros y rondas de nuestra niñez en México, en Sinaloa, con su añejo sabor a romancero medieval.
3. ASERRÍN, ASERRÁN
Por ejemplo, «Aserrín, aserrán», ronda infantil que nos viene «desde los lejanos tiempos de la Paganía, ahora alegrada la canción por ese estribillo y el aire gracioso que le dan las ingenuas voces de los niños» (dice Luis Santullano en el prólogo de dicho libro).
Con múltiples versiones en América, es una vieja canción española relacionada con la festividad de la noche de San Juan:
«”Aserrín, aserrán, / las hogueras de San Juan / unos vienen y otros van, / los del duque / ruque, truque».
Se dice que viene de las antiguas romerías, cuando los peregrinos o romeros iban a adorar a San Juan, en el solsticio de verano y, como antigua costumbre celtica, encendían grandes hogueras para «ayudar a encender el sol».
Como todos los romeros, para subsistir en el largo camino, pedían pan y vino en los pueblos y aserraban maderos para sus fogatas.
Otra tradición convertida con los siglos en juego de niños, lo recuerda así, en versos y música deformados por el tiempo:
«Aserrín, aserrán, / los romeros de San Juan / unos vienen y otros van. / Los que vienen piden vino / y los que van piden pan».
Y si no, «les dan un hueso y se sientan a llorar a la puerta de un zaguán».
4. DOÑA BLANCA ESTÁ CUBIERTA
El origen de la ronda «Doña Blanca», lo adjudican algunos al romance medieval de Doña Sancha, entre cuyos versos dice: «Aquí está doña Sancha, cubierta de oro y de plata».
Pero otros identifican a Doña Blanca con una princesa de Navarra, nacida en 1386. Su padre quiso casarla con el rey de Sicilia y doña Blanca se negó. Su padre la hizo encerrar en un castillo llamado de Peñaflor, a pan y agua, hasta que ella accedió; se hizo el matrimonio pero no se consumó al morir el de Sicilia en 1409, sin dejar descendientes. Al tiempo ella sería reina de Navarra, donde murió en 1441.
Se dice que, durante su encierro en el castillo, un pastor a escondidas le llevaba leche, queso y además platicaba con ella, salvándola de esa soledad sin descanso. Que ese pastor inventó la cancioncilla sobre una Doña Blanca entre «pilares de oro y plata» (como una jaula de oro), e invitaba a romper uno de esos pilares para mirarla.
Sobre lo que era ese «jicotillo» que andaba en pos de Doña Blanca, hay varias versiones, desde un pretendiente malintencionado a un bicho cuyo nombre proviene del náhuatl. El caso es que el juego, que se ha perdido en la tradición española, sobrevive en México y otros países.
5. LA PÁJARA PINTA
De «La Pájara pinta», la investigadora Margit Frenk, en su estudio “Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica, siglos 15 a 17» (Edit, UNAM- FCE – Colegio de México, 2003), recoge la versión que se cantaba en el siglo 17 en España:
«Volava la palomita / por encima del verde limón, / con las alas aparta las ramas, / con el pico lleva la flor. / ¡Ay! ¡ay!, cuándo veré a mi amor, / ¡Ay! ¡ay!, cuándo lo veré yo».
Como muchas cosas de la tradición española, estas arribaron a México y a Hispanoamérica durante la Colonia y aquí se adaptaron, evolucionaron y se modificaron.
Y la palomita española se convirtió en una pájara pinta. Se dice que estas canciones infantiles, provenientes del romancero español y de los largos caminos de la juglaría medieval, sirvieron para enseñar la lengua castellana a los nativos de este lado del mundo, especialmente a los niños.
6. MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA
De Mambrú tampoco hay dudas. Es también de origen francés y data de 1709. Soldados franceses la compusieron en son de burla tras creer haber dado muerte, en la batalla de Malplaquet, al duque inglés de Marlborough (que en realidad no murió).
«Marlborough s’en va-t-en guerre. / Mironton, Mironton Mirontaine, / ne sais quand reviendra» (Marlbourough se fue a la guerra. / Mironton, Mironton Mirontaine, / no sé cuándo volverá».
A su arribo a España y de ahí a México, los niños castellanizaron Marlbourough por Mambrú. Aun en su traducción, la canción es la misma y puede hallarse en alguna fonoteca en redes.
7. LA VIRGEN DE LA CUEVA
Sí existe la famosa Virgen de la Cueva, que inspiró la ronda «Que llueva, que llueva».
Desde el siglo 16, en Valencia, se halla la capilla de la Virgen de la Cueva Santa.
En 1726, hubo una fuerte sequía en la región y los pobladores le rezaron a esta virgen, pidiéndole lluvias, y según la leyenda, al día siguiente cayó ese famoso chaparrón.
En México solo conocemos un fragmento de la canción. Parte de la letra original dice:
«Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva, / los pajaritos cantan, / las nubes se levantan. / Que sí, que no, / que caiga un chaparrón / con agua y con jabón, / arriba del colchón / y que no me moje yo».
8. «AMO A TO, MATARILE-RILE-RILE»
«Matarile» es el nombre de la ronda infantil que fue (o sigue siendo) la canción de boda favorita mucho tiempo entre los sinaloenses, con la tambora, y cuyo origen inmediato es la ronda española «Donde están las llaves, matarile-rile-rile».
Pero no nació en España. Según estudios, es derivada de una antigua canción francesa del siglo 18: «J’ai un beau chateaux, ma tant’, tire, lire, lire» (“Tengo un bello castillo, matarile-rile-rile).
Las primeras palabras evolucionaron, entre los niños hispanos, a «Ambos a dos» y a México llegó como «Amo ató, matarile-rile-rile».
Hay controversia sobre el significado de esas últimas palabras.
Miguel de Unamuno, en su libro «Recuerdos de niñez y de mocedad» (1908), evoca: «Recuerdo un canto que empezaba así: “Ambo ató, matarile rile rile”. Sólo mucho más tarde supe que esas dos primeras misteriosas palabras, que tenían para nosotros todo el encanto que para los niños tienen las palabras puras, las palabras vírgenes, las palabras santas, esto es, las palabras que nada significan, eran las transformaciones de las cinco primeras palabras de un cantar francés, de corro, que empieza: “J’ ai un beau chateau”».
Al final de todo esto, me queda la impresión de que, de donde finalmente nos vienen esos antiguos cantos, es de los sueños mismos que arrullaron nuestra infancia y que siguen llenando de encanto nuestros días, aun con el paso de los años.