Husmeando en el pasado se encuentra cada sorpresa. Todo habitante de Sinaloa se extasía con una melodía de la autoría del compositor potosino Severiano Briseño, escrita en 1944: “El Sinaloense”; todo un himno y símbolo de identidad. Pero, muy pocos o casi nadie sabe que 87 años antes, gracias a la iniciativa de Julián Vidales se escribió una polka mazurka titulada “La Sinaloense”.
Este personaje, desde mediados de la quinta década del siglo XIX, se adentró en los estudios y la ejecución musical. Una década más tarde, publicó en el periódico oficial del Estado “La Bandera de Ayutla”, una pieza musical de amplia difusión en el país. Su singular escritura musical se expresó en piezas de opera y baile, publicadas en su periódico “La Música por Letras”. Su sistema gráfico de notas ganó reconocimiento, incluso más allá de las fronteras nacionales.
A petición de Vidales, ese sistema de letras fue utilizado por el eminente y célebre compositor mexicano Moisés Eduardo Gavira quien, el 21 de marzo de 1857, escribió “La Sinaloense”.
Esta composición musical fue estrenada en Culiacán el 15 de septiembre de 1857: eran las once de la noche, en un céntrico portal bellamente adornado se encontraba la compañía filarmónica dirigida por Vidales. Después de un corto discurso sobre la gesta independentista, tras agradecer la asistencia al concierto de la Sra. Chávez y de sus discípulas “colocadas por pares al lado de los pianos que formaban cuatro calles”, flanqueados a la derecha por profesores y aficionados con sus instrumentos musicales y, a la izquierda, un coro de niños, a su señal se dejó oír “un golpe de música no común”, precedido por un redoble de cajas y un toque de clarines. Era un himno patriótico.
Después de los aplausos de la concurrencia, Vidales impuso silencio y anunció la composición “La Sinaloense” de Eduardo Gavira. Todos los oídos estaban atentos. “Una muralla de gente cubría la calle inmediata a la Plaza de Armas”. Hubo un momento de calma. Cesaron los repiques. Las piezas de artillería callaron. Sólo el aire húmedo de la noche dominaba aquel espacio.
La melodía inició con una introducción sólo con las “voces” de los pianos acompañadas de un suavísimo pistón. Enseguida se escucharon los instrumentos con suavidad, modulación y dulzura. Compases, solos y todo el instrumental se combinaron de manera armoniosa. Al concluir, los aplausos de la concurrencia parecían hundir al recinto. Entusiastas, pidieron que se repitiera la pieza musical. Los comentarios de los más instruidos fue: “La Sinaloense, tiene un no se qué, que nos embelesa”
Por este suceso, el festejo de Independencia de 1857 tuvo un sello único, singularmente sublime. Es una lástima que “La Sinaloense” se haya extraviado de nuestra memoria histórica.