Es común asistir con expectación a los estrenos del Taller de Teatro de la Universidad Autónoma de Sinaloa, el Tatuas de colosal trayectoria, aunque ya no se miren, en el escenario, a varios de los actores y actrices que solíamos aplaudir los de la vieja guardia, unos porque ya murieron, otros porque desertaron y armaron sus propios grupos. Entonces, ver anunciado a Rodolfo Arriaga como el personaje de un monólogo, casi significa asistencia obligada para quienes hemos venido siguiendo al Tatuas, por años, puesto que se trata de un artista que ha puesto en el banquete cultural tremendas actuaciones que permean en el recuerdo.
Al interés por ver a Arriaga en un monólogo, se sumó la curiosidad de verlo representando al icónico Carlos Marx, cuyo nombre, en los tiempos que corren, podría resultar hasta anacrónico; incluso para quienes en nuestras vidas universitarias al menos abrimos la primera página de El Capital, o nos atrevimos a mencionar algunas expresiones de El Manifiesto Comunista, como aquello de la revolución, que la dictadura del proletariado y que la madre que lo parió.
Se trató de Marx en el Soho, escrita por el politólogo y activista norteamericano Howard Zinn, con la adaptación y dirección del sonorense Cutberto López. Y de repente, por entre el público, apareció el personaje magníficamente caracterizado por Rodolfo Arriaga, que ni mandado hacer para el actor, por su edad y características físicas.
La historia deviene sobre un Carlos Marx con permiso celestial para asistir a la tierra y clarificar la esencia de sus postulados, que él ha percibido como erróneas cuando se han llevado a la práctica; pero en el aquí y el ahora; esto es, un Carlos Marx del pasado, incrustado en el presente, que regresa y vuelve a la crítica social, que deja entrever que, pese al tiempo, lo que dijo y escribió sigue tan fresco como ayer, porque persiste la mendicidad, la corrupción y la riqueza acumulada en un puño de poderosos del mundo.
Creo sin embargo que la adaptación debió correr más riesgos, asumo que los enconos de la vida económica mundial, la existencia de gobiernos que se nombran de izquierda, la pobreza, los migrantes, el muro de Trump, el estilo de vida consumista y tantos otros tópicos, como el narcotráfico, las desapariciones forzadas y determinadas caricaturas presidenciales, podrían haberle provisto mayor eficacia al discurso escénico, que se presta por su mordacidad y mucho por su ironía y sentido del humor, que tan bien trabaja el actor Rodolfo Arriaga.
En la obra del politólogo Howard Zinn, Marx quería aparecerse en el Soho de Londres, pero lo hace en el Soho de Nueva York, ¿Y por qué no en México? Ello le hubiera dado magníficos recursos a la adaptación y dirección, entrelazando las intimidades familiares de Marx con las perspicacias actuales, a partir de sus teorías, pero sin caer en el adoctrinamiento.
Cuán difícil para cualquier actor sostener un monólogo de más de una hora; quizá, de allí, los vaivenes del ritmo en algunas partes de la obra, que por supuesto se recuperaban por la destreza de Arriaga, quien hizo gala en el manejo de tonos, lo que le valió para sostener la atención del público y seguir ofreciendo el trazo simpático -y a veces íntimo- del personaje, de acuerdo a la propuesta del autor. Pero además fue la primera puesta en escena. Habrá que ver cómo corre durante este fin de semana, pues Marx en el Soho seguirá en cartelera en el Foro escénico Tatuas, un público se prepara, por la calle Rosales 254 oriente, en Culiacán. Asista y dé su punto de vista. Y punto. Comentarios: contacto@al100xsinaloa.com