Por Azucena Manjarrez
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Foros, cartas abiertas, desplegados, planes de trabajo y hasta la creación de asociaciones, no han faltado para dirigir el Instituto Municipal de Cultura.
No es extraño que cada que un gobierno municipal o estatal está en el proceso de asumir el poder, pululen autopropuestas, sobre todo para dirigir el área cultural.
Foros, cartas abiertas, desplegados, planes de trabajo, son otras de las acciones, más la creación de asociaciones, que no faltan para visibilizar las supuestas necesidades de la comunidad artística, pero no la de la gente común.
Estas acciones, validadas en cada periodo, generalmente se quedan en intentos por visibilizarse ante la nueva dirección, porque es sabido que los gobernantes ya tienen a ese personaje, que muchos quisieran ser.
Quizás habría que democratizar ese proceso, o quizás no, pero ahora que se vive la coyuntura para asumir la Dirección del Instituto Municipal de Cultura, las autopropuestas no han faltado.
Los candidatos se muestran con los logros, con sus aspiraciones, con su imagen, más una larga lista de bondades para dirigir dicho espacio, sin que obedezca a una convocatoria para hacerlo, porque no existe.
Y por la parte formal, de Jesús Estrada Ferreiro poco se ha escuchado. No falta mucho para que así sea y se retome la función de una verdadera institución de cultura para el municipio.
Paradójicamente, con sus aciertos y desaciertos, esta Dirección se ha burocratizado cada vez más. Se ha olvidado que su verdadera función está en Culiacán y sus sindicaturas.
Sus espacios cada vez más han disminuido: las colonias, los parques, el palacio municipal, las calles; y por otro lado tenemos un MIA destinado más a su renta para espectáculos, con costo. Un gigante que deja.
El Instituto Municipal de Cultural tendría que inyectarle un aire fresco a su Dirección, que proponga, que incluya, que vea al arte como un acto vital, mientras las autopropuestas sigan como un acto ¿de muestreo o de verdadero interés por la ciudad?
