JOYA DEL MAR… PARA PALADARES EXIGENTES

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Atrevida. Cuenta con ingredientes tan osados, que requiere paladares con disposición a la aventura exótica. Pero vale aclarar que no está horneada a partir de la ocurrencia facilona e irresponsable, sino con total conocimiento de causa y un sentido culinario profundo, donde sensatez, intuición y sapiencia -que pudieran resumirse como dosis de un buen pizzaiolo- permiten crear un entramado gastronómico que el comensal ha de ir descubriendo, sorprendido desde el inicio, porque no en cualquier parte le sirven una pizza con la ausencia hasta brutal de la pomodoro, esto es, la salsa de tomate tradicional, sustituida por salsa tártara con pepinillos, que se hace presente en el primer mordisco con un dejo intenso y refrescante, pero sin predominio absoluto sobre los demás ingredientes, puesto que se ofrece al gusto nada más como puerta de entrada a un reino de texturas y sabores con puerto en la sofisticación.

Sucede que Daniel Soto no es ni por tantito el tipo de pizzero común, ni siquiera la puntita, porque para empezar es un chef probado y cuenta con la suficiente aristocracia moral para instalarse en el plano de un pizzaiolo clásico que no se permite la repetición cómoda, sino que construye su propio andamiaje, que primero sueña, acaricia y prueba hasta los límites de la obsesión, empezando con masas fermentadas hasta por 36 horas, dando sitio a una base de estirpe napolitana, suave y delgada, pero de bordes altos y crocantes, cuyo sabor potencializa con un mix de quesos, logrando una comunión exquisita que se siente desde el primer bocado. Y es que la pizza podría equipararse, guardadas las proporciones, a la experiencia frente a un tamal: si la pasta de maíz cocida no está sabrosa, vaya con su mamá para que lo cambie por otro.

La pizza ‘Joya del mar’ está agrupada a Las Reinas, de acuerdo al menú del restaurante El Caprichito, que no tendría perdón de Dios si no se degusta con una copa de tinto. Y si de tradiciones viniera el asunto, podría decirse que Daniel Soto ha elaborado una receta que casi roza en lo anti italiano, pero a decir verdad es una creación personalizada y artística, en los prefacios de lo artesanal, que habla de un chef tanto conectado a la génesis de la cocina mediterránea, como a los límites del movimiento Slow food, contrapuesto a la estandarización del gusto, dando prioridad -así se tarde- al placer y la buena alimentación. Del mismo modo, este chef ejecutivo suele dar rienda suelta, en sus tiempos de creatividad, a sus raíces en la frontera norte y a la influencia norteamericana; y por supuesto -muy importante- a las costumbres gastronómicas locales, porque de otro modo no pudiera explicarse la fantástica anexión de florecillas de verdolagas.

También sobresale la presencia de camarón adobado con un punto de mostaza; pero regionalizado el procedimiento, es posible indicar que se trataría de camarones zarandeados, aunque en versión gourmet. Por cierto muy pequeños, cuando se vive en Sinaloa. Contiene además tirillas de cebolla blanqueada, de espinacas y col morada; y un crocante espectacular a través de zanahoria rallada y cristalizada, el topping con que se corona la pizza. Sin lugar a dudas, el chef Daniel Soto se ha convertido en un referente en su ramo. Su pizza ‘Joya del mar’ tiene un costo de $140.00, si es chica; la grande tiene un valor de $210.00. El Caprichito se ubica por la calle Montebello No. 99, Fracc. Montebello, en Culiacán. También se encuentra en el Paseo del Ángel. Pero no pida para llevar. O al menos yo me llevé un chasco. Y es todo.

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