CULIACÁN Y SU DEUDA CON LA LITERATURA

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Por Azucena Manjarrez

  • La ausencia de bibliotecas no es el único problema: a la ciudad le sigue faltando la siempre prometida feria del libro, que no ha terminado de cuajar.

En Culiacán la deuda con la literatura es grande, ya que no sólo se han ‘llevado’ las bibliotecas públicas (la que se encontraba en el Centro Cívico Constitución, la Gilberto Owen; y los  mil 500 libros quemados la semana pasada en el Casino de la Cultura, que funcionaba a modo de ‘biblioteca’), sino que sigue faltando la siempre prometida feria del libro en la ciudad, mientras que en Los Mochis ya se celebra la edición número 16; y desde 2001, en Mazatlán, Pepe Franco impulsó aquel evento luminoso en la  Plazuela Machado y que ahora es llamado FeliMaz, evento organizado por la UAS.

Por una cosa u otra en la ciudad no ha cuajado un proyecto de carácter literario, nada más han sido intentos que se han quedado sólo en eso; y cuando se trata de nombrar una feria, tristemente se menciona a la que organiza Casa Ley desde hace más de 20 años. Pero… ¿esa es la feria que merecemos?

La respuesta es obvia.

La máxima institución cultural en el estado, el Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) no ha logrado establecer un programa en ese sentido; habrá que recordar que en años no muy añejos –hacia 2007– se organizó una sola edición de una feria del libro, que se pensó permanente, con un formato similar a la de Los Mochis. Pero eso no sucedió.

Hace alrededor de 10 años, el Colegio de Bachilleres realizaba una feria del libro y otros pequeños intentos que no han permanecido, a pesar de que existen proyectos decorosos como Regala un Libro, el Programa Salas de Lectura, Los 101 Libros, Letras en la Plazuela, El Caracol Aventurero; mientras que instituciones como la UAS, El Colegio de Sinaloa, el Archivo Histórico y el INAH, publican libros de manera permanente.

Resulta increíble que la ciudad que vio nacer a una de las glorias actuales de la literatura mexicana, Élmer Mendoza, a la literatura en Culiacán se le siga debiendo; y a esto se suman el cese –o ¿retraso? – de programas interesantes de edición como la Colección Palabras del Humaya, que impulsaba el Instituto Municipal de Cultura Culiacán, impulsado desde la administración de Aarón Irízar, por aquellos días en que Ulises Cisneros era el director de Cultura.

Súmese también que el ISIC apenas ha retomado la publicación de libros literarios –porque, de investigación, es mejor no recordar que no vemos una edición por ningún lado–; además se añade la situación en Cobaes, donde se detuvo el Concurso de Cuento y Crónica, y también la publicación de libros que ya gozaba de un prestigio.

Por donde le busquemos, a las letras en Culiacán se les sigue debiendo; y aunque otras disciplinas también pudieran reclamar facturas no cubiertas, a las letras sí que se les debe pagar. Y con intereses.

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