Por Azucena Manjarrez
- Un incendio acabó con los libros resguardados en la biblioteca ‘temporal’ Gilberto Owen, ubicada en la planta baja del Casino de la Cultura.
Ayer domingo no fue un buen día para los libros en la ciudad, aunque pensándolo bien, desde 2009 –cuando decidió cerrarse la Biblioteca Gilberto Owen que ocupaba un espacio en el Centro Cultural Genaro Estrada– no lo ha sido.
Hasta hoy, el tema de las bibliotecas publicas parece ser un asunto olvidado. No ha estado como tema preponderante en las agendas gubernamentales, incluso ni en la que va iniciando labores y que ahora tendrá que ‘responder’ por el incendio que acabó con los pocos libros que se resguardaban en la planta baja del Casino de la Cultura.
No ha sido secreto para nadie que este espacio resultó disfuncional para albergar los 45 mil ejemplares que en su momento se tuvieron en la Owen, y que a su traslado se perdieron muchos de ellos; para empezar, 7 mil fueron eliminados por obsoletos. Y de la Colección Sinaloa, o de la Infantil, mejor ni hablar.
Recordemos además que durante años muchos de ellos se mantuvieron encartonados, incluso a la intemperie, con un funcionamiento de regular a malo, puesto que allí la tecnología, los escritorios adecuados, las enciclopedias y las novedades editoriales nunca llegaron.
Lo más que se logró fue uno que otro programa semanal, una baja afluencia de visitantes y ahora un espacio calcinado, que da pie para preguntar de nuevo: ¿qué tendrá que pasar para que se ocupe el nuevo edificio ubicado a un costado del Parque Temático? No lo sabemos. En lo que sí estamos ciertos, es que el paso de los días también le está cobrando la factura a ese malogrado inmueble: cristales rotos, basura, deterioro en pintura, etc. Todo esto allí, en el edificio que fue prometido como una biblioteca ‘moderna’.
Cierto es que mientras eso sucede, a la ciudad no le queda nada. Los pocos espacios para lectura se van quedando más solos; ¿que acaso la ciudad no se merece un espacio digno o políticas que resguarden los libros que al final son de todos? Alguien tendrá que dar respuestas, porque cuando un libro muere, también muere parte de nosotros.