Hace muy poco terminó el Festival Yoreme con más pena que gloria, entre otras cosas, porque se trata de un programa al que nunca se le dejará de comparar con aquel que, durante la gestión de Juan Millán, se convirtió en una verdadera ‘fiesta’ de los pueblos indígenas.
Entonces se realizó un magno evento en el que se tuvo a un la Isla de Orabá como sede de las tradiciones de nativos, tanto del país como del extranjero.
Se presentaban libros, discos, coloquios, conciertos, danzas, exposiciones, comida tradicional y artesanías. Era un formato de festival que contaba con toda la operatividad del personal del ahora Instituto Sinaloense de Cultura.
Cada edición se organizaba con meses de anticipación, e incluso se destinó un fondo específico para su desarrollo y así llegó a otros municipios. Pero algo sucedió con este programa que hasta la fecha nadie olvida, ni aun cuando el gobernador Jesús Aguilar Padilla suspendió su desarrollo, por considerar que Sinaloa no tenía una población indígena representativa. Ante la inconformidad por su ausencia, Leonardo Yáñez tomó la batuta y organizó, en la casa familiar, el Encuentro Yoreme Alternativo.
Fueron varias ocasiones en las que el promotor cultural logró que el único espacio que tenían los nativos del noroeste de México, no desapareciera.
Visitas escolares, muestras fotográficas y comida tradicional estuvieron dispuestas en el patio del inmueble, ubicado en la Limita de Itaje, porque los yoremes no eran minoría, como lo había dicho el ex gobernador de Sinaloa. Sin embargo esta administración cedió la estafeta al Departamento de Patrimonio Cultural del ISIC.
Y se organizaron algunas ediciones para dar continuidad a lo que se había hecho, pero a aquel festival luminoso de los años de Millán -con sus asegunes- nunca se le acercó.
Este encuentro se sumó a la programación anual, sin que se convirtiera en un evento estelar. Los indígenas del estado y de otras poblaciones se reunieron de manera modesta y sin algo más allá de danzas y música, bajo una enramada.
Sobre la discusión de sus necesidades o incluso de la vitalidad de su cultura, no hubo espacio. El evento sólo se hizo para cumplir, sin que tuviera una intensión real de ese acercamiento303030 que alguna vez se propició.
Así hasta ahora, el Encuentro Yoreme seguirá estando en la nostalgia de la gente y el apoyo real quedará pendiente, porque el ISIC les quedó a deber mucho más que un festival.