Hay que saber que nuestro cuerpo cambiará, probablemente ya no llegue a ser tan atractivo como solía serlo, probablemente la soledad sea nuestra única compañera.
Hablar de vejez en la comunidad LGBTI suele ser incómodo. Vivimos con la idea y el anhelo de la eterna juventud, somos un grupo que en su mayoría no tiene tantas responsabilidades económicas en torno a la familia, no tenemos hijos la gran parte de nosotros, por ende nuestros ingresos suelen alcanzar hasta cierto punto un poco más con relación al promedio.
Viajamos, salimos a comer, cenar, bailar, a tomar una copa, de compras. Podría decirse que vivimos para entretenernos.
Vivimos muchos con el afán de cuidar qué comemos, qué ejercicio hacer para no tener grasa aquí o por allá. Todo, con el fin de ser más atractivos. Parece que vivimos obsesionados con la belleza y la juventud eterna.
Sin duda, ahora ser adulto mayor y gay ya no es tan difícil –como otros tiempos– en que vivir plenamente tu sexualidad era un pecado y terminabas condicionado a estereotipos sociales, a tener a fuerza una esposa o esposo, incluso hijos. Esto era, vivir una doble vida para que «no se nos notara».
Si salías del closet y envejecías, seguramente estabas condenado a la soledad, y si tu familia te aceptaba, tal vez eras el tío al que pedían apoyo económico para los sobrinos y sobrinas. En el mejor de los casos, tenías pareja y compañía.
Sin embargo la vejez llegará, y tenemos que afrontarla y prepararnos para ella, no tan sólo económicamente: hay que saber que nuestro cuerpo cambiará, probablemente ya no llegue a ser tan atractivo como solía serlo, probablemente la soledad sea nuestra única compañera.
Ni qué decir de las transexuales y transgéneros: según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el 80 por ciento de las mujeres trans latinoamericanas mueren a los 35 años, o menos; y revela también la importante relación que existe entre la exclusión, la discriminación y la corta expectativa de vida de las personas trans, que según el estudio, sufren abusos desde muy temprana edad.
En un futuro no muy lejano, a toda esta generación –joven ahora– que es más consciente de sus derechos, que vive con mayor plenitud su sexualidad, que va ganando mayor igualdad de derechos, le tocará enfrentarse a esta realidad y nos tocará pensar seriamente qué hacer frente a ella. Ser gay, lesbiana, transexual o transgénero, y por encima viejo, podría ser una carga muy difícil.
No siempre podremos tener la vitalidad que tenemos ahora, ni los mismos ingresos, ni el mismo círculo social; pocos serán los afortunados que podrán solventarse una vejez cómoda.
Finalmente, lo que llenará tantos vacíos que dejará la juventud que se va, serán llenados con la capacidad económica que tengas.
¿Qué pasará con aquellos que no alcanzarán costearse una vejez digna?
Tenemos que ir pensando en el tema. Espero podamos contar, en un futuro no muy lejano, con una casa o centro para cuidarnos. Finalmente, lo que nos hará más agradable el paso por la vejez serán los vínculos familiares y sociales que podamos establecer.