TIEMPO DE FESTIVALES

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Los festivales que tendrían que ser un plus, han venido a suplir todo lo que en el año no desarrollan las instituciones culturales.

Se acerca el segundo semestre de festivales en la ciudad: están pendientes los festejos de aniversario de Culiacán en septiembre, organizados por el Ayuntamiento; y en octubre, el Festival de las Artes, por el Isic. Y seguramente el público no faltará, como es la constante.

Sabemos que en este tipo de eventos se invierten cantidades millonarias, se traen artistas importantes, pero no se puede negar que últimamente con ello se suple todo la actividad que en año no se realiza.

El público disfruta de dos o tres semanas de programa y todo regresa a la normalidad de siempre. Distinto sería que fueran un plus, pero en las recientes ediciones ha sido todo lo contrario. Existen comunidades y municipios, sobre todo los colindantes al sur y al norte, que de las actividades culturales poco  disfrutan.

En algún momento recuerdo que existieron jornadas de la costa, valle, sierra, que de cierta manera tenían un alcance con los públicos marginados.

De esto no están exentas instituciones como la Universidad Autónoma de Sinaloa, que a pesar de las críticas por la programación que ofreció en mayo, tuvo un éxito como nunca. Pero el resto del año, los programas establecidos no han sido muchos.

No está demás decir que la falta de presupuesto ha detenido en muchos de los casos la permanencia de actividades culturales; sin embargo, tendrían que ponerse en la balanza los gastos excesivos que supone un festival, contra los vacíos del resto de los días del año.

Y por más que se ha hablado en otras administraciones, sobre todo del ISIC, del establecimiento de políticas culturales para que esto no suceda, el presente nos dice otra cosa.

En Sinaloa, éstas no sólo urgen, sino que son necesarias para garantizar que realmente la cultura sea un ente de paz, un aliciente que aminore la violencia de la que tanto nos quejamos.

Ojalá que los festivales regresen a ser ese extra, un plus aparte de una programación pensada y organizada. De lo que se trata es que durante el año la oferta institucional no esté ausente.

Habría que reconocer que muchas agrupaciones independientes han logrado más de lo que muchos imaginan, lo que tal vez nos indique que a lo mejor ello es un buena vía, o una respuesta a lo que aquí se dice.

Por lo pronto, habrá que esperar los dos festivales pendientes para que en la ciudad se encienda su lado amable.

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