¿Te suena familiar aquello de que yo sólo tengo amigos que no se les nota porque no me junto con obvias, cuando tú y yo sabemos que se le nota de aquí a Río de Janeiro?
Antaño, el travestismo era conocido como «eonismo» y es tan antiguo como la homosexualidad misma. Recurrente en hombres y mujeres, tenía un carácter más artístico en la vieja Grecia, sobre todo muy común en el mundo del teatro. No es tan atrevido suponer que, con la llegada de la religión católica, se le empezara a estigmatizar.
La palabra travestismo aparece por primera vez en 1910 en el libro Conductas sexuales humanas, del investigador Magnus Hirschfeld, definiéndolo como «el acto de vestirse con ropas del sexo contrario como una perversión clínica». Totalmente equivocado, como todo lo que a la diversidad sexual se refiera en dicha época.
Entre los grupos más vulnerables de la Comunidad LGBTI de la entidad, se encuentran los travestis y transexuales, quienes viven bajo un doble estigma: el de la sociedad y de la propia comunidad LGBTI. ¿Te suena familiar aquello de yo sólo tengo amigos que no se les nota porque no me junto con obvias, cuando tú y yo sabemos que se le nota de aquí a Río de Janeiro?
Las opciones laborales de las travestis y transexuales son limitadas, en razón a que no calzan con el «patrón» o no dan el «perfil» que algunas empresas requieren, lo que es muy lamentable, sujeto a cambiar sólo con el tiempo y con la educación respecto a lo que significa diversidad sexual.
Algunas chicas trans o travestis optan por el show, es decir, la imitación de artistas; aquí el transformismo se vuelve un sustento y un medio de vida, que por lo mismo requiere una adecuada preparación y mucho trabajo profesional. Sin embargo, valga decir que con el paso del tiempo ha perdido mucho del glamur que le es característico.
Durante la época que trabajé en centros nocturnos y bares, me tocó conocer a estupendos artistas de la localidad, nacionales y también internacionales, totalmente entregados a su trabajo, un trabajo difícil, lleno de sacrificios, de giras interminables, con mucho tiempo fuera de casa, con jornadas agotadoras y a veces mal pagadas; sin seguro social, sin prestaciones de ley. Realmente es una profesión agotadora. Pero tan admirable, que deberíamos respetarla mucho más.
Siempre he visto que tanto para el momento de fiesta como para las noches de antro las travestis de show son muy requeridas, y queremos que nos hagan reír, que nos cuenten chistes y anécdotas graciosas. Pero también he visto cómo cambiamos de actitud al dirigirnos a ellas cuando estamos sobrios y a plena luz del día, ya fuera del antro. Con alcohol, sí las toleras y hasta son tus amigas; sin copas de por medio, ya no tanto, y hasta te les escabulles si te deja la situación.
Hay que señalar la existencia de nuevos artistas que demeritan la profesión. Para el caso, creo que se debe actuar con respeto al escenario, usar la peluca apropiada, portar un vestuario impecable, realizar una verdadera caracterización y sobre todo tener humildad y ganas de aprender de quienes ya tiene tiempo en el medio artístico.
Lamentablemente, algunos dueños de bares y centros nocturnos contribuyen al poco reconocimiento al trabajo del transformista, pues optan por presentar shows de novatos y de gente que aún está en etapa de preparación por ahorrarse un centavo. De allí que veamos interpretaciones de Britney Spears y Astrid Hadad con el mismo maquillaje, o a Lucha Villa y Yuridia con el mismo vestido.
Queda mucho por hacer en pos del reconocimiento laboral y social de travestis y transformistas, del reconocimiento a todos aquellos que de manera profesional nos dan momentos de diversión y llegan a impactarnos con sus imitaciones.
Respetemos a estos artistas, tengamos presente que se trata de personas como tú y como yo, que tienen una vida, que igual sufren problemas o gozan alegrías, que de forma similar tienen sus buenos o sus malos ratos. Y no olvidar que traen consigo un halo mágico que debiera agradecérseles: cuando sube telón, ellas se hacen de un solo ánimo y es nada más una su misión: divertirnos, hacernos más ligera la vida, regalarnos lo mejor de su arte. A veces los aplausos no son suficientes.