Como ha sucedido a final de cada sexenio, las dependencias son objeto de robos y el Instituto Sinaloense de Cultura no es la excepción
No es novedad que cada fin de administración dependencias gubernamentales sean ‘saqueadas’, sin que existan culpables, mucho menos en el caso del Instituto Sinaloense de Cultura, recientemente objeto de distintos robos.
Basta recordar que la administración pasada también sufrió pérdidas, sobre todo en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, que dejó de ‘desarmada’ a una de las salas dedicadas al trabajo con la tecnología.
Entonces se habló de la desaparición de computadoras, pantallas, proyectores, lo mismo que en el 5 Nivel, un espacio ubicado en la planta alta del Museo de Arte de Sinaloa dedicado a la fotografía.
Entonces no pasó nada, tampoco cuando la Galería de Arte Contemporáneo Antonio López Sáenz recibió un impacto de bala en uno de los cristales.
No hubo culpables y seguramente tampoco los habrá ahora que la misma directora del ISIC, María Luisa Miranda, aceptó los faltantes en el Centro Cultural Genaro Estrada.
En una entrevista dada al periódico El Debate, habló de puertas tiradas, ductos dañados, equipo de sonido, iluminación, controles técnicos e intento de robo de los instrumentos musicales de la Banda Sinfónica Juvenil de Sinaloa.
Eso es de lo que se ha hablado; sin embargo, no era ningún secreto que sus trabajadores señalaran que muchas de las cosas hurtadas tenían funciones específicas y, por lo tanto, difíciles de vender para alguien que desconoce su funcionamiento.
Los robos presentados en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, Teatro Pablo de Villavicencio, Escuela de Artes José Limón, no nos hablan más que de una fragilidad en seguridad en todo el complejo cultural.
Aunque Miranda dijo que existe una denuncia interpuesta y mayor protección con elementos de seguridad privada, se trata de un asunto para pensar: ¿acaso la cultura no importa?, ¿tan fácil es violentar la ‘seguridad’?
Las respuestas y preguntas pueden ser muchas, sin embargo estamos ante una situación en la que bien podría aplicarse aquel dicho que dice: “cuando no les llueve, les llovizna”.
Las cosas en el ISIC no están bien, mucho menos ahora con faltantes, que seguramente afectarán algunas de sus funciones, así como está sucediendo en el teatro Pablo de Villavicencio y el Casino de la Cultura, donde no sirven los aires acondicionados.
La situación es imposible de ocultar. Se ve en el deterioro de algunas áreas. Y en empleados y comunidad cultural descontentos.