NUÑO BELTRÁN, EL PRIMER HOMOFÓBICO DEL NORTE DE AMÉRICA

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A las víctimas de la intolerancia, el terrorismo y la homofobia de Orlando, Florida, Estados Unidos.

Hoy que lo tradicionalmente prohibido aparece como normal, nos sorprende la naturalidad con que un hombre de empresas imperiales españolas del siglo XVI relata, de manera directa, cómo enfrentó una situación inédita para sus acciones de formación del espacio del Noroeste Mexicano.

En efecto, Nuño Beltrán de Guzmán, Presidente que fue de la primera Real Audiencia de México -nada menos que el representante jurídico del Imperio Español-, al incursionar por tierras de los Teules chichimecas al occidente de la capital del virreinato de la Nueva España, en el año de 1529 (que a la postre resultaría en la fundación de villas en su largo recorrido, hasta la de San Miguel de Culiacán en 1531), topó con un aguerrido hombre vestido de mujer que lo impactó por su valentía y virilidad, al enfrentarse cuerpo a cuerpo con soldados y nativos invasores.

Nuño inició su recorrido ya en desgracia y con un juicio de residencia a cuestas, teniendo cuidado de dejar testimonio de sus acciones, como se advierte en una carta suya dirigida a la Sacra, Católica y Cesárea Magestad, en 1530. En ella anotó sus operaciones, todas llenas de extrema violencia y crueldad.

Para corroborar lo que aquí se dice, se seleccionó especial texto que forma parte de un libro existente en los repositorios del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, en el que se trasluce a un Nuño que incluyó un pasaje relativo a enfrentamientos con nativos michoacanos. Y lo hizo en el siguiente tono:

 “…y estuvieron más de dos horas peleando, que nunca los pudieron romper, defendiendo la entrada con sus arcos y flechas y espadas y palos, á  los ballesteros; al fin les entraron, y hirieron al capitán Vázquez de tres flechazos que el uno fué malo y al licenciado Diego Núñez, que es médico y cirujano de este ejército, y á otros compañeros; mataron los más de ellos, y los otros se echaron a nado, de donde no dejaban de flechar, con tanto esfuerzo y ánimo, como si fueran españoles; y toparon de la otra parte al capitán Verdugo, que yo había mandado quedar hasta que el campo pasase, que los acabó, y trajo mucha gente de hombres y mujeres y niños; entre esta gente que en esta isleta se defendió, peleó un hombre en ábito de mujer, tan bien y tan animosamente, que fué el postrero que se tomó, de que todos estaban admirados de ver tanto corazón y esfuerzo en una muger, porque se pensaba que así lo era por el ábito que traía, y después de tomado, bióse ser hombre, y queriendo saber la cavsa porque traía el ábito de muger, confesó que desde chequito lo havía acostumbrado y ganava su vida con los hombres al oficio, por donde mandé que fuese quemado y así lo fué; bolbí al real y trabajé por hacer benir los señores principales…” (Crónicas de la Conquista del Reino de la Nueva Galicia en el territorio de la Nueva España. INAH-Jalisco. 1963:35).

Después de tan singular relato, resulta difícil juzgar las acciones de los actores de aquella historia. El contexto de la empresa guzmaniana era de extrema violencia. Se jugaban la vida y la  muerte. Y más si la Iglesia católica de ese tiempo veía en el pecado nefando la presencia de seres para ellos diabólicos, que debían ser eliminados a toda costa.

Además el ánimo de Nuño estaba perturbado por el pronto arribo de su acérrimo enemigo, Hernán Cortes, quien venía envestido de nuevas prendas de Marqués para el valle de Antequera, en Oaxaca, y con el título de Capitán General para nuevas empresas de conquista.

Sin embargo, quemar a un ser humano que defendió con honor reconocido su causa, fue faltar a los códigos elementales de la guerra que se estaba librando, más en esos tiempos donde el “otro” fue visto por el europeo desde el punto de vista utilitario.

Por lo expuesto en el texto, pareciera que la saña de Nuño sobre el guerrero del hábito se debió más a la condición homosexual del natural michoacano, que a su extraordinaria disposición para la lucha.

Desde nuestra perspectiva y tiempo, ¿podemos llamar homofóbico a Nuño Beltrán de Guzmán? Me parece que sí, porque la violencia exhibida sobre ese hombre con apariencia de mujer, completa la insensibilidad extrema a que se había llegado.

La exacerbada condición de crueldad exhibida por Nuño desde que se adentró en el espacio noroccidental, fue notoria: quemó pueblos, arrancó brazos, cortó piernas y narices como castigo, aperreó a los nativos y martirizó a los caciques, además de marcar como esclavos a un sinnúmero de naturales.

Nuño Beltrán, versado en leyes, no pudo sustraerse a su condición cultural ni a su circunstancia de invasor, convirtiéndose en el primer promotor homofóbico del noroccidente mexicano.

Hoy que la intolerancia está acotada y que la diversidad sexual es parte de los derechos humanos   -permitiéndose incluso el matrimonio de hombres entre sí, e igual entre mujeres- qué interesante resulta constatar que la homosexualidad se practicó entre los naturales del Noroeste Mexicano y que esta preferencia fue aceptada como parte de su condición humana y comunitaria, incluso con manifestaciones de virilidad y valentía en la defensa de su integridad. Nuño dejó constancia de esto.

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